Rick, Morty y unas vacaciones llenas de aventuras con el abuelo
Por David Rodríguez, @davidjguru
¿Te gusta la ciencia-ficción? ¿Te mola la fantasía? ¿Naves espaciales, monstruos de otras dimensiones, investigaciones y misterios? pues deja esa mierda de Stranger Things y sus planos clonados y pásate a Rick y Morty. ¿Por qué? porque si vas del rollo nostálgico, esto sí que es droga dura. Pero atentos y atentas, que la nostalgia es una trampa.
La nostalgia como identificación idealizada de un tiempo que en realidad no llegó nunca a ser es esencialmente una terrible embustera. Pero hay mucho más en su uso transmedia cuando se crean contenidos dedicados a operar a través de ella: tienes a tu disposición N telenovelas que vienen a contar los agradables tiempos de una horrible posguerra, o el enfoque de un jefe fascista como galán romántico. Y luego está Cuéntame.
Es así como la nostalgia se vuelve y nos vuelve reaccionarios, anclados, mientras borra y reduce la historia cruzada con ciencia -la que depende de pruebas, documentos y fuentes- y blanquea en nuestras cabezas un pasado lleno de basura para generar una trampa cognitiva, una suma de nuevas interpretaciones amables que preparan el asalto al porvenir. Esto no es trivial, ya que desde un punto de vista imaginativo -y esto lo sabe la mediología bastante bien- limita la capacidad creativa de soñar y definir otros mundos posibles, otras vidas que querríamos vivir. Desde el amarre “hacia atrás” nos es cada día más difícil canalizar energías a aspirar a algo que resuelva nuestra tensión creativa. Si cuando ves eso de “Yo fui a EGB” piensas que los 80 fueron para ti heroína, delincuencia y conflicto social, tú eres la resistencia. Tú deberías ver Rick y Morty.
Y cuando termines, cagarte en ella.
Porque eso es precisamente lo que una serie como Rick y Morty hace principalmente: cagarse en la nostalgia. De hecho, echando la barra de progreso hacia atrás, ya vemos que el elemento fundacional de la serie es una puñalada sin compasión en el estómago templado de los cultos a mierdas sin valor que nos colaban mientras Reagan destrozaba el mundo. Estamos hablando de un cortometraje maldito de animación llamado “The Real Animated Adventures of Doc and Mharti”, una versión punk y bizarra de la hortera pareja original que protagonizaba “Regreso al Futuro” y hecha con la intención manifiesta de que “It was designed to annoy Universal’s lawyers” en palabras de su propio creador, el puto Justin Roiland, que tomó esa sacrosanta obra de la nostalgia ochentera y creo un ponzoñoso relato breve donde Doc le exponía a Mharti que la única solución para poder salvar el espacio-tiempo era que le chupase los huevos. Y este lo hizo. No es broma, está disponible en Youtube y en Vimeo.
Esta degenerada y mucho más interesante versión de la extraña relación entre un creativo anciano soltero y un rijoso post-adolescente tuvo su momento de gloria (es un decir) y lucimiento en el Channel101, un extraño evento creado por Dan Harmon and Rob Schrab y destinado a la animación libre realizada por skaters reciclados y juventud enferma donde de vez en cuando los canales y productoras se animan a bucear para comprar ideas a precios baratos e incluso contratar a elementos susceptibles de ser corregidos para la televisión-decente. Era el año 2006 y estas son las palabras de Justin Roiland:
“At the time (October 2006) I had nothing to lose and my original intention was to call this “back to the future: the new official universal studios cartoon featuring the new Doc Brown and Marty McFly” and then I’d just sit back and wait for a letter from their lawyers to arrive. That’s actually why it’s so filthy. I was just looking to “troll” a big studio.”
Así que el troll, consiguió (parcialmente) su propósito: no recibió demasiadas denuncias, pero hizo que le explotase el cerebro a Dan Harmon, que en cuanto fue expulsado de su propia serie (Community) recibió una propuesta de Adult Swin para trabajar en algo de animación. De inmediato contactó con Roiland y se pusieron a trabajar en un piloto para un nuevo enfoque “más familiar” de esa versión Punk de Doc y Marti McFly, de donde salió esa joya admirada que es actualmente “Rick y Morty”. Pura infrahistoria de la televisión minoritaria.
