Dos tipos en un manicomio (The Killing Joke)
Por David Rodríguez, @davidjguru
Había una vez dos tipos en un manicomio… Así empieza la que podría ser una de las historias de Batman más conocidas dentro del universo del hombre-murciélago en el plano del cómic. Junto con Batman: El regreso del Caballero Oscuro (una historia de 1984 escrita y dibujada por Frank Miller ) y Arkham Asylum: Un lugar sensato en una tierra sensata (un cómic de 1989 escrito por Grant Morrison y dibujado por Dave McKean), forma parte del podium de historietas protagonizadas por Bruce Wayne con un especial enfoque en la psicología del personaje y sus particulares vínculos con sus enemigos; al margen de las representaciones del modelo Bully-Batman donde el alter-ego de Wayne se dedica a apalear gente para resolver casos e impartir justicia o del más interesante Detective-Batman (investigador, razonable y analítico) cuyo fin es resolver casos, esta dimensión ofrece un tercer camino que mezcla elementos de ambos perfiles para configurar una tercera vía -disculpen la desafortunada expresión- para disfrutar más y mejor jugando a interpretar el background psíquico de los personajes.
Es cierto que dentro de un personaje de cómic con varias décadas de existencia a sus espaldas existen en realidad, muchos personajes. Y no menos verdadero es el hecho de que reducir a pocas categorías las diferentes dimensiones del personaje es algo arriesgado por inexacto y simplificador. Pero podría ser un trabajo necesario para vehicular el mensaje de que para comprender mejor al mito creado por Bob Kane y Bill Finger en 1939 es importante bucear en las historias más “psicológicas” del personaje, donde la terna propuesta tal vez alcance mayores cotas de profundidad y dentro de ella, The Killing Joke (en una doble lectura que se pierde en su traducción al castellano) representa una aproximación más que interesante por la doble variante que la historia ha llegado a alcanzar: de un lado se ha convertido en un MUST para personas que se introducen en el mundo del cómic de superhéroes; es incuestionable que La broma asesina se ha convertido en el vector de entrada al segmento para lectores no iniciados y que los consumidores experimentados suelen recomendarlo a los neófitos. La broma asesina es el regalo de cumpleaños que se hace para intentar enganchar a alguien al mundo del cómic y sin embargo, en esa dualidad que contiene, mantiene unos puntos de interés que la hacen ser una historieta arriesgada, compleja y por supuesto polémica, lo que en cierta manera sostiene su particular atractivo como un constructo muy interesante sobre el que vale la pena pararse a decir algo. Algunas cosas están más que dichas en los sucesivos análisis que la obra ha recibido y otras no tanto, pero no me negarán que es inevitable el pliego de descargo sobre ella cuando uno pone la mirada en ese tomo de su estantería. Que además el guionista sea el sacrosanto Alan Moore es un añadido extra para un apasionado despiece. Que su dibujante Brian Bolland declarase que no había vuelto a trabajar con otro guionista para dibujar una historia completa tras haber colaborado con “el mejor” -dedicándose solo a diseñar portadas a partir de entonces- convierte a La broma asesina en una verdadera tentación. ¿De verdad es tan importante esta historia? ¿Tiene “La broma asesina” toda esa trascendencia? y sobre todo ¿Es realmente merecida? Estas son las preguntas que dan forma a estas líneas y espero poder ofrecer algo que realmente valga la pena leer. En la adaptación de The Killing Joke al cine animado no me detendré. Ya se publicó en este blog una visita tangencial al asunto en un artículo que yo no firmaría y al que le faltaría añadir que supone un desaguisado supremo para la carrera como guionista de Brian Azzarrello,. Así que me quedo con la historia en papel. Comencemos. ¿Qué tenemos?
Sabemos que Alan Moore durante un tiempo la consideró una mediocridad. No estuvo especialmente orgulloso de ella, la describió como una historia que no venía a decir nada nuevo ni a aportar nada significativo para el mundo. Con el tiempo fue siendo más benévolo en el juicio de su propio trabajo al reconocer que poniéndola en contexto no era tan mala comparándola con otras historias del hombre murciélago. Como una forma de aclarar que considerándola una obra menor dentro de su trabajo, seguía siendo algo mejor que muchos de los trabajos de otros. El barbudo inglés se disculpa a sí mismo castigando los resultados de otros autores, librándose de reconocer que en cierta manera, La broma asesina nunca fue un guión que quisiera realmente hacer, ni una apuesta suya y que como desapasionada asunción está exenta de su barroquismo laboral y sus excesos, liviana en pretensión (cosa que algunos agradecemos) y que por supuesto, consta de bajezas propias de los más débiles guionistas comerciales. Tanto él como nosotros somos conscientes de que el uso del ataque del único personaje femenino de la historia es un caso demasiado evidente de un tropo narrativo muy tóxico y barato a partes iguales, que pone a Moore en la categoría de autores implicados en el uso del concepto conocido como “Women in Refrigerators”, un concepto acuñado por Gail Simone para indexar referencias sobre el evidente uso de la mujer en el mundo del cómic como elemento sacrificable en la acción de un héroe masculino protagonista. Moore toma a Barbara Gordon -Batgirl-, un personaje importante, con entidad propia y cierta consistencia dentro del universo de Batman solo para ser lesionada de una manera sádicamente cruel y ser usada como una herramienta dentro del eterno conflicto de los dos personajes protagonistas. Vende su tortura muy barata y él lo sabe. Aunque intente echar balones fuera argumentando que los editores de DC debieron haberle puesto límites a su idea o cite expresamente la respuesta de su editor Len Wein ante la idea de lisiar al personaje “Yeah, okay, cripple the bitch.” La decisión y su contexto no favorecen la crítica benévola y con el paso del tiempo y la ampliación de los debates sociales en torno a la cuestión de género solo aumenta la mancha en el expediente.
