Un día más con vida

Por Leo Galleguillos, @Simplectomorfo

Asegúrate de que no nos olvidan fue la frase que marcó la trayectoria del periodista y escritor Ryszard Kapuściński, palabras que pronunciaba su musa Carlota, una combatiente del conflicto angoleño allá por los años 70 que inspiró al periodista a querer dar voz a la gente a través de sus reportajes. Todo este viaje de inspiración y replanteamiento del oficio de Kapuściński es lo que nos cuenta este drama animado de los directores Raúl de la Fuente y Damian Nenow. Una maravilla visual y narrativa ganadora del premio del público en San Sebastián y que ha pasado fugazmente por nuestras carteleras como desgraciadamente pasa con muchas de las mejores obras artísticas que no consiguen atraer al gran público. Sin embargo, ‘Un día más con vida’ es una de las propuestas audiovisuales más atractivas de 2018, y una obra artística que merece ser destacada.

En el año 1974 la Revolución de los Claveles traía consigo la caída del dictador portugués Salazar y como consecuencia, la retirada de sus colonias de Angola y Mozambique. El país angoleño se preparaba entonces para la declaración de su independencia a la vez que germinaba lo que sería una interminable guerra civil.

En este punto aterriza Ryszard Kapuściński en Angola para presenciar los hechos como reportero de guerra, pero su osadía por situarse al pie del cañón lo acabará llevando a un viaje donde las situaciones de riesgo vividas y las personas conocidas cambiarían su vida para siempre. De aquella aventura inolvidable nace su libro más famoso: ‘Un día más con vida’, que bien decide llevar a la gran pantalla el director español y para lo cual acude a Polonia, país de origen del periodista, para contar con la colaboración del animador Damian Nenow, autor del corto animado finalista de los Oscar: ‘Paths of Hate’. Juntos han concebido una obra que se sitúa a medio camino entre el documental y el cine convencional, ya que combina una excelsa narración animada en 2D con documentación visual obtenida de lo lugares y las personas protagonistas en la actualidad. Nenow utiliza técnicas 3D puramente digitales (evitando la rotoscopia) para dar vida a Kapuściński y a todas las situaciones vividas de forma magistral, recordando incluso a aquella obra de arte de la animación que fue ‘Vals con Bashir’.

La música, el sonido y la fluidez de los movimientos de los personajes, sumada a la clara intención por parte de los directores de dar esa sensación de documental con cámara en mano hace de esta una experiencia poco habitual hoy en día acostumbrados a otro tipo de cine. Contamos además con momentos oníricos, que junto a la acción y a los testimonios de los esporádicos compañeros de Kapuściński, dibujan a la perfección la psicología del personaje, sus motivaciones y su evolución. La película rezuma cariño y fascinación, y saben transmitirlo a quien no conoce los hechos ni al histórico periodista.

Fuera de la experiencia visual y sonora, la película deja trazos y matices importantes, y es que este viaje para Kapuściński no solo supuso una colección de experiencias, sino que impuso todo un cuestionamiento de la propia ética de su profesión, quedando claro, tanto a través de sus propios dilemas como de su compañero Artur Quieroz, que resulta muy difícil para un testigo de acontecimientos como estos mantenerse al margen de ellos. El propio Artur llegaba a considerarse tanto periodista como combatiente, declarando abiertamente que se había visto obligado a transgredir los códigos éticos del periodismo cuando se ha visto sobrepasado por las situaciones.

Diversos flashbacks en la película nos plantean este dilema: cómo se puede investigar sin que la presencia del observador afecte el experimento, o cómo puede el periodista priorizar la información cuando su propia presencia o sus propias decisiones están alterando resultados, o bien trayendo consecuencias inaceptables. A pesar de los acontecimientos, los hechos mostrados y las decisiones tomadas, uno no tiene la sensación de que la película tome partido. Resulta evidente que las decisiones del propio Kapuściński priman en este homenaje a su historia, sin embargo ese panfletismo presente en algunas producciones de Hollywood no se percibe aquí con tanto descaro. No cabe duda de que el punto de vista del periodista es el más presente, sin embargo la película es plenamente capaz de generar el debate a la salida del cine sin la necesidad de aleccionar a nadie ni de generar mitomanías.

Es una obra que primero te hace disfrutar, y en su maduración te hace pensar, y si cabe sentir curiosidad tanto por esa etapa de la historia de Angola como por el trabajo de Kapuściński.


Pocas ocasiones tenemos de unir dos facciones del cine que despiertan tanta fascinación como los filmes de animación y la temática del periodismo. La cinta goza mostrando el buen hacer del periodista de investigación cuando éste realiza su labor con pasión y defiende causas, una imagen que comúnmente no se tiene pero si se espera. Hacemos esgrimir a estos héroes eventuales el poder de la información, ya sea por el daño que puede causar a quienes sacan provecho de su teórica inmunidad, la potencial reacción de un pueblo desinformado, o como simplemente quería Kapuściński, dar voz a quienes el mundo tiende a no escuchar.


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