¿Por qué nos molaba tanto La Caza del Octubre Rojo?
Por David Rodríguez, @davidjguru
“Lanzaremos nuestros misiles mientras escuchamos su decadente rock’n’roll”
-Capitán Marko Ramius
Si tienes más de treinta años es bastante posible que tengas recuerdos pre-92 de este divertido país. Imágenes vagas, detalles de la vida antes de la inmersión en Internet y de como era todo entonces. Tal vez no las veas en blanco y negro, pero al menos seguro que los colores no andarán muy vivos por esas imágenes mentales.
Hubo un periodo de tiempo en el que aún no escúchabamos Metallica, o la MTV aún no nos había mostrado aquellas maravillas de videoclips de Public Enemy (“can’t truss it“, inolvidable): parecía que el planeta cuñao fuese cada vez más estrecho y no existiese una salida.
Además como geopolíticamente nos tocó quedar del lado OTAN de la vida, el consumo de medios nos trajo grandes obras maestras de la deriva Reaganista del cine. Desfilaban Chuck Norris, Arnold. Salíamos a un mundo cada vez más globalizado y era muy importante aprender a reconocer rápidamente quienes eran los buenos y quienes eran los malos: París bien vale una misa y la hegemonía cultural bien vale unos biceps.
Pero en el año 1990 algo ocurrió. De repente apareció una peli que removía a casi todos los productos bélicos en aquellas postrimerías de la guerra fría simbolizada en la mancha de Gorbáchov y la apertura del primer McDonalds en Moscú. Venía John McTiernan en estado de gracia con el cine de acción. Tras Predator (Depredador) y Die hard (La jungla de Cristal), Hollywood le tenía preparada la adaptación de una de las mejores novelas de Tom Clancy.
¿Cómo podíamos permanecer impasibles? el muro de Berlín ya había caído, parecía que una época se terminaba y nosotros justo entonces entrábamos al mundo. Veíamos banderas rojas, hoces, martillos y estatuas de Lenin decapitadas en casi todos los telediarios. Estábamos preparados para absorber el mensaje en fondo y en forma. Y algunas películas ya habían allanado el camino. Pero esta película parecía ser algo diferente. Para empezar, entre la simbología soviética de época se vislumbraba una construcción lógica, elegante y con sentido: aquello empezaba a molar.
Y es que parecía pintar bien. Para empezar aquel hombre soviético resultaba mucho más digno que el representado en otras producciones. Por supuesto no era aquel ciudadano de Alemania del Este al que hay que enseñar a usar los cubiertos en 1,2,3 de Billy Wilder, ni formaba parte de aquellos torturadores de gente de bien como el Coronel Truman en Rambo. Tampoco eran los crueles invasores de aquella chifladura pro-militarista de John Milius (Red Dawn – Amanecer Rojo, en castellano) y mucho menos aquel extraño e hiératico Arnold Schwarzenegger con sus aventuras en EEUU como agente de la milicia de Moscú en Red Heat (Danko, calor rojo en castellano).
Era un personaje civilizado, que sabía escuchar, leía, usaba cubiertos, andaba tranquilo e incluso tenía un reloj. Era algo así como si el enemigo de repente pudiese tener estatus de persona razonable.
Además el jambo comandaba lo más moderno de la gloriosa flota roja, una verdadera máquina de guerra avanzada: el submarino de Clase Akula tecnológicamente más capacitado (clase Typhoon en el nombrado de la OTAN) e invisible a sonares: era total.
Así que solo quedaba disfrutar de la película. Ahora y entonces, claro, porque no ha perdido ni un ápice de interés. Sigue siendo la menos Ryanista de todas las adaptaciones de las novelas de Tom Clancy (más tarde en la siguiente oleada neocon ya vendrían más producciones acerca del agente de la C.I.A Jack Ryan con desigual fortuna). Una película donde Sean Connery y Sam Neill se niegan a perder importancia y pasan de largo a un Alec Baldwin que bien podría ser un secundario (y prescindible a ratos).
¿Qué tenía? ¿Por qué molaba?
