The killing joke; la review de la versión animada del cómic más popular de Batman (y Joker)
Por Scott Burton
Marvel y DC Cómics son empresas similares, y sin embargo sus resultados son particularmente contrarios. Si bien el universo de animación de Marvel (en cuanto a largometrajes) es penoso, su guía de estilo y su éxito en filmes de acción con actores reales es magnífico. Una estética cohesionada hace que todas las películas realizadas por Marvel Studios puedan ser vistas en orden o aleatoriamente con la sensación de que estamos ante la misma obra, e incluso con joyas como Iron-Man (Jon Favreau, 2008), Los Vengadores (Joss Whedon, 2012) o Civil War (Anthony & Joe Russo, 2016) y otras más olvidables como Iron-Man 2 (Jon Favreau, 2010) o Thor ; el mundo oscuro (Alan Taylor, 2013) todas forman parte de un todo lógico, coherente, con la misma estética y el mismo punto exacto entre diálogos serios y humor que las hacen no parecer ridículas aun con un tono nada pretencioso. Con DC pasa justo a la inversa; su universo cinematográfico con actores reales es -a grandes rasgos- un auténtico desastre, mientras que sus largometrajes de animación son plenamente disfrutables. La culpa del fracaso de DC en sus filmes con actores de carne y hueso se debe a su propio éxito; El caballero oscuro (Christopher Nolan, 2008) fue una película tan exitosa debido al hype por la muerte de Ledger (y a una maravillosa campaña de comunicación) que el mundo acudió en masa a verla, pero aun siendo una obra con mil fallos (dirección, edición y tediosa en un segundo visionado) los números salieron y DC Comics la tomó como referente. De momento, el Superman de Man of steel (Zack Snyder, 2013) estaba triste y la película marchaba en tono de grises. Ya que Superman es la esperanza y casi el hijo de un Dios (no en vano sus paralelismos con la biblia son notables y explícitos) los espectadores queríamos ver ilusión, perspectiva y certidumbre en aquel que bajó de los cielos a salvarnos, pero encontramos a alguien atormentado que necesitaba claramente la visita de un psicólogo. Lo mismo ocurría con la esperadísima Batman vs. Superman (Zack Snyder, 2016); los grises, los planos rimbombantes, un montaje a saltos y una pretenciosidad apabullante (por forzada) acabaron por destrozar la gran esperanza de DC. La cosa es que les volvimos a dar una oportunidad con Escuadrón Suicida (David Ayer, 2016) y de nuevo nos fallaron; nos vendieron a un Jared Leto como reclamo y su presencia es puramente mercadotécnica, por si fuese poco, el resto de la película es un grupo super cool con el que el director y los guionista no saben muy bien qué hacer. De la versión de Green Lantern con Ryan Reynolds mejor no hablar.
Por suerte, el terreno de la animación nos sigue brindando grandes alegrías en DC Comics. De las geniales adaptaciones del murciélago (Capucha roja, Año uno, El regreso del caballero oscuro, Mala sangre, El hijo de Batman, Asalto en Arkham o Batman vs. Robin) a las de Superman (El regreso de Black Adam, Sin límites, Superman vs. La elite o All Star Superman) pasando por Green Lantern (Primer vuelo y Caballeros esmeralda), Wonder Woman (La mujer maravilla) o los largometrajes de Justice league (The new frontier, Crisis en dos tierras, War, El trono de Atlantis pero sobre todo La paradoja del tiempo), la mayoría de ellas superiores a sus hermanas interpretadas por actores reales y estrenadas en cines. Cuanto menos curioso.
Es por todo ello que cuando se anunció la versión animada de The Killing Joke (o La broma asesina en el país de las tapas y la corrupción política) las expectativas eran altas; por un lado se versionaba uno de los cómics más populares de Batman -toda una obra maestra escrita por Alan Moore, dibujada por Brian Bolland y coloreada por John Higgins– y por el otro la capacidad de DC para crear buenas obras de animación. Como suele pasar, el nombre de Moore desaparecía por su negativa a estar en cualquier versión cinematográfica (decisión tomada tras aquello que le hicieron con la película de La liga de los hombres extraordinarios) de cualquier de sus obras y la película avanzaba con buenas sensaciones. Como saben, la historia narra como Batman acude a la celda del Asilo Arkham para hablar con el Joker y al ver que no se encontraba allí lo descubre en un terrorífico parque de atracciones que el guasón ha acondicionado para sí mismo y sus esbirros, todo ello intercalado con flashbacks que nos explican la historia del villano más conocido del universo DC y con algunas escenas de acción sacadas de la manga (ya que no aparecen en el cómic) para dar dinamismo a la cinta.
Con una animación bastante tradicional (aunque no tosca como hemos leído por ahí) la película funciona al respetar gran parte del timing de la obra de Moore, así como sus paralelismos, metáforas y dobles sentidos. Con un lenguaje llamativamente explícito y un tono sombrío, pronto se nos olvida que estamos ante una película de animación para adentrarnos en algo mucho mejor; el universo de Alan Moore en una obra que, si bien no tiene toda la magia y la carga profunda de la obra en que se basa, servirá como aliciente a lectores de todo el mundo para hacerse con el cómic del genio barbudo. Un filme de apenas hora y diez que se pasa volando y que sigue probando que la animación de DC suele estar por encima de sus adaptaciones con actores y sirve como ladrillo a un universo fascinante de dibujos animados cada vez más completo, así como pieza accesible para que los más jóvenes o ignorantes puedan ganar interés en hacerse con un cómic legendario. A la altura.