¿Cómo? ¿Qué todavía no has visto la serie?
Para quienes todavía no hayan degustado este suculento plato lleno de matices e ingredientes disparados desde una ametralladora de combate instalada sobre un coche que corre a más de ciento veinticinco millas por hora dentro de un derbi de demolición y antes de que termine chocando y en franca caída libre por la que andan sus capítulos de la tercera temporada, más vale rendirle un homenaje en forma de escupitajo mientras todavía siga viva. Las valoraciones de la audiencia no dejan lugar a dudas: se va desinflando. Así que si preferimos que muera a tiempo y deje un bonito cadáver (y no vivir una penosa decadencia como Los Simpson), yo me ofrezco para ir tecleando su puto panegírico sin concesiones.
Rick y Morty trabajan duro y a un ritmo frenético para sintetizar lo peor y lo mejor de la ciencia ficción de las últimas décadas en una dicotomía constante entre lo que según ellos puede ser valorado positivamente y lo que debe ser despellejado sin fisuras, en la gestión de una nostalgia arbitraria, subjetiva y criminal según para que tipo de obra “consagrada”. Destrozan, desnudan y exponen las vergüenzas de ciertos productos del género (¿He dicho ya que se manejan sobre las coordenadas de la Ciencia-Ficción?) atizándoles con ganas y lo hacen de manera explícita…no os perdáis el capítulo dos de la primera temporada: Lawnmower Dog (creo que lo llamaron “Invasión canina” en castellano, en un claro alarde de creatividad traductora), donde le zurran la badana a la sobrevalorada Inception de Nolan (Sí, ese Christopher Nolan de los malditos Batmans hiperdramatizados para el cuñado medio) mientras a la vez rinden un homenaje brutal, artístico y absolutamente respetuoso con una obra referencial tan importante como “El cortador de cesped” (The Lawnmower Man), de 1992 y dirigida por Brett Leonard con guión de Stephen King. Una película considerada como una obra menor y minusvalorada por la crítica que contiene más advertencias sobre los riesgos de la inteligencia artificial y su propia autoconsciencia que la mayoría de pelis del género en general y que Trascendence en particular. También tiene la mejor interpretación de Pierce Brosnan en toda su carrera artística, pero esa ya es otra mandanga.
El caso es que Rick y Morty funcionan casi siempre de manera parecida: si es explícito es que es una puta mierda, pero si es implícito (o al menos no es verbalizado o no es facilmente identificable a simple vista), entonces es un claro homenaje lleno de respeto y valoración. Atentos y atentas porque en Rick y Morty existen siete millones de referencias, homenajes y conexiones por cada nano-segundo: juntos, un abuelo y un nieto (a los que se suma su nieta Summer) recorren mil dimensiones diferentes, otros universos, planetas, galaxias y diversos rincones del cosmos en un platillo volante creado por el genio chiflado del alcohólico granpa y comparten mil aventuras que pueden ir desde romper el espacio-tiempo, visitar a un universo alojado dentro de la batería de su propia nave, o hacer sexo desenfrenado con una mente-colmena que tiene como misión dominar el universo conocido. Y hasta para esta entidad llamada “Unidad” el abuelo Rick Sánchez termina siendo demasiado (como para todos nosotros). Rick es el abuelo, una especie de científico loco egoista, ególatra, mentiroso aunque a la vez brutalmente sincero y a ratos incluso ladrón: cuadraría bastante bien con el rol de nuevo héroe que la mediología le intenta conceder a los sociopáticos emprendedores tecnológicos de Silicon Valley e incluso parece mantener ese estatus “cool” acuñado últimanente de que cuanto más grumpy y más borde seas, más interesante eres; ya saben, esa mierda del geek is the new sexy. Rick es un atribulado inventor al que nada ni nadie parece importarle. Tal vez porque realmente es una figura a la que estamos acostumbrados, esa del maestro anciano y algo extraño que se sirve de un discípulo joven como una herramienta a la que explotar para sus propios fines: vimos la misma relación utilitarista entre Obin-Wan Kenobi y Luke Skywalker o con las figuras “clásicas” del Doctor Who. En ese sentido, el pobre Morty no ha dejado de ser nunca un peón sacrificable por parte de un anciano trastornado. Como debe ser. Tal vez se lo disculpemos todo al abuelo Rick porque como proclama el interesante cómic “Nowhere Men” de Eric Stephenson, la ciencia es el nuevo Rock’n’ Roll. Y bajo cierto punto de vista es el comportamiento exacto del granpa: una octogenaria estrella de Rock caprichosa y egoista. ¿Alguién ha dicho Mick Jagger? el abuelo Rick baila parecido cuando se anima demasiado. Ojo a esto.
