Los Vengadores II: era de Ultrón, de Joss Whedon
Por JD Romero, @JD_Romero23 y David Rodríguez, @davidjguru
Alerta de spoilers: Es posible que desvelemos aspectos importantes de la película.
El universo cinematográfico de Marvel se cohesionó cuando desde el estudio decidieron quedarse a sus propios personajes y producir internamente las películas, creando un ecosistema propio, lógico, coherente y que encaja casi como una pieza de puzzle. Hasta entonces cada personaje contaba la historia que sus padres productores quería que narrase y del modo que ellos dictaran y de esta manera se produjeron desde Howard el pato (Universal Studios, 1986) al Punisher de Dolph Lundgren en el 89 o la desastrosa adaptación del Capitán América del año 90. Un sinfín de despropósitos que ni ayudaban a vender cómics ni tenían mucho valor como producto cinematográfico. Podríamos decir que hasta la llegada de Brian Synger y sus X-Men, Blade y los Spider-Man de Sam Raimi la cosa no empezó a subir, pero aun así la cartelera de Marvel era demasiado irregular: también estaba el Daredevil de Mark Steven Johnson, The Punisher, Elektra y los dos engendros de los 4 fantásticos. Hasta que Marvel no empezó a recuperar los derechos cinematográficos de sus propios personajes entrar al cine a ver una de las adaptaciones de sus héroes era como echar la lotería: de un Hulk maduro, contemplativo y con muchas capas dirigido por Ang Lee a uno de consumo rápido y tollinas maquillado como película con diferentes lacturas dirigida por Louis Leterrier. Y de las adaptaciones del motorista fantasma mejor ni hablamos.
Llegados al plan global de Marvel como productora la cosa cambia. Encontramos una trilogía de Iron-Man con una maravillosa primera y tercera parte y una aceptable (aunque con altibajos) segunda película, en la que Jon Favreau y el legendario Shane Black son los responsables tras las cámaras con un acertadísimo casting a todos los niveles. Algo parecído sucede con Thor, con dos adaptaciones notables (más la primera que la segunda) en unas aventuras intercaladas entre Asgaard y la tierra que si bien no son perfectas funcionan como conjunto, la primera dirigida por el veterano en terrenos medievales Kenneth Brannagh y la segunda por Alan Taylor. Con respecto a Steve Rogers alias Capitán América nos encontramos con la sorpresa mayúscula: un personaje denostado y casi ridículo se consigue transformarse en todo un hit, un poco por la ayuda de los maravillosos cómics de Brubaker y otro por la elección de casting y dirección. Joe Johnston con su afamada trayectoria da en la tecla en la primera parte con ese toque de aventuras clásico y de héroe bonachón maniatado por el gobierno. En la segunda parte la cosa mejora aunque pareciera difícil y es que los hermanos Russo filman una película oscura, madura y con tintes de espionaje donde el Capi evoluciona a mejor sin resultar brusco ni ilógico.
El plan anterior tuvo su clímax y ese momento de orgasmo nerd fue Los Vengadores: el estreno de la película que unía a los personajes anteriormente desarrollados por separado pero que vivían en un universo común. Ir al cine a ver una película de Iron-Man, Capitán América, Hulk, Thor, Ojo de halcón, La viuda negra y Nick Fury juntos es como un pase privilegiado para volver a la infancia pero ataviado con la madurez y las diferentes capas que tiene el filme, así como nuestra capacidad de reconocer un buen producto. Joss Whedon conseguía varias y maravillosas hazañas; hacer disfrutar como enanos a los fans de los cómics de toda la vida, hacerles sentir orgullosos al entregar un filme cool a la par que limpio, consistente, de calidad y tremendamente entretenido y, por si fuera poco, conseguía enganchar a los no fans y hacerles saber lo mucho que se habían perdido al no tener una vida junto a estos personajes que paseaban tan cercanos.
Whedon tiene tiempo de presentar a cada personaje con su personalidad, entorno y características personales y es capaz de darle a cada uno su momento de gloria antes de llegar al gran combate final, una ensalada geek con los ingredientes casi, casi perfectos a la que no le sobra aliño (nunca es ridícula, ni pretenciosa, ni intenta ofrecer lo que no es) ni le falta carácter por miedo a no ser aceptada por los nos fans de su naturaleza básica comiquera. La primera parte de Los Vengadores tenía el equilibrio perfecto y el público se lo hizo saber yendo con los números de taquilla en una época donde nos dijeron que la gente ya no quería ir al cine.
En esta segunda parte de la saga de los héroes más poderosos de la tierra, hemos tenido mucho de lo que recibimos en la primera parte, pero también es cierto que lo hemos recibido en mayor medida y además, bajo un modelo diferente: hay demasiadas claves que apuntalan el cambio. ¿Por donde comenzar?
