Whiplash: cargando la batería
Por JD Romero, @JD_Romero23
“Sin disciplina, no hay vida en absoluto”
-Katharine Hepburn
Hay películas sobre temas que uno ama pero que no te apasionan y películas sobre temas que uno ignora y que acaban por conmoverte. Whiplash es lo segundo.
Nunca he sido un fanático del jazz, tengo algunos discos de Miles Davis, John Coltrane o Charlie Parker, y ahí se acaba mi colección (y mi conocimiento). Digamos que poseo álbumes de jazz (cd’s y algunos vinilos) porque es el género de música perfecto en determinados momentos, el que puedes oír mientras dedicas el 99% de tu concentración a otra cosa. Ojo, no es que no sea un género delicioso y digno de zambullirse en todas y cada una de sus notas, pero si uno pone un álbum de Wu-Tang clan de fondo para lo que sea que vaya a hacer lo más probable es que las estridencias se acaben metiendo en tu paz interior para transportarte a sitios más oscuros o, en cualquier caso, distintos.
Whiplash cuenta la historia de Andrew Neiman, un joven y tremendamente ambicioso batería de jazz que ansía triunfar como tal. Neiman estudia en un elitista conservatorio de música y, marcado por el fracaso de su padre como escritor, posee sueños de grandeza en el terreno musical. Cuando Terence Fletcher (el profesor más talentoso y duro del colegio) lo asciende para trabajar con su grupo la vida de Neiman cambiará para siempre, y es que la palabras disciplinas y dureza cobrarán un nuevo sentido. Neiman se verá en una encrucijada, por una parte comenzará a hacerse realidad su proyecto de acercarse a los grandes, por otra el precio a pagar será mucho más caro de lo que pensaba. Incluso para un alumno sin excesivas habilidades sociales que llega al punto de dejar a su novia para intentar ser el mejor en lo suyo.
Hay pocas películas en las que todo parezca ensamblar al completo, desde el casting a la dirección pasando por la música o el guión. Whiplash es una de esos pocos filmes en los que el puzzle encaja tan bien que se nos haría raro el simple hecho de imaginar a otros actores o directores trabajando en ella. Tanto la actuación de Miles Teller (joven protagonista del filme) como la magistral lección actoral de J.K. Simmons (que se come la pantalla y roba la película al resto) son perfectas. La actuación de Simmons nos recuerda a la del sargento Hartman de La chaqueta metálica en versión profesor de colegio de música. Su actuación podía haber sido mucho más simple y casi caricaturesca, pero el actor sabe perfectamente donde está el límite entre la sobreactuación y la credibilidad. Simmons sitúa al espectador entre la crueldad de su personaje y el don de la enseñanza (por distorsionada que éste sea), el sacar lo mejor de cada uno mismo o el goce por el dolor ajeno en una actuación que será recordada por los siglos de los siglos.
Podríamos decir que la imprevisibilidad es una de las grandes virtudes de la película, justo cuando crees que sabes lo que va a pasar la historia te da una sorpresa, pero sin artificios de guionista amateur o trampas de baratillo, todo funciona en una película en la que encajan a la perfección sus personajes y su historia.
Ver Whiplash es un acto de hipnotismo aunque tengas el mismo conocimiento del género musical del que trata (o de tocar algún instrumento) que de hablar suajili con fluidez. El director Damien Chazelle alarga su famoso cortometraje (en que se basa esta película) sin efectismos pero con tenacidad y brío, sabe donde colocar la cámara, como moverla y donde cortar cada plano de modo que queramos que nunca acaben los conciertos y ensayos que se dan en el filme. Sí, vuelvo a repetir, aunque odies el jazz.
Chazelle expresa de algún modo la fisicalización del músico de carrera, ya que no teme enseñar sangre cuando las horas de práctica han sido demasiadas, perfilando la realidad del artista semi profesional más allá de la mitificación y deshumanización de los mismos que vemos en los mass media.
Parece increíble que el film se rodara en tan sólo diecinueve días viendo lo perfecto de su ejecución, y es que la cinta es una sencilla historia tremendamente rica en matices, lecturas y tensiones psicológicas. Una película sobre un batería de jazz que es bastante poco ruidosa en cuanto a fuegos de artificio se refiere y que representa un monumento histórico para J.K. Simmons.
Whiplash es la clase de película que no está realizada para conectar con todo el público, pero que lo hará para siempre con los que logren empatizar y ver su textura y riqueza en una historia sencilla a simple vista. Damien Chazelle ha convertido su cortometraje ganador en Sundance en una brutal obra que dará para largos y extensos debates.
Tiempo al tiempo, just my tempo.