Peter Parker y la resiliencia de las arañas
Por David Rodríguez, @davidjguru
“No more heroes” cantaron The Stranglers en plena oleada punk del 77 con disco y canción del mismo título, pregúntandose Whatever happened to the heroes? y abriendo su ya legendaria canción con el ejemplo del mismísimo Trotsky y su particular descenso al infierno por la vía del -literal- descalabro. Un canto de asunción cultural llamativa para declamar que en nuestro tiempo, ya no hay ni héroes ni heroínas. O al menos tal y como los habíamos llegado a conocer o imaginar. Los tiempos ya cambiaron y por el camino nos dejan trazas y elementos de interés para meditar.
Encuadremos el asunto: sometido el papel de héroe o heroína a los vaivenes dictaminados por la mediología y transformado así en una sucesiva actualización constante de nuevas figuras a reconocer, en cierta manera el arquetipo mengua y se reduce: se pierde la condición crónica del héroe o la heroína, que ya no debe mantener una vida completa dedicada a la virtud, a la consecución de logros y a la superación constante de adversidades. Se anula la necesidad de configurar modelos que representen una lucha por mejorar/cambiar/alterar el estatus quo expandiendo las grietas de una cultura dominante hasta formar diaclasas suficientemente fuertes como para cuestionar el orden establecido y hacer saltar las (en realidad) débiles costuras del sistema, viviendo entre relatos, mitos y leyendas de tradición oral.
Al fin y al cabo, si algo tuvo de eficiente la articulación de la extrañamente llamada “cultura pop” es paradójicamente la retirada del dominio del sujeto pueblo a la hora de gestionar su propias figuras, sus propios mitos, realizando una suerte de outsourcing cultural y dejando en manos de los medios de comunicación de masas, con una capacidad industrial para reproducirse -y una intención manifiesta por conseguir alienación- la absoluta capacidad de gestión de anteriores figuras de referencia: Hoy el héroe será un futbolista del que mañana se asumirá que está acabado, un piloto de Fórmula uno que la semana que viene será un trágico perdedor, una deportista de élite que dentro de un mes pasará al más absoluto anonimato y de la que ya no volveremos a saber nada. Son panteones de dioses y diosas creados y alterados a muy alto ritmo con intencionalidades ideológicas subyancentes muy fuertes e imbuidos de algo que no deja de estar a medio camino entre El Imperio de lo Efímero de Lipovetsky y la McDonaldización de Ritzer, a caballo entre dos pivotes claros: no debe ser persistente y debe ser absolutamente planificado. Pero cuidado, ya que como todos los fenómenos de cierta entidad y potencial, esto también es susceptible de generar las suficientes ambigüedades como para hacerlo francamente atractivo.
Parte de ese atractivo es la enorme paradoja que supone que bajo una visión de reciclado y desecho continuo, se hayan establecido ciertas continuidades que nos han legado otros mitos secundarios desplegados desde las faldas laterales de una industria mass media que quiso que tuviésemos que estar en constante recambio de información: desde lo efímero y bajo las condiciones de las reglas de negocio y mercado, se crearon figuras persistentes que nos siguen acompañando en el día a día: esto es especialmente manifiesto en el sector del cómic – rama menor de la mediología industrial en sus inicios – bajo el marco del producto “Pulp” que es efímero por definición; las continuidades proponen -sí- panteones de dioses y diosas duraderos donde indagar en busca de referentes y ejemplos de lo posible.
Es ahí donde podemos encontrar una cierta representación de figuras que en diferente medida, tocan los problemas comunes de la ciudadanía y reflejan una suerte de condicionantes diversos en los que podemos encontrarnos representados y por lo tanto menos aislados. Es ese el papel que quizás con mayor fortuna ha encarnado uno de los superhéroes generados durante la llamada “Edad de plata” del cómic estadounidense (neologismo más acertado que “americano”), Spiderman, alter ego de Peter Parker.
