De Spielberg a Sergio Leone: Almería y el día que estuvimos dentro de la pantalla del cine
Por JD Romero, @JD_Romero23
Lawrence of Arabia 50th anniversary reza en un mural/graffiti pintado sobre una casa de cal en ruinas a la entrada de Carboneras, un pequeño pueblo pesquero reconvertido al turismo de playa semi salvajes y tapas baratas, ya saben, incluidas con la bebida. La tranquilidad del pueblo y sus gentes contrasta magníficamente con el rodaje en sus alrededores de algunas de las super producciones más llamativas de otro tiempo no tan lejano; de Indiana Jones y la última cruzada a Conan el bárbaro o la propia -y maravillosa- Lawrence de Arabia. Y es que cuenta la leyenda que cuando Sergio Leone (maestro de los cánones y tópicos del spaghetti western, para bien y para mal) llegó al desierto de Almeria se quedó boquiabierto al divisar miles y miles de kilómetros de desierto sin postes de la luz ni carreteras. En Almería no sólo está el único desierto real de toda Europa, también era el único hasta la llegada de los plásticos blancos de los invernaderos en no estar consumido y ensuciado por la mano del hombre. Los planos panorámicos y tomas abiertas eran bienvenidas y funcionaban como escenario perfecto para los polvorientos planos de la -supuesta- América cercana a México que incluye chumberas, olivos y todo tipo de vegetación que nos suena y que aparece en clásicos como “La muerte tenía un precio” y otros más de trescientos Spaghetti Westerns. Filtros amarillentos incluidos.
Fue muy cerca de este pequeño pueblo, en La playa de los muertos, donde Spielberg, Harrison Ford y Sean Connery inmortalizaron la escena del padre de Indy haciendo caer un avión nazi asustando a las gaviotas con un paraguas frente a la ya popularísima roca de esta playa. Tanto que a día de hoy es casi imposible acudir a darse un baño a ese lugar debido a la atracción que es para miles de turistas, especialmente franceses por alguna razón.
Pero no todo fue western con capital italiano, alemán y español lo que se hizo en el desierto andaluz, sino muchísimo más. De Rey de reyes a El Cid de Anthony Mann y Charlton Heston, de la Cleopatra inmortalizada por la eterna Elizabeth Taylor a La colina de Sidney Lumet pasando por El último Mohicano, Indiana Jones y la última cruzada, Conan el bárbaro y todo sin olvidar La trilogía del dólar y por extensión Hasta que llegó su hora, obras cumbre del western con nombre de pasta e inspiración para unas seiscientas películas rodadas en el mismo desierto. Orson Welles rodó en Almeria y Steven Spielberg y Arnold Schwarzenegger y Clint Eastwood y Sean Connery y también Bud Spencer y Terence Hill. Cualquier tiempo pasado nos parece mejor y quien sabe que hubiera pasado si Tarantino hubiera rodado originalmente su Django (la película en la que se inspira si está rodada en nuestra tierra) lo que hubiera ocurrido teniendo en cuenta que es el penúltimo gran influencer de Hollywood. Probablemente hubiera servido de estímulo para el rodaje actual de más películas en el desierto de tabernas o probablemente no, pero podría haber significado el homenaje justo a una tierra que ha parido muchas de sus películas favoritas, incluyendo la propia Django, El bueno, el feo y el malo y El día de la ira.
Conducimos algo más de una hora desde Carboneras en coche por puro desierto. Cuando digo desierto me refiero a que vislumbramos miles de kilometros con la vegetación y sequedad más agresiva, algo que puede puede parecer bello a un amante del spaghetti western y que es completamente violento y aterrador para el resto de los humanos. Y es tras estos cincuenta minutos de coche cuando llegamos al Mini Hollywood, poblado construido para La muerte tenía un precio y al que podemos entrar por algo menos de veinte euros. El Saloon/Hotel donde se hospeda el rubio al llegar a la ciudad, el banco de El Paso, la cárcel… todo se encuentra en un estado sorprendentemente bueno para haber pasado cincuenta años desde el rodaje de aquella película y tres décadas desde que muriera agonizante el spaghetti western. Pasear por el mini hollywood es un deja-vu de la historia de un género tan auténtico como extinto, cada esquina y cada edificio nos recuerda a una (o varias) películas y el sofocante calor de la Almería que pretende ser Arizona nos transporta directamente a la época donde los hombres eran hombres y las palabras estaban contadas. Monumento a las leyendas de los duelos al sol.
Saliendo de uno de los escenarios más icónicos del spaghetti pasamos a otro. A unos treinta minutos por carreteras secundarias rodeadas de invernaderos llegamos a Los albaricoques, el pueblo (real, no se trata de un escenario) por excelencia del género. Todo en este pequeño pueblo de apenas doscientos habitantes nos traslada a la historia del cine de las barbas de tres días, el sudor en la frente y las botas de cowboy. Entramos en el hotel-restaurante Alba para encontrarnos con todo un museo sobre El bueno, el feo y el malo, Django, El día de la ira y las más de cien películas que se rodaron en un marco perfecto de casas bajas de cal, la sequedad del paisaje y en el que nos dan una guía donde se rodaron algunas de las escenas más populares de la historia del género. Del círculo de piedras a la entrada a aguas calientes, el tiempo parece no haber pasado en Los albaricoques (y hace ya cincuenta años del boom de los rodajes en la localidad) y si nos quedamos observando la estampa casi podemos ver a Sergio Leone o a Orson Welles dirigiendo la cámara en este pueblo rural cuyas calles llevan ahora los nombres de los pistoleros más rápidos de aquella época. Nos cuentan los vecinos que el spaghetti western trajo buenos salarios para prácticamente todo el pueblo,que hacía de figurante y que trabajar en el cine (aunque fuera como extra) era mucho más estimulante que las labores del campo, y les creemos. Durante el paseo por el pueblo vemos a turistas americanos y -otra vez- franceses. Puede que las cámaras apenas se enciendan en la zona pero el valor de la historia es objetivo e innegable y Almeria no sólo ha servido de marco a algunas de las películas más populares y reconocidas (o tal vez y simplificando algunas de las más entretenidas) del séptimo arte sino que volviendo a los sitios clave uno llega a sentirse dentro de la magia el cine. Lo sentimientos son encontrados, por una parte uno se adentra realmente en un entorno tan auténtico, conservado y evocador de nuestra infancia que no puede sino sentir tristeza al saber que quizás no se le esté dando su sitio a este trozo de nuestra mejor historia. Almería y el día que estuvimos dentro de la pantalla del cine.