La residencia de los dioses (Astérix contra la gentrificación)
Por David Rodríguez, @davidjguru
A la salud de Ibán Díaz Parra
Señoras y señores, su barrio se mueve. No es que se mueva por motivos mágicos o divinos, no. Como no hay un hombre del espacio con superpoderes dirigiendo nuestras vidas desde el cosmos, tendremos que asumir que las decisiones importantes de la vida se toman por la zona baja de la atmósfera y que de las decisiones tomadas en un lejano despacho tienen una influencia directa en su vida diaria. Si piensa usted que las cosas son como son, que pasan porque tienen que pasar, que normalmente una-cosa-es-una-cosa y otra-cosa-es-otra-cosa, y es de esas personas que gustan de no mezclar los aspectos cotidianos con asuntos políticos, seguramente este no sea su artículo y mejor dejar de leer. En caso contrario vamos al asunto, que esto va de un antiguo y aparentemente inocente tebeo francés con una movida muy tocha que viene pasando en nuestras ciudades desde hace varias décadas: la gentrificación. ¿Le suena? ¿no le suena? vayamos por partes.
En un primer nivel de lectura, estamos hablando de una legendaria historieta “La residencia de los dioses” protagonizada por Astérix el Galo y su sidekick Obélix, publicada originalmente por la editorial Dargaud en 1971 (hace unos cuarenta y cinco años) y creada por la dupla Uderzo – Goscinny, con toda la fuerza significativa que la pareja imprimía a sus trabajos conjuntos -decae luego del lanzamiento de Astérix en Bélgica (año 1979) con la muerte de Goscinny – con lo que francamente la saga entra en un declive del que ni las películas han conseguido salvarla- así que esta obra bien podría estar en el top de la producción de ambos. La historia en si misma es muy rica en sus matices discursivos que resisten a la traducción al castellano además de su poderosa carga de significantes y su potencial interpretativo, lo que sin duda le confiere un interés extra a su lectura…¿De qué va esta mandanga? Bueno, Julio César quiere terminar con la resistencia de una pequeña aldea gala, como siempre, como en todas las aventuras de Astérix ¿ahora sí les suena?
Desde las dos viñetas iniciales se plantea clara la premisa de la obra: un plano general del irreductible poblado en su contexto natural y una caja de texto que habla de la paz, de la tranquilidad y del optimista porvenir que pasa dramáticamente a una viñeta donde todo lo que rodea a la aldea gala está construido y transformado en un paisaje de cemento, viviendas, carreteras e infraestructura mientras ahora la nueva caja de texto proclama “El porvenir podría ser ESTO”. Así empieza la historia y el desarrollo no puede ser menos interesante: El gran Julio César (es un decir) plantea una nueva estrategia a un grupo de decadentes senadores: como el enfoque militar parece no dar resultados debido a la fuerza sobrehumana de los invictos galos, se les obligará a la romanización de una manera mucho más indirecta y más sutil; esto es…rodeándoles de “civilización”. Los romanos planean una operación inmobiliaria que contempla la construcción de una zona de viviendas y servicios anexos (sauna-gimnasio, coliseo, centro comercial…) en torno a una promoción de viviendas llamada “La residencia de los dioses” justo al ladito del poblado galo, con la vaga idea de rodearlos culturalmente e ir permeando poco a poco su pequeño habitat hasta conseguir que se quede convertido en un “chabolarum” (en palabras de César). Lamentablemente, para ejecutar el proyecto necesitan primero desbrozar el bosque aledaño, con lo que sus operaciones no pasarán inadvertidas para los galos, que darán los suficientes problemas al arquitecto encargado del proyecto (el joven aunque sobradamente preparado Anguloagudus) y al centurión Plantigradus, responsable de uno de los cuatro acuartelamientos militares que rodean la aldea de nuestros protagonistas. Como podemos intuir, el devenir de esta historia no resulta muy de acuerdo a los objetivos romanos pero en este caso especialmente saboreamos el fracaso de César y los suyos con un regusto especial. ¿Por qué? bueno, no es que seamos especialmente amigos o amigas de eso que llaman “gentrificación”…
Tal vez a muchas personas de las presentes no les suene excesivamente cercano ese término extraño, así que antes de empezar digamos que es un préstamo directo del inglés y que hasta para esa lengua sigue siendo un término muy particular. Para que se hagan una idea, prácticamente no existía antes de la década de los sesenta, cuando una socióloga llamada Ruth Glass publicó un estudio sobre las sucesivas transformaciones del centro urbano de Londres, y entre estas transformaciones ciertos rasgos de “migraciones internas”, es decir, observó que en una serie de entornos, la población habitual de barrios humildes se desplazaba de sus zonas habituales de clase obrera. Cuando puso la lupa en esos signos, pareció ver que las casas de un entorno estaban siendo compradas, rehabilitadas y todo iba en paralelo incrementando su valor de mercado. La palabra era algo extraña (se ha intentado equipararla en castellano con “elitización”), ya que Glass la tomó para su obra de 1964 de una especie de sub-clase social denominada “gentry”, propietarios rurales del siglo XIX que se enriquecieron a costa de la privatización de bienes públicos. Al final, el proceso deja en las zonas afectadas (da igual que sea Londres, NewYork, Madrid, Barcelona o la aldea gala de Astérix) una serie de marcas comunes que según las personas entendidas en la materia, conforman un patrón muy visible (e interpretable).
