Depredador: el cazador que vino de las estrellas
Por Toni García Ramón, @tgarciaramon
Hace muchos, muchos años, Arnold Schwarzenegger era una gran, radiante, descomunal estrella de cine. Cualquier producto con su nombre era un triunfo seguro: Conan, Comando, Terminator, Desafío total, Los gemelos golpean dos veces y –por supuesto- Depredador.
Por eso, cuando en 1986 John McTiernan presentó a los estudios Fox la idea de una película sobre un alienígena que viene a la tierra a cazarnos, por pura diversión, lo único que éstos le dijeron (después de dar luz verde al proyecto) es que el reparto debía encabezarlo un actor austriaco llamado Arnold Schwarzenegger. McTiernan, un director superlativo que triunfaría a lo grande unos años después con la saga de La jungla de cristal, era en aquellos momentos un novato sin demasiado poder de decisión y no opuso demasiada resistencia.
Así fue como se gestó Depredador (Predator, 1987), una historia que a priori ofrecía atractivos limitados y que tenía un presupuesto medio. Los efectos especiales iban a tener que ser artesanales y el filme una action-movie con todas las letras, llenas de actores grandotes y amenazadores que supusieran buena carnaza para el extraterrestre pero que resultaran intimidantes para cualquier criatura terrícola.
McTiernan, más listo que el hambre, optó por una película opresiva, atmosférica, situada en una jungla más espesa que un iceberg y con un enemigo casi invisible, que no caza a campo abierto sino que disfruta de jugar al gato y al ratón. Esa contraposición entre la inteligencia del alienígena y los métodos (más bien rústicos) del pelotón encabezado por Schwarzenneger representa uno de los grandes aciertos de una película capaz de brillar entre el ruido de las metralletas, con algunos diálogos sacados de una película de horror: “Billy, esa cosa nos está cazando, uno por uno” le dice el fornido austriaco al indio que hace las veces de rastreador del grupo. “Vamos a morir todos”, le contesta éste.
La facilidad del realizador con la cámara (siendo uno de los directores modernos que mejor ha utilizado –y entendido- el uso del zoom) y un montaje medido y preciso aupaban la película a clásico de culto en las semanas posteriores a su estreno, entre algunas críticas que no comprendían la parodia que la propia película hacía de los filmes de acción de toda la vida, entre músculos sudados y tipos manejando un bazooka con el meñique. Ese sentido del humor (obvio en escenas como la que da inicio a la película con ese saludo/pulso entre los personajes de Schwarzenegger y Carl Weathers) y el trepidante ritmo (que empieza con una misión clandestina y acaba con una huida frenética, a lomos de un helicóptero) de una cinta filmada con la precisión de un cirujano son lo que separan a Depredador de los típicos productos de explotation que uno puede ver un domingo tarde en una televisión cualquiera.
La inteligencia del planteamiento, radica no solo en su extraordinaria ejecución sino en la manera en que pervierte los tópicos para llegar a un desenlace en la que las armas son inútiles y la astucia es lo único que puede proporcionar la victoria al humano en su lucha contra una especie netamente superior en el plano tecnológico. Siguiendo aquella frase de Albert Einstein, “no sé con qué armas se luchara la Tercera Guerra Mundial pero se con cuáles se luchará la cuarta: con palos y piedras”, el tercer acto de Depredador se dirime en un territorio que remite a tiempos antiguos, al barro y a la piedra. Ese mensaje de involución donde la victoria se fragua en el fuego que iluminó a nuestros ancestros en lugar de en el universo de las balas y las granadas de mano, podría parecer profundamente anti-climático cuando en realidad es de una belleza insólita.
De toda aquella avalancha de títulos donde el protagonista acababa con el torso desnudo luchando contra innumerables enemigos, Depredador es (junto a Terminator) la que mejor ha soportado el peso del tiempo. De sus secuelas, numerosas, mejor no hablamos.
Buen artículo. No se escribe demasiado sobre esta película,una de las que más veces he visto en mi vida desde chico.
La mejor película de McTiernan bajo mi punto de vista, mejor que las que vinieron después. Gracias por el artículo.