Ricky y Morty recorren cualquier reducto de la existencia a velocidad absurda, asumiendo de manera frenética historias y referencias que van desde Star Trek hasta La Guía del Autoestopista Galáctico pasando por el mejor Roger Corman de los 60 con su serie de adaptaciones de Edgar Allan Poe protagonizadas por Vincent Price ¿Recordáis el capítulo de la tienda de objetos malditos del demonio al que vence nuestro inventor alcohólico? Exacto. Pero cuanto más le pedimos a la serie, más nos sigue dando. Porque hasta para hacer buenos refritos hay que tener capacidad. No es extraño disfrutar incluso de una leve capa de existencialismo vital que es puro Sartre. Atentos.
Vimos como Morty le exponía a Summer el absoluto vacío de propósito de la existencia: “Nadie existe a propósito, nadie pertenece a ningún sitio. Todos vamos a morir. Ven a ver la tele.” Al fin y al cabo, el timorato nieto es presa de sucesivas crisis existenciales y no deja de hacerse preguntas. El atribulado abuelo es alguien que ha aceptado la insondable insignificancia en el plano universal, y está dispuesto a experimentar hasta el final sin hacerse más preguntas.
Seamos sinceros, el Universo es demasiado grande como para preocuparse por cosas pequeñas.
También vimos como el Robot que pasa mantequilla se atrevía a preguntarse acerca de su existencia.
E incluso como se enterraron a si mismos en uno de los finales más oscuros de la serie, considerado el Emotional Ending de referencia en este serial de animación:
Rick y Morty no se hacen específicamente contra-hegemónicos, ni sirven para contra-articular respuestas a la ideología dominante (reinan el nihilismo y el cinismo más absoluto, por lo que todo tiende a un cierto idealismo filosófico más cercano a un solipsismo voraz que a una matriz colectiva). No manejan posibilidades emancipadoras, una misión manifiestamente crítica acerca del mundo sobre el que planean, pero nos hacen mover el caletre y esto de alguna manera contiene un caldo que nos permite disculparlos y dejarnos envolver en su construcción chiflada. Los tropos narrativos -en su mayoría- están ampliamente trabajados y los hipotextos son más que interesantes. En resumidas cuentas ¿Qué le pedimos a una ficción? ¿Qué le exigiríamos a una serie de animación? esencialmente que nos involucre, que nos divierta y si es posible y para hacerla perfecta, que nos haga pensar, que nos agite. Y esos tres principios Rick y Morty los cumplen a la perfección. ¿Habéis decidido ya cuál es vuestra hipótesis acerca de la existencia del señor OjeteSucio? ¿es otro de esos asquerosos parásitos mentales que está generando un recuerdo dentro de un recuerdo para salvarse de la purga? ¿Se trata de un capítulo que directamente vive dentro de una dimensión alternativa y la serie nos lo ha colado? Son demasiadas preguntas a una serie que solo responde las que directamente les viene en gana. Así que mejor revisar una y otra vez sus capítulos, disfrutarlos, tomar notas con una libreta al lado y prepararse para miles de historias alucinantes.
¿Quién no ha querido alguna vez irse de aventuras con el abuelo?
La serie es la penepolla, en un mundo de mierda a veces me pregunto quien dio luz verde a algo tan maravilloso.
Rick and Morty es sencillamente una de las pocas razones para ver la tele hoy en día, si no la única.