El infierno (y la resurreción) de Jake Snake Roberts
Por Scott Burton
Dicen los norteamericanos expertos en wrestling que Jake Snake Roberts tenía “eso” que hay que tener para triunfar en la lucha libre profesional. Puede que su físico no fuese el mejor del mundo (ni el tipo que más se cuidaba) ni el más rápido, pero su perfecto control del timing en el cuadrilatero, de la creación y ejecución del DDT (probablemente una de las cinco llaves más populares de la historia de la lucha) y de su habilidad con el micrófono lo convirtieron en un símbolo. Jake Roberts, nacido como Aurelian Smith Jr. a finales de los cincuenta, tenía un magnetismo como pocos más en todo el negocio, su habilidad a la hora de realizar sus promos o speechs lo convertían en alguien capaz de atemorizar a la audiencia con una dualidad como no hemos visto hasta la fecha. Quizás sólo en ese otro portento de características parecidas llamado Bray Wyatt.
A lo largo de los ochenta y noventa, Jake Roberts era uno de los grandes iconos de la World Wrestling Federation. No poseía el físico espectacular de Hulk Hogan, Macho Man Randy Savage o The Ultimate Warrior ni la depurada técnica de Bret “The hitman” Hart pero su mirada, el control del tempo, su aspecto y su discurso le daban la credibilidad que necesitaba la WWF (ahora WWE) para convertirlo -junto a Mr. Perfect- en el mejor heel (villano) de todos los tiempos en lo que a wrestling profesional se refiere. Pero no todo fue tan sencillo, Jake Roberts pasó la mayor parte de su tiempo como luchador bebiendo más de la cuenta y adicto a la cocaína. El amanecer cada día en una ciudad diferente, las compañías superficiales cuando uno tiene este tipo de trabajo, la carga que supone la fama, el dinero fácil y el desarraigo familiar hicieron de Roberts un completo dependiente a diferentes sustancias. Mientras el luchador era joven podía aguantar saliendo al ring con varias copas encima pero pasaron los años y su carrera se fue acabando, la WWE prescindió de él y de ahí pasó al circuíto independiente y a Total Non Stop Action Wrestling hasta que su aspecto y su salud le impidieron ser contratado por cualquier compañía medianamente respetable. De luchar en varios Wrestlemanias (ya saben, ese macro evento del wrestling al que acuden cientos de miles de espectadores y que se asemeja a un All Star de la NBA) a salir completamente borracho frente a cuatrocientas personas en pabellones de pueblo y claro, saltó la alarma.
Paralelamente a como Jake Snake Roberts se destrozaba a sí mismo, Diamond Dallas Page (otro ex luchador tremendamente conocido, aunque con un status de leyenda muy inferior al de Roberts) triunfaba en Estados Unidos con su DDP Yoga. Se trataba de una mezcla entre crossfit, aerobic y yoga mucho más ameno que cualquiera de las disciplinas mencionadas y que estaba teniendo bastante éxito debido a su efectividad y a la cara visible de su creador. Diamond era desde su juventud un tremendo fan de Roberts, con lo que tuvo la maravillosa (y rentable) idea de acudir al rescate de su ídolo y mentor, rehabilitarlo, entrenarlo e intentar que se le convirtiese en miembro del Hall of fame de la WWE, algo que el wrestler de la serpiente se merece por méritos más que sobrados a pesar de sus adicciones. Los planes iniciales incluían intentar que luchar de nuevo en un Royal Rumble (lo que aquí conocíamos como Todos contra todos) pero eso ya fue más complicado.
El rescate de Diamond Dallas Page fue tal como podíamos imaginar cuando se trata de un alcohólico en las últimas. Roberts entrenaba con Diamond y hacía todo lo que podía entre escapadas para beber, cambios de humor, abrazos e historias personales que a uno le parten el corazón. La historia del juguete roto Made in USA elevada a la enésima potencia. Vemos a un hombre cuya figura de acción se vendía en todo el mundo y que registraba audiencias millonarias cada vez que aparecía en televisión convertido en un ser que ha perdido su figura y todo su autoestima. Pero Roberts encuentra la fuerza necesaria para seguir adelante en la adhesión al entrenamiento de una figura similar a la suya; la del ex wrestler Scott Hall, ahora también con problemas de alcohol. Hall (o su alter ego Razor Ramon) fue uno de los luchadores altos más conocidos de la WCW y con un gimmick inspirado en el Tony Montana de Scarface fue admirado durante años, hasta acabar exactamente igual que Snake Roberts; saliendo a luchar tan borracho que se caía de espaldas con el consiguiente bochorno del público. Scott Hall aparece en silla de ruedas y acaba el documental erguido y mucho más delgado y Jake Roberts incluso más que eso; purificado y renacido de sus cenizas la figura de Snake es más parecido a la del hombre al que Dios le da una segunda oportunidad y vaya si la aprovecha; aparición en el Raw (el programa de la WWE de los lunes noche) de las leyendas e inducción en el Hall of fame de la World Wrestling Entertainment. Y es que el esfuerzo y la pesadilla mereció la pena; tras los meses de grabación que se nos muestran en el documental, Snake acaba siendo ovacionado por un auditorio que no deja de gritar “gracias” una y otra vez; agradecimiento por haberse salvado y gratitud por habernos regalado una carrera maravillosa a aquellos que amamos la lucha libre desde el el primer Telecinco.
The resurrection of Jake Snake Roberts es mucho más de lo que pensábamos. Intuíamos que se trataba de una mera excusa para vendernos un nuevo y milagroso formato de entrenamiento en cómodos DVD’s, pero nada más lejos de la realidad. Se trata de un documental humano, emotivo y duro en el que vemos a una persona que lo ha tenido todo y que ahora se refugia en el alcohol incapaz de encontrar el camino. Un ser inteligente y sorprendentemente complejo y profundo que es rehabilitado por alguien que lo admiraba desde la niñez y que acaba con el renacer de una persona a la que vuelven a brillarle los ojos. No hay peor enemigo que uno mismo y The resurrection of Jake Snake Roberts vuelve a mostrárnoslo. Si te gusta el wrestling no debes perdértelo pero si lo que quieres es ver la travesía de una persona por el infierno hasta volver de pie y con orgullo ante una audiencia no pongas The wrestler de Mickey Rourke, esta es tu película.