En su aparición a inicios de la década de los 60 (su primera aparición data de agosto de 1962), las aventuras del hombre araña ya marcan de alguna manera una diferencia fundamental: se aleja tanto de la historias costumbristas de adolescentes con finales felices como de la fijación de la figura “joven” de sempiterno compañero y complemento de aventura de los héroes “maduros”: Peter Parker nace solo en todos los sentidos, ya que además de pergeñar un tránsito por el camino del héroe sin compañía alguna es en si mismo un huérfano, lo que figuradamente marca una identidad por encontrar, alguien que realmente sabe que no pertenece al entorno donde se desarrolla, un sujeto con un hueco original por completar, alguien que no está en su sitio que nunca terminará por estarlo y que convive, como cualquier huérfano, con la necesidad interna de aclarar como hubiese resultado su camino de no haberlo sido y que posibilidades habría tenido (al menos, de pregúntarselo con algo más de intensidad de lo que solemos hacer el resto de los mortales). Este es el drama original del vacío de Peter Parker, que en cada sucesivo paso se acrecenta debido a los mil problemas diarios que debe confrontar: Su camino, es una intensificación en base a la dualidad experimentada por sus dos indentidades; no basta con las mil necesidades de la vida diaria (hogar, familia, recursos económicos, relaciones, etc), también suma las vicisitudes propias de una vida alternativa que en cierta manera no terminó de elegir motu proprio: es un sentimiento hiriente por la muerte del tío Ben lo que genera el compromiso por la responsabilidad y lo que define a este héroe ciertamente trágico.
Lo que nos atrae sin duda del trepamuros es que realmente es una figura que se encuentra más cerca de la horizontal de los asuntos terrenos que de la vertical del sueño, que sus problemas han sido siempre nuestros problemas (discriminación y acoso escolar, falta de afecto, gestión de la autonomía personal, trastornos de la dependencia familiar…) y además la necesidad constante de estar llegando a fin de mes con trabajo mal remunerados. Éramos adolescentes como Peter Parker lo era y como él sentíamos el escaso encaje dentro de una cultura dominante que lo permeaba todo. Solo el rechazo social por el miedo anti-mutante en el entorno de la Patrulla-X conseguía superar esa empatía con el desplazado por la hegemonía. Aunque sigamos haciéndonos mayores, no terminamos de experimentar sensaciones parecidas y eso nos sigue anclando a los personajes con la suficiente lealtad. Seamos sinceros: ni Toni Stark/ Iron Man ni Steve Rogers/ Capitán América tuvieron nunca que sortear los conflictos de distinta índole que sí tuvo que resolver el solitario Peter Parker, auténtico héroe trágico de clase trabajadora en plena era del consumo y el repliegue del estado del bienestar.
Spiderman no tiene como pagar las facturas y siempre está a un paso de la ruina.
Peter Parker pone a prueba y refuta en sí mismo el planteamiento de la creación de héroes y villanos defendido por algunos autores: la teoría del mal día. Spiderman demuestra un sentido de la reposición y de la resiliencia a prueba de bombas e infinitamente más allá de lo que muchos héroes y muchas heroínas pueden soportar en su día a día. Para adaptarse, para relativizar, para contemporizar y seguir persistiendo sin rendirse. Ese es el verdadero cesto de valores positivos que parecen anidar en la figura de Peter Parker una y otra vez. En “La Broma Asesina” de DC Cómics (que ya revisamos y comentamos aquí) se hace especial hincapié en que tanto para Joker y para Batman la diferencia sustancial es solo la de un mal día: en la hipótesis propuesta en esta obra por Alan Moore, esa es la clave para pasar de un estado a otro, para transformarte bien en un peligroso psicópata o en un justiciero violento con aspiraciones sadomasoquistas…érase una vez dos tipo en un manicomio, ya saben.
Y para Peter Parker cada día es un mal día.