Nos hizo flotar una banda sonora de Basil Poledouris que resultaba tan, tan épica que era capaz de transmitirnos la enorme sensación de bonanza del sueño sociopolítico que pudo ser y no fue. Este señor compuso un himno propio para el submarino ficticio Octubre Rojo y podría haberlo vendido al mismísimo Comité Central del PCUS. Aquello te hacía vibrar, incluso cuando la tripulación entonaba unida el himno de la URSS: eso es molar.
Nos cayó genial un Marko Ramius (Sean Connery) que resultaba ser el más leninista de los leninistas, un traidor con un sentido del honor tan enorme como para dinamitar el sistema desde su misma línea de flotación y jugarse el pellejo por ello. Aunque si bien sus motivos para desertar no quedan tan extensamente justificados en la película como en la novela, sabíamos que tenía la suficiente lucidez como para intuir que aquel sistema podrido de fracaso económico, nepotismo y gerontocracia ya no tenía solución posible. Disculpábamos su alta traición porque lo encontrábamos terriblemente coherente.
¿Qué tiene que eliminar al oficial político? nosotros entonces apenas sabíamos que quería decir eso. Solo con la llegada de Internet y algunos libros de referencia supimos que un oficial político puede llegar a ser un verdadero coñazo cuyo trabajo base consiste en supervisar al oficial y reportar al partido. Y una mala caída con rotura de cuello la tiene cualquiera.
Nos gustaba la peli porque había realizado un gran aporte de valor al género bélico en general y al subgénero de submarinos en particular: una película que desde el inicio maneja los grandes planos, la banda sonora y los ritmos de una manera exquisita.
Y además le dio validez a ese subgénero de submarinos, enseñándonos que en un ambiente claustrofóbico separado por mamparos de metal se podían articular historias con ritmo e interés.
Nos molaba porque nos proporcionó inolvidables secuencias como aquella de la persecución de submarinos (¡Maniobra Loco Iván!)
O aquella otra en la que el oficial Borodin desgrana sus infantiles sueños del futuro en los EEU. ¿Cómo no le íbamos a coger cariño a aquel oficial tan pueril? (pobrecico). “Persecución de submarinos”: Ojo cuidao.
Le cogimos cariño, la quisimos y le disculpamos casi todo. Incluso sus sutiles prejuicios: ya conocemos la secuencia de la entrevista del asesor del presidente Jeffrey Pelt con el embajador Lysenko. A un lado un estadounidense apuesto, joven, sincero y buen comunicador. Al otro un embajador soviético ajado en años que manipula, miente y tiene cierto rollo de viejo verde. Además, interpretado por el actor Joss Ackland, especializado en la interpretación de personajes o gobiernos a-los-que-hay-que-aborrecer ¿nadie lo recuerda como embajador de la Sudáfrica del Apartheid en Arma Letal 2?
También le disculpamos un gran fallo, aunque en este caso a nivel de traducción. Ya en su momento parecía muy extraño que el capitán anunciase la futura destrucción de los EEUU y luego una paradita de relax en Cuba (con alegría de la tripulación y erótico resultado). Resultaba raro que tras bombardear los EEUU luego se fuesen tranquilamente a salir a la superficie a tomar el sol en una zona relativamente cercana. La solución solo la supimos más tarde, ya en la era del DVD con multiidioma, subtítulos y Youtube: en la versión original el anuncio a la tripulación es solo el de realizar un simulacro de lanzamiento de misiles: “We will leave our fleet behind, we will pass through the American patrols, past their sonar nets, and lay off their largest city, and listen to their rock and roll… while we conduct missile drills” ¡Drills! (simulaciones). Menos mal.
Y seguimos disfrutándola de vez en cuando, continúa envejeciendo bien. Siempre es bueno recordar ese mundo anterior cuando todavía existían grandes ejércitos que podían oponerse a otros grandes ejércitos. Antes de la guerra asimétrica. Que empiece la función.
Y que el Octubre Rojo siga molando. Salud, camaradas.
FANTÁSTICO post.Enhorabuena.
Peliculón de culto.El Connery el Baldwin se salen del pellejo.La BSO inolvidable, con momentos totalmente totemicos dentro de la historia del cine.Gran post David.
Quizá la única película de este subgénero que ha trascendido más allá de los que lo amamos, Se debe sin duda a los argumentos que expones. En algún sitio he leído que el himno de la película es una adaptación que hizo Basil Polidorius del himno de la marina rusa para esta película, aunque no se si será cierto)