El Chiste de Pagliacci (Rorschach en ‘Watchmen’)
Por Redacción CIBASS
Watchmen, de Alan Moore y Dave Gibbons. Publicado originalmente como una serie de doce números a lo largo de los años 1986 y 1987, se le considera actualemente una obra de culto y una referencia obligatoria en el mundo del cómic. Obra con multitud de referencias, meta-referencias y niveles de lectura, en la que todo se abre bajo la cuestión ¿quién vigila a los vigilantes?, a partir de la que se desarrolla una ucronía distópica en la que en pleno proceso de la guerra fría entre EEUU y URSS aparecen un nuevo arma con poder ilimitado. Un nuevo superhéroe que puede ir más allá de la vigilancia de las calles y ciudades dentro de EEUU y decantar el peso de las guerras del lado estadounidense.
En esta ocasión, queremos detenernos solo en un apartado de la película: el chiste de Pagliacci. Para los desubicados, aquí un vídeo muy bien montado con transcripción al castellano a partir del cómic con la referencia que el personaje de Rorschach hace:
O también la versión presente en la película homónima dirigida por Zack Snyder:
Chiste de Rorschach en el legendario comic ‘Watchmen’, de Alan Moore:
Un hombre va al médico. Le cuenta que está deprimido. Le dice que la vida le parece dura y cruel. Dice que se siente muy solo en este mundo lleno de amenazas donde lo que nos espera es vago e incierto. El doctor le responde; “El tratamiento es sencillo, el gran payaso Pagliacci se encuentra esta noche en la ciudad, vaya a verlo, eso lo animará”. El hombre se echa a llorar y dice “Pero, doctor… yo soy Pagliacci”.
Alan Moore se basó en el poema ‘Reir llorando’ de Juan de Dios Peza:
Reír Llorando
Viendo a Garrick -actor de la Inglaterra-
el pueblo al aplaudirlo le decía:
“Eres el más gracioso de la tierra,
y más feliz…” y el cómico reía.
Víctimas del spleen, los altos lores
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores,
y cambiaban su spleen en carcajadas.
Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.
Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.
-Viajad y os distraeréis. -¡Tanto he viajado!
-Las lecturas buscad. -¡Tanto he leído!
-Que os ame una mujer. -¡Si soy amado!
-Un título adquirid. -¡Noble he nacido!
-¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas.
-¿De lisonjas gustáis? -¡Tantas escucho!
-¿Qué tenéis de familia? -Mis tristezas.
-¿Vais a los cementerios? -Mucho… mucho.
-De vuestra vida actual ¿tenéis testigos?
-Sí, mas no dejo que me impongan yugos:
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos, mis verdugos.
Me deja -agrega el médico- perplejo
vuestro mal, y no debe acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo
“Sólo viendo a Garrick podréis curaros”.
-¿A Garrik? -Sí, a Garrick… La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa;
¡Tiene una gracia artística asombrosa!
-¿Y a mí me hará reír? -¡Ah! sí, os lo juro;
Él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?
-Así -dijo el enfermo-, no me curo:
¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta.
¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!
¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora cuando el rostro ríe!
Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.
El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto,
y también a llorar con carcajadas.
Juan de Dios Peza
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Sublime esta adaptación, los pelos de punta cada vez que la escucho.