Las pérdidas se abren paso en la vida del trepamuros de manera constante: el asesinato del tío Ben, el secuestro de la tía May por parte del villano Octopus ( y la singular relación que se establecerá entre ambos), su guerra personal contra el padre de su mejor amigo -y la muerte de este-, la tragedia definitiva que supuso la muerte de su novia en pleno combate, e incluso la ansiedad generada por el fantasma de la posible muerte de su tía a lo largo de la historia “Entre los muertos” de Mark Millar, Terry Dodson y Frank Cho (a nivel gráfico un tratado de anatomía absurda), la muerte de Gwen Stacy y la de su propio padre el capitán Stacy…y hasta la desaparición de una hija en la última etapa de Tom DeFalco en las aventuras del trepamuros, perdida entre continuidades argumentales y universos alternativos…
¿Es el lanzaredes el héroe más golpeado? Podría serlo, si saltamos al timorato Sott Summers (Cíclope) figura de liderazgo débil y de escasa capacidad para la asunción de riesgos. En Spiderman las decisiones no siempre son las mejores o al menos las que generan mejores resultados sean las consecuencias hacia terceros como daños colaterales de sus acciones o hacía él mismo: recordemos el terreno de nadie en el que queda tras sumarse al bando pro-registro de Iron Man, comprobar los efectos devastadores de la Civil War y al comprender que ha puesto en peligro a los suyos al desvelar su identidad secreta y cambiar de bando pasándose a los anti-registro de Capitán América. Un error que le costará muy caro cuando Toni Stark le niega ayuda clínica para la tía May por ser un proscrito. Las decisiones y sus consecuencias más crudas que nunca. Al fin y al cabo, Toni Stark nunca sufrió realmente por la perdida de seres queridos porque realmente nunca quiso a nadie.
El drama personal de Peter Parker se abre paso y aulla cuando en una secuencia de la Civil War de Millar y McNiven (que ya comentamos aquí como cómic y aquí como película) cuando perseguido por Jack O’Lantern y el Bufón por las alcantarillas y bajo los efectos de su bomba de gas, completamente alucinado, el lanza redes solo alcanza a decir “¿Sabías que mi novia murió con el cuello partido?”, canto agónico del héroe y despedida posible liberando un recuerdo lastrado por la pesadumbre de un salvamento inconcluso. Peter no pudo salvar a Gwen y eso no puede olvidarlo.
Es realmente Peter Parker y no el Capitán América quien realmente nos representa: el héroe cotidiano que sin embargo no tiene específicamente claro lo que supondría exigirle a una figura de tal magnitud, eso es “lo que debe hacerse” en una situación determinada, que duda, cercano (“su amistoso vecino”), rodeado por el espectro de la propia muerte y de la desaparición de los seres queridos. Inadaptado, fuera de la cultura dominante, soportando las mil vejaciones diarias, cargando con el peso de malas decisiones tomadas, fajando golpes, levantándose cada día en la búsqueda de una misión personal que (creemos que necesariamente) ha de conducir a un mañana algo mejor. Una y otra vez.
Es Spiderman un héroe que no puede categorizarse en base a la taxonomía expuesta en su momento por Thomas Carlyle en su obra de referencia acerca de los héroes (1841), pues no ocupa una categoría explícita de las propuestas por el autor escocés y sin embargo adquiere entidad propia a través de una característica transversal a los diferentes modelos articulados allí: la vez la de convertir el factor de resiliencia en categoría perse, generando un nuevo modelo que sin tener ubicación en los roles diferenciados (el héroe-deportista, el héroe-dios, el héroe-poeta, el héroe-rey y demás) requiere una nueva reinterpretación para saber si resistir es vencer y a costa de resistir, podría adquirirse el estatus de héroe. Spiderman de alguna manera supera el modelo de “Héroe de Ficción” y a ratos parece un nodo huérfano de denominación.
Un héroe legado por una cultura del deshecho constante, con una persistencia que se resiste a desvanecerse, una confrontación diaria con la adversidad que nos sigue vieniendo bien a todos y a todas.
Un Spiderman salvado en realidad por Peter Parker.
Lecturas recomendadas:
- Spiderman: La Muerte de los Stacy (recopilación Marvel Héroes 16).
- Spiderman: Entre los muertos (Mark Millar, Terry Dodson y Frank Cho), Marvel Knights.
- Civil War, Mark Millar y Steve McNiven. (Marvel Deluxe).
Todo poder implica una gran responsabilidad. Sean héroes o barcos de la Warner bros.
El éxito de Spider-Man es parecido al de Superman (olvidando el Super de Zack Snyder) y es que nos hace soñar, recuperar al nió que llevamos dentro. Se olvida de la politica rancia del Capi, el coñazo tecnológica de Iron-Man y no es tan enrevesado como según qué de los X-Men