¿Error grave o solo un leve matiz en la encomiable carrera de Moore? cada cual juzga y valora el asunto en base a su especial vinculación subjetiva en torno a las cuestiones de género, por lo que la crítica, enmarcada en el espectro existente entre una interpretación conservadora (reaccionaria) y una visión progresista de la cuestión no ofrece una visión homogénea al respecto. Sí tenemos en cambio una especie de disculpa del autor, que ha llegado a expresar con el tiempo que dejar paralítica a Barbara Gordon “tal vez no fue una buena idea”. Genio y figura.
En cuanto a la arquitectura, es realmente sorprendente ver los juegos y las ligazones conceptuales que Moore aplica al relato: existe todo un sistemas de espejos a lo largo de la obra que realmente la hace particularmente entretenida. Empecemos desmontando algunos. Como se ha comentado infinitud de veces a lo largo de todos estos años, La broma asesina pasa de alguna manera por quedar articulada por una seríe de parejas de opuestos, figuras antitéticas que suponen proyecciones opuestas, en una serie de espejos que deforman y altera la finalidad original. Hay algo en la relación entre el Joker y Batman de necesidad, de complementariedad, de vínculo. La suma de ambos genera la figura esférica del andrógino idealizado de Platón que al pasar al terreno de lo implícito las cuestiones inherentes al sexo o las pulsiones sexuadas, dejan en la superficie la necesidad urgente de los personajes por encontrarse desde sus posiciones respectivas, que como nos demuestra la obra, nunca llegarán a mezclarse, a unirse. No existirá la síntesis adecuada entre ambos porque a tenor del chiste final, el Joker – intuyendo que el haz de luz finalmente se extinguirá y caerá al suelo – no acepta la invitación a la posible reunión final entre ambos. De hecho la luz que se proyecta entre ambos se termina desvaneciendo y desapareciendo la posibilidad real de alcanzar un acuerdo. Un arreglo que convendría a ambos, dos figuras asociales, excluidas, que habitan en los márgenes de lo normativo desde direcciones opuestas y condenados a confrontarse una y otra vez a lo largo del tiempo: No hay posibilidad de acuerdo. Ese payaso desquiciado y esa especie de justiciero fascista que va por ahí como un Charles Bronson con parafilias fetichistas y adoración por el latex negro no coincidirán en el mismo lado. ¿Nunca? a tenor de lo que puede deducirse de los signos y símbolos lanzados desde la obra es asumible pensarlo: Moore sabe perfectamente lo que representa el círculo porque ya está familiarizado con la obra de Charles Howard Hinton – que poco tiempo después integrará en el bakground conceptual de From Hell y que llegará hasta la bases de la primera temporada de True Detective – y ha comprendido que el tiempo es un círculo plano cuando se observa desde el atril de un universo de cuatro dimensiones y que este no es más que la sección representada con menos dimensiones de una esfera, una sección, un corte…lo que de alguna manera nos devolvería a esa figura del andrógino de Platón. El círculo es la forma en la que se engloba The Killing Joke, concebida como un one-shot que se abre y se cierra consigo misma, que no tiene continuidad alguna y que incluso juega a empezar y terminar de la misma manera: con los círculos generados en los charcos del suelo por la lluvia que acompaña a la historia. Así el arco argumental termina donde empezó y se espera de manera elíptica que todo vuelva a comenzar y ese Batman y aquel Joker continúen persiguiéndose mutuamente una y otra vez, siempre en esa eterna búsqueda que llevan haciendo muchos años y no conocerán otra vida. ¿La conocieron? The Killing Joke contiene un pasado para el Joker, una especie de “Orígenes” y en seguida se encarga de refutarlo. El payaso asesino declara que “si voy a tener un pasado, prefiero que sea a elegir” ¿Es entonces válida la evocación? ¿Es solo una invención para personas sin pasado que llevan décadas atrapadas en una rueda que gira a través de impulsos de acción y reacción? Pista falsa construida en blanco y negro con elementos de color distribuidos por el flashback. No caigamos en la trampa.
