The founder: la verdadera historia de McDonald’s
Por JD Romero, @JD_Romero23
No nos cabe ninguna duda de que la mayoría de lectores habituales de Can it be all so simple ha nacido conociendo -y visitando- franquicias de comida rápida. Y no sólo ha sido así, sino que la existencia de este tipo de negocio está tan asumida y establecida en sus esquemas mentales que raramente se preguntarán cual es su pasado, su historia y como se pasó de cocinar un buen filete a fuego lento a que te sirvan (y cobren) una hamburguesa, patatas fritas y un refresco en un minuto escaso y acabar convirtiendo esa sucesión de realidades en un negocio multimillonario con cada vez más empresas diferentes en cada vez más y más puntos meticulosamente estudiados.
Podríamos hablar de que el éxito de la comida rápida se debe a la velocidad con que hoy vivimos, y puede que así sea en gran parte, pero la cosa es que en el caso de McDonald’s su éxito era ya gigante en los años cincuenta (desde casi su fundación) y sesenta y su proyección y expansión ha sido mucho mayor en otras épocas que ahora mismo, ya que muchos de sus franquiciados estadounidenses están asustados debido a las nuevas cadenas emergentes; Shake Shack, Five Guys o Chipotle. Bien es cierto que los millenials (odioso término que sin embargo define a grosso modo a toda una generación) lo necesita todo ya; youtube en vez de cine y tutoriales en vez de libros y eso asegura el éxito de la comida rápida a corto y largo plazo. Sea como sea y con los nuevos nombres del negocio tenemos fast food para rato, podemos quejarnos de que lo que sirven es como pagar por un suicido pero también es cierto que la solución es sencilla; no ir.
Pero vayamos al grano. Podemos pensar que el mundo de la comida rápida se creó y evolucionó de modo conjunto por parte de varias empresas que fueron espiándose y jugándosela unas a otras (como el mundo de las computadoras, la ropa o el automóvil) pero nada más lejos de la realidad: McDonald’s creó y desarrolló este negocio por sí misma y el resto de empresas se dedicaron a copiar el modelo, y eso va desde que te cobren al principio, la rapidez en servir, que cada hamburguesa sea exacta en cualquier país del mundo o el popular McAuto. Es por esa razón que la película se nos antojaba más que interesante; conocíamos la historia de Ray Crock (junto a los hermanos McDonald) pero que lo llevaran a la gran pantalla era la excusa perfecta para volver al cine en un binomio que nos vuelve locos en este blog; comida basura y película.
The founder cuenta con cierta soltura la historia de la popular cadena bajo el punto de vista de Crock; un vendedor de máquinas para hacer batidos de leche (sí, en el comienzo en McDonald’s se servían sólo hamburguesas y batidos) cuyo destino lo llevó casi de casualidad a un lugar lleno de gente en el que se servía “la mejor hamburguesa que había probado en su vida”. Intentando no soltar más spoilers para aquellos que no conozcan la historia podríamos decir que la película tiene dos grandes pilares: Michael Keaton y la empresa en cuya historia se basa. La dirección es correcta, aunque un poco plana, y el resto meramente funcional aunque cumple el objetivo con el que entramos al cine; saber un poco más sobre este símbolo mundial de los negocios, divertirnos y salir de la sala con ganas de un Big Mac. Esto último no va en la voluntad del director pero es una realidad, casi del mismo modo como al ver Super Size me acabas con ganas de correr a por una hamburguesa a pesar de toda la información negativa que acabas de recibir.
Se podría decir que el filme tiene dos grandes partes; cuando Crock conoce a los hermanos McDonald y su restaurante y el trabajo de expansión (y traición) del mismo. La primera funciona mucho mejor que la segunda por la sencilla razón de que la compenetración casi coreografiada es los trabajadores del restaurante, la visión estrictamente alimentaria de los hermanos y, en definitiva, el germen de algo tan gigantesco y abrumador que es (o era) algo realmente novedoso y original. Sin embargo, la historia de ambición desmesurada y deslealtad es algo que casi viene adscrito a la historia de cualquier gran compañía y que nos suena a ya visto, por mucho que sea la realidad de la ‘m’ mayúscula.
Pero The founder (El fundador en el país de la corrupción sistemática) es una película que, si bien mejorable, merece la pena como filme y como propuesta de realidad para eso tan de moda lllamado emprendedor y que ha existido desde que se creó el dinero. Eso sí, la perseverancia, la visión de negocio donde sólo había un restaurante, el orden obsesivo, el proyecto de expansión, la idea de lugar para las familias, los arcos dorados y la estética diferencial pueden hacer de una película común toda una clase empresarial y una fábula inmoral. Y con refill.