Empecemos por ejemplo repasando a nuestros héroes, pues es obvio que han cambiado y mucho. Todos están más mayores, más maduros, más serios y curiosamente más tristes. Se realizan bromas entre sí, pero las justas y además algo cargadas de tensión. Y están fundamentalmente cansados: Tony Stark luce ojeras, Bruce Banner apenas sonríe, se maneja mucho a nivel discursivo el deseo de pasar página y poder volver a casa (la iniciativa Ultrón es básicamente un desarrollo para intentar conseguir la paz que les permita descansar) y siempre están en un clima extraño, apagado, sin energía. El equipo ha madurado y en ello se ha ido desgastando, lo que nos induce a pensar que las cabezas pensantes de Marvel deben haber decidido que de alguna manera, en esta película se va a producir una transición, porque al final el poso que deja la película es ese: Vengadores II parece una película de frontera, de fin de ciclo y comienzo de otro, y lo cierto es que como punto de inflexión entre dos procesos de signo diferente está bastante determinada. A esto ayuda bastante el cambio en la fotografía (en esta continuación dirigida por Ben Davis, que provenía de Guardianes de la Galaxia, con un trabajo mucho más oscuro, más lúgubre, mucho menos positivo y jovial que en la primera entrega.
Esta nueva entrega de Whedon profundiza mucho más en los personajes, haciéndonos conocer nuevas facetas mucho más íntimas y personales de cada uno de ellos: desde la muestra de los miedos particulares de cada uno desencadenados por la Bruja Escarlata, hasta aspectos que no sabíamos como la existencia de la secreta vida familiar de Ojo de Halcón, la abrumadora soledad del Capitán América o la leve historia de amor entre Hulk y la Viuda Negra, conexión que también sirve para conectarnos emocionalmente al relato y recibir nuestra pequeña dosis de sentimentalismo entre sucesivos subidones de adrenalina. En esta película, hay más Tony que Iron Man, más Bruce que Hulk y así sucesivamente. Hay muestras de los planos personales, hay intención de vincularnos.
El guión es mucho más completo y complejo que la primera parte, sin duda. Los personajes están mucho más desarrollados y el antagonista, es francamente espectacular. En la anterior entrega flojeaba muchísimo ese aspecto: entre los desabridos Chitauri con los que no tuvimos mucho margen para comprender o para cogerles algo de cariño y el descafeinado liderazgo de un Loki que no parecía estar a la altura de dar la réplica a nuestro segundo supergrupo favorito (tras la Patrulla-X, claro), por fin un malvado de altura, un Ultrón capaz, desarrollado, conversador, con una psique expuesta y una serie de problemas de identidad y conflictos internos mostrados al espectador. Un tipo al que vale la pena combatir y que realmente tiene el potencial suficiente como para destruir a los Vengadores. Por fin un “malo” con carisma (aunque en la película en realidad no se simplifica así, sino mostrándolo como un ser con objetivos y una lógica capaz de llegar hasta las últimas consecuencias). En realidad poco o nada de malo, más bien un antagonista con objetivos totalmente contrapuestos a los protagonistas, un villano bien desarrollado como personaje y que además, tiene la paradoja de ser una creación de uno de nuestros héroes.
Y tres momentos para anotar:
1-El combate entre Iron Man y Hulk (damos gracias al todopoderoso CGI por ponerlo en imágenes de ese nivel), realmente delicioso. El despliegue de la nueva iniciativa “Verónica”, el lanzamiento y ensamble de la nueva y flamante armadura Mark XLIV (la Hulkbuster) y el choque de titanes posterior. Una secuencia de destrucción masiva sobre una ciudad y el poder demostrado por la nueva armadura no solo resistiendo el combate cuerpo a cuerpo con Hulk, sino además dejando KO al grandullón. Enorme.
2-El nacimiento de La Visión: Gracias. Gracias por llevar a la pantalla a tan singular superhéroe, gracias por arriesgar en cuanto al tratamiento visual y gracias por implementarlo de esa manera tan coherente con las viñetas. La Visión es el gran aporte de esta segunda parte.
3-La vuelta a escena de Shield liderada por Nick Furia: tras los sucesos de “Capitán América 2: El soldado de invierno” por fin tenemos otra vez a Furia al mando del helitransporte de Shield, aquella nave que repostaba en la parte alta del Citicorp Building de la isla de Manhattan y que Lobezno asalto una vez subido a una motocicleta. Bienvenidos.
Y por último el mapa global de Vengadores ya en liza para sucesivas producciones: Halcón, Ojo de Halcón, Viuda Negra, La Visión, Bruja Escarlata, War Machine, Hulk, Iron Man, Capitán América y Thor. ¿Alguién da más? no podían haber creado mejor escenario ahora que están de camino dos eventos muy trascendentes en el universo Marvel: las gemas ya están suficientemente explicadas y se empiezan a unificar los artefactos localizados en diversas películas de la casa de las ideas. Y la Civil War, que realmente nos hará temblar en cuanto podamos verla en una sala de cine. Amigos y amigas, se terminó la fase II del universo cinemático de la Marvel y la siguiente va a conseguir volver a tenernos en la sala.
¿Y al final, que podríamos agradecer a Vengadores II? tal vez el que nos haya hecho volver a los flashbacks de nuestra infancia ofreciéndonos un blockbuster a cuya cita acudimos en realidad en calidad de homenaje a las horas que pasamos en las tiendas de cómics, nuestro particular “Fast & Furious” de salvadores del planeta con los que hemos crecido y la gratitud del vínculo que nos mantiene interesados en ese ritual de salir al encuentro de cada nueva entrega, esas cosas que hacemos para sentir el trampantojo de que sigue siendo uno mismo, el de siempre. Sin duda es nuestro nuevo rito periódico, al que seguiremos acudiendo para disfrutar y relajarnos pensando durante un par de horas que las cosas no han cambiado tanto.