La ciencia es el nuevo rock n’ roll
Por Ana Rodríguez, @mmetafetan
¿Es posible pasar e ignorar la presencia de Nowhere Men (Norma Editorial, 2014) en la estantería de novedades de tu tienda de cómics? Yo diría que no, incluso sin haber leído reseña alguna en las webs especializadas y sin saber que el cómic tuvo tres nominaciones a los premios Eisner en 2014 (mejor serie, mejor guion y mejor dibujo) y que ganó el de mejor entintado: su misma portada te llama la atención.
Desde principios del pasado mes de diciembre lo miraba, en alguna ocasión lo hojeaba, pero mi estricta dieta de violencia comiquera (Garth Ennis y su Predicador tienen la culpa) me hacían retrasar su lectura. El caso es que tenía un diseño taaaan bonito. A simple vista, no lo identificas con la estructura clásica de una portada de cómic y sí quizás con la de una revista de música no apta para todos los públicos o de una colección de clásicos de la literatura de los años setenta, conceptual, en tonos primarios; para rematar la jugada, la chica de la portada parece una moderna más que en vez de llevar una camiseta de Sonic Youth viste una que reza la siguiente frase: «La ciencia es el nuevo rock and roll».
Ésa es la clave: pensar la ciencia como una creación para masas. Dade Ellis, Simon Grimshaw, Emerson Strange y Thomas Walker son cuatro jóvenes científicos que deciden fundar World Corp., una gran empresa que pretende cambiar la vida de las personas a través de la ciencia y la tecnología. Todo es tan molón que te podrías imaginar a sus cuatro protagonistas cruzando Abbey Road, pues nada más verlos te recuerdan a los Beatles (los mismos que cantaban la canción Nowhere Man, no hay guiño casual): no sólo es su estética entre finales de los sesenta y principios de los setenta, su actitud de juventud airada, sino que además suponen una revolución dentro del panorama gris de su disciplina. Además, para rematar esa reminiscencia musical, más adelante aparecen los punkis científicos.
Sin embargo, nada es lo que parece. Tras la presentación de los personajes, un incidente con un monstruo y una base espacial contaminada por un extraño virus en un futuro indeterminado, nos rompen los esquemas. Supones que habrá alguna relación, ¿pero de qué va esto?, te preguntas. Y hasta aquí voy a contar del argumento de Nowhere Men porque creo que merece la pena dejarse enganchar por lo que va sucediendo y lo que vas descubriendo, y por cómo sus autores nos lo cuentan, sin tomar por tontos a los lectores, algo que parece que está últimamente de moda.
Esa forma de narrar es uno de los grandes aciertos del cómic: por un lado, las líneas temporales y las tramas, que tienen una representación más «clásica» a través de viñetas, se van entrecruzando de tal manera que absorben al lector hasta el final, pues no sabes muy bien qué ocurre aunque más o menos sospeches qué puede pasar; por otro, el desarrollo de los personajes se convierte en el factor diferencial, pues uno de los aciertos de Nowhere Men es la variedad de tipologías textuales. Capítulos de libros, reportajes de revista, entrevistas, anuncios… que te van desgranando la personalidad de los protagonistas primigenios, especialmente los desvaríos de la nueva era de Thomas Walker y ese cerdo neocon que es Simon Grimshaw.
La edición española engloba en el primer volumen los seis números que se publicaron en Estados Unidos. Un dato curioso pues entre la irregular periodicidad (hasta el cuarto número salía de forma mensual pero posteriormente se fueron distanciando los números) y los cambios de tiempo y de hilo argumental debían generar desconcierto entre los lectores. Leídos en conjunto, como ocurre en la edición española, te engancha de tal manera que estás deseando atar cabos y avanzar trama para saber qué ocurrirá: una ansiedad controlada, eso sí, que no creo que se llevara demasiado bien con el hecho de no saber muy bien cuándo podrías proseguir con la lectura.
El editor de Image Comics, Eric Stephenson, es el guionista del Nowhere Men, mientras que la parte visual es obra de Nate Bellegarde, Jordie Bellaire y el estudio Fonografiks, el cual se merece una mención aparte pues es el encargado del aspecto gráfico del cómic, de sus maravillosas portadas y de los «textos de apoyo»: uno de los hallazgos narrativos del cómic, sin lugar a dudas. Sobre el dibujo, he reconocer que al principio me desconcertó: el dibujo de Bellegarde y el entintado de Bellaire me pareció un poco esquemático, por decirlo de alguna forma. Esquemático, centrado en las acciones, parco en detalles: me recordaba no sé por qué a las ilustraciones de los métodos de idioma. Sin embargo, a medida que avanzas la lectura, te das cuenta de que tiene el tono perfecto: directo, sin alaracas, específico. El futuro siempre lo pensamos minimalista y así es la ilustración, en la que además vamos encontrando más detalles de los que creemos en un inicio, que también nos cuentan historias.
En definitiva, una lectura más que recomendable por si a alguien no le había quedado claro, aunque debo hacer una advertencia: el tomo queda «cerrado» pues los diferentes hilos se convierten en un tejido, pero te deja con ganas de más, ya que tal y como queda sabes que es sólo el inicio, el planteamiento base para un desarrollo posterior. Sin embargo, esta continuación es una incógnita: ni Stephenson ni Bellegarde hablan de ello y tampoco ayuda el hecho de la distancia que hubo entre las dos últimas publicaciones (6 meses).
En julio de 2014, rompió el silencio Nate Bellegarde y se atrevió a hablar de su estado anímico (asuntos familiares y la bomba en la maratón de Boston le dejaron tocado) y del estado en que se encuentra la narración en esta actualización de Tumblr. ¿Próxima fecha? Difícil saberlo, pero esperemos que mejore y que podamos seguir disfrutando de esta prometedora serie.