Repasemos algunos signos típicos de este proceso al hilo de lo acontecido en la historieta que nos ocupa, así podremos ir estableciendo los paralelismos y las correlaciones oportunas ¿Será “La residencia de los dioses” un buen manual para explicar la gentrificación a los niños y niñas? Veamos…
Para empezar, ¿Las decisiones urbanísticas se toman lejos del núcleo afectado?
Parece una perogrullada, pero vale la pena detenerse un poco en ello: del destino de una zona determinada se encargan quienes no viven allí, con lo cual los problemas inherentes a la implementación de sus proyectos – en principio – les afecta poco o nada. El proyecto para la zona que rodea la aldea gala se toma realmente lejos de allí: según el folleto “implegable” tallado en piedra que se entrega a los asistentes al combate de gladiadores para promocionar el proyecto, a casi tres semanas de viaje de Roma. Evidentemente no hay consensos que acordar con los habitantes del enclave. Como las leyes y las normas, que normalmente son diseñadas por personas que no han de cumplirlas,la maquinaria se arranca lejos y varias capas (clases) sociales por encima de la de las personas que habitan el entorno. Pura verticalidad. Centralidad versus autogestión local.
¿Se incrementan las tensiones y los conflictos?
Para que la ilusión del falso progreso funcione realmente, primero hay que dejar hervir la zona en cuestión. Se le restan recursos en aras de otras localizaciones más prioritarias y el sector marcado comienza a degradarse; se generan problemas (marginalidad, drogas, prostitución, inseguridad…) que luego servirán establecer el marco de acogida que tendrán “las soluciones”. El desembarco especulativo se interpretaría como “una salvación”, “el progreso” y los habitantes pensarán que por fin pueden vivir en calma…pero nada más alejado de la realidad…tras el reacondicionamiento de la zona los precios suben: en La Residencia de los Dioses, el pescadero del poblado Ordenalfabetix altera los precios de venta una vez que observa dos elementos: en primer lugar el incremento de población se altera la relación oferta-demanda y puede subir el valor de mercado de su mercancía (filtrar por precio) y en segundo lugar el hecho de que los nuevos pobladores del entorno, disponen de más poder adquisitivo y pueden pagar más por lo mismo (de hecho están acostumbrados a hacerlo), claro en el mismo momento en el que una señora romana anuncia al pescadero del poblado galo “¡Cuando pienso que en Roma nos piden cinco sextercios por el mismo pescado!”, así es que entre otros factores y procesos que van en paralelo el nivel de vida se altera y los negocios empiezan a cambiar su orientación: de repente la frutería es una tienda de recuerdos turísticos, la panadería habitual se ha transformado en una pastelería de cupcakes y panes ecológicos y los bares han pasado a ser bien franquicias ponzoñosas de restauración o bien gastrobares de color blanco y comida art-decó. Algo así se produce durante las páginas de esta historieta en el momento en el que Esautomátix – el histórico herrero de la aldea – deja de dedicarse a la venta y reparación de armas y herramientas y pasa directamente a colgar el nuevo cartel de “Antigüedades” para vender objetos de decoración a las matronas romanas que invaden la plaza central del poblado galo.
Simplemente el lugar ha dejado de ser el escenario habitual de clase obrera que lo habitaba y sus habitantes han perdido el control del proceso que se desencadena entre ser una zona infernal (marginada y aislada a niveles políticos y económicos en el caso de la aldea gala) a otra en la que ya no encuentran acomodo alguno. Para colmo de males, invasor e invadido comparten funcionalidad, ya que tal y como le dice Panorámix a Astérix, aunque no lo sepan, en realidad no son más que marionetas de Julio César.
Poco a poco la dinámica de tensiones alcanza al núcleo original, que cautivo y desarmado empieza a padecer una suerte de síndrome de Estocolmo bajo el cual comprenden y apoyan las propuestas del invasor…cuando Panorámix intenta explicar su análisis de la situación y la necesidad de organizarse para expulsar a los romanos, comienzan las disensiones y muchos miembros de la comunidad expresan que los romanos son sus amigos, que les han traído mejoras, avances, progreso…
¿Cómo consiguen salir del problema? bueno, pues hay una solución tribal pero básicamente y como cabía la pena esperar toda la catarsis y la resolución de la situación se aclara…repartiendo tortas…como esas hostias con sentido de la reparación justa que se producen en las películas de Bud Spencer y Terence Hill; la necesidad primaria de hostiar cómodamente al enemigo, ese abusón que quiere llevarnos en una dirección que no necesitamos. Por si acaso, no crean que estaríamos diciendo que somos partidarios de la violencia como primera opción, no nos malinterpreten. Pero si ven que los bancos de la plaza de su barrio de repente desaparecen, la zona se llena de “artistas” y abre una cafetería franquicia…no lo dude, empiece a organizarse…está usted en camino de vivir dentro de un parque temático en el que no le quieren dentro.
¡Salud! (y libertad)
Estupenda reflexión y analogía!
Si me permites, intruduciría una tangente…
Cuando se empieza a talar el bosque, los galos reaccionan bien y paran el asunto. No obstante, en solidaridad con los esclavos (que no serán libres mientras no se termine el trabajo) paran de boicotear y dejan que el proyecto avance… Abriendole el camino al lobo que viene.
Una posible pregunta es: Es ese un caso de infantilismo o es otra cosa?