Pese a que haya sido comúnmente analizada bajo el prisma de las dualidades (dos orígenes traumáticos para los personajes -tuvieron un mal día-, la diferenciación rico/pobre, las normas/libre albedrío, orden/caos, bien/mal y otros lugares comunes) La Broma Asesina parece contener otras claves internas mucho más interesantes. Normalmente como ocurre en casi cualquier trabajo de Moore, la obra admite diferentes niveles de lectura y está plagada de signos que apuntan a diversos subtextos. Hay algo de Nietzsche a modo de hipotexto cuando dentro del trabajo se establece eso de que “Nuestro lugar en el mundo depende de nuestra fuerza de voluntad” y volvemos sin quererlo, al reduccionismo del impulso individual de muchos personajes de Moore, que sin querer tener en cuenta que a falta de una construcción colectiva, las acciones de un lobo solitario solo representan una mera cuestión estética, y los planteamientos transformadores no llegan a un sonido material suficiente. Y esto apuntaría a V de Vendetta, pero no quiero llegar allí. Me devuelven a Nietzsche las miradas desesperadas del comisario Gordon o del mismo Joker, con los ojos desorbitados ante el horror de la realidad cruel y plagada de monstruos del mundo real. La mirada enloquecida de quienes han mirado al abismo y a decir del propio filósofo alemán, también el abismo se ha asomado al interior. Lástima que el comisario Gordon no caiga en el vacío de la locura también, pues como “personal normal” (la cursiva no es trivial) debería saltar por los aires su concepción de la retención mediante el escrupuloso cumplimiento de las reglas y de las pautas de la superestructura, lo que hubiese realmente llevado la visión Nietzschiana hasta el final, arrastrado por ese “Dios salvaje” que hace que los debidos impulsos, nuestro armazón civilizado explote y aparezca cierta verdad más impulsiva, más orgánica. La tesis no se cumple por completo y el desarrollo falla, pues Gordon sigue siendo ese modelo de “personal normal” frente a dos locos fuera de la ley, más auténticos, más leales con sus desórdenes internos y en realidad, más consecuentes. La superestructura no cede y Gordon como representante de la cultura dominante, sus anti-valores y guardián de las fronteras de la norma tampoco lo hace, lo que equivale a decir que el autor no le hace ceder. Lástima.
Había una vez dos tipos en un manicomio. Cada uno con motivaciones diferentes pero en realidad con el mismo punto en común original, como un nudo interno, ambos con un desgarro parecido. A partir de una cierta intensidad similar provocada por un dolor agudo. Vivían dentro de celdas idénticas hechas con los mismos materiales. ¿En que se diferenciaban? básicamente en la vía de escape que diseñaron para sublimar su desgarro interior, eso es lo que los diferenciaba. Y lo que los enfrentaba.
Uno de esos locos es Bruce Wayne – Batman – el otro es el Joker. El manicomio es la ciudad de Gotham. Las celdas son sus respectivas combinaciones de disfraces y roles. El dolor es la destructiva pérdida de sus seres queridos. Y sobre la vía de escape de cada cual, ya se han escrito muchas historias -hasta se han llevado al cine- y entre los lugares comunes, los tropos habituales, los modelos y patrones repetidos una y otra vez, asoman detalles interesantes y cuestiones dignas de reflexionar.
La broma asesina es válida si el universo cinematográfico de DC no ha terminado de convencerte. Si te aburres como una ostra a cada nueva película. Si has recibido con tibieza al Escuadrón Suicida. Si te fatiga el cine de Christopher Nolan esforzándose tanto para fingir ser profundo y sesudo entre tanto vacío. Si echas la vista a un lado cuando alguien dice que el primer Batman de Tim Burton vale muy poco. Para volver a saborear antiguas historias del hombre murciélago antes de que se convirtiese en el panoli que Ben Affleck no ha dejado nunca de ser. Revisitar Batman: la broma asesina de vez en cuando no es mala idea. Como volver tras los pasos de uno y pararse a ver de nuevo algo que fue importante, que ahora ya no lo es y que sin embargo, no podemos negar que dejó un poso interesante en nosotros. Algo así. Esta vieja historia del hombre murciélago tiene algo que al ser releído con el paso de los años va sumando matices y posibilidades interpretativas mientras uno va creciendo, va envejeciendo, va comprendiendo algunas cosas.
Creo que de alguna manera La broma asesina perdura en el tiempo por mantener un cierto tipo de encanto muy particular conseguido – tal vez de manera inconsciente pero no menos válida por ello – a partir de sus errores, sus claves y sus específicos misterios, que hacen que al acercarse a su próximo 30 aniversario (1988 – 2018) la historia siga resultado especialmente atrayente, una suerte de puerta de entrada nada trivial para aproximarse a un mundo lleno de luces y sombras poblado por héroes y villanos de extrañas categorías morales, algo sobrevalorada, una colección de mitos que se prestan a ser deconstruidos en el inmenso manicomio que resulta ser la industria del cómic.