No More Life on Mars: Historia de la belleza a cargo de David Bowie
Por Fernando Arias, @twinsofphilippe
– Niñas. Aquel andrógino agitó los pentagramas –dirán las madres a las hijas mientras pasan las hojas de la actualidad informativa.
Tras unos días de titulares que rezan por Bowie y su talento, la imagen de aquel músico que empezó el año estrenando álbum y acabó descansando el once de enero parece una dulce broma de lo que es esta vida, también para aquellos que serán recordados más allá de la frontera que los vio nacer.
Asistimos pues a un recital de recuerdos del artista. En ese vaivén, los adolescentes resurgen de sus móviles y en un descanso de escuchar a Justin Bieber, googlean para saber quién es ese Ziggy Stardust o el autor cuya canción concluye la temporada de American Horror Story: Freak Show (hablamos de Life on Mars).
Por un instante, sube como la espuma la búsqueda en Internet del por qué este hombre tenía un ojo de cada color (aunque a día de hoy sepamos que no es cierto). Y van apareciendo pestañas y más ventanas sobre canciones que todos estos púberes reconocen por aparecer que si en Moulin Rouge, que si en Glee o incluso en el gordo mariquita de la clase al que el año pasado le dio por vestirse de mamarracha con el pelo tintado, diez kilos de maquillaje y un rayo en la cara. Entonces todos estos detalles encuentran hoy los cabos atados y el resultado no es otro que David Bowie.
Algunos de mis viejos compinches lo recuerdan en “Dentro del laberinto” (Labyrinth-1986, de Jim Henson), incluso los más nerds afirman que sólo vieron Zoolander (Zoolander-2001. Ben Stiller) porque él aparecía. Más allá de historias y drogas, este hombre contribuyó a nuestro mundo en la medida en que cualquier pecador debería vivir: amando lo que hace.
Durante la segunda mitad del siglo XX, este músico y compositor británico nacido en Brixton fue portada de múltiples medios internacionales tales como la revista Times o Rolling Stones. Allá por 1969, saltó a la palestra con su single “Space Oddity”, comenzando a remover las bases del rock más tradicional para agitarlo cada cierto tiempo con algo diferente, de la mano de artistas del siglo XX de la talla de John Lennon (con el que escribió “Fame” que hizo que se introdujera de lleno en la cultura estadounidense en el año 1975) o Freddy Mercury (vocalista de Queen con el que compartió escenario, entonando canciones que hoy forman parte de la historia como “Under Pressure” o “Let’s Dance”). No podemos olvidar ese videoclip ochentero junto a Mick Jagger que nuestros padres bailarían pero no lo confesarán nunca: “Dancing in the Street” (1985).
“Dime con quién te juntas, y te diré quién eres”. El dicho no es aplicable a un Bowie que nunca se conformó con un estilo o un rol particular. Jugando con las apariencias, demostró que ser rockero no tiene que ver con convencionalismos o testosterona. Pasó de jugar con la duda sobre su sexualidad con su alter ego (Ziggy Stardust) a desnudarse a través de su disco “Scary Monsters (and Super Creeps)”. El tiempo le ha acabado dando la razón sobre la supremacía del artista por encima del personaje y siempre habría de desvelarnos con sus trabajos la siguiente capa de su persona, aquella que aún nos quedaba por ver y que no habíamos imaginado.
Soul. Funk. Glam rock. Pop. Llamen a la música como quieran, Bowie ha estado en todas sus calles. Se mantendrá en la memoria de aquellos que nos hacemos mayores y los más pequeños quizá lo descubrirán en nuestros discos cuando se miren con la nostalgia con que se hace ahora con los vinilos. No importa. Todos sabemos quién vale aquí o allá o donde esté nuestro Ziggy. Tal vez dentro de cien años solo sea recordado por poner banda sonora a una película de época o a una tanda de anuncios.
Siempre habrá un joven entre diez que querrá divertirse vistiéndose de Mr. Stardust. Alguna quinceañera que se emocione escuchando “Heroes” o alguna señora mayor que recuerde a aquel cantante de ojos dispares que tenía no sabe qué, que le gustaba.
Dos semanas después de que haya fallecido este genio, descubrimos que tenía familia y que habrá una mujer que lo echará de menos y unos hijos. Incluso una exmujer que a pesar de todo, lo seguirá escuchando algunas veces en la soledad de la noche.
Nosotros no le conocimos personalmente. Pero no nos hizo falta estrecharle la mano, su música lo decía todo. Así pues, a pesar de que leamos que sus ojos no eran diferentes, sino que su pupila izquierda quedó dilatada de por vida por una pelea de amores; o que su último álbum Blackstar es la banda sonora de su despedida, reconozcamos al artista por encima del mito y doblemos el periódico para escuchar en el silencio de una vida sin Bowie, todo lo que su música conlleva. Y que la fuerza lo acompañe.