Schwarzenegger: Commando, cuando los hombres eran hombres
Por Francis Rivilla, @FRHdFcS
Hubo una época en que los hombres tenían que serlo de verdad. Al menos bajo el estándar de barba de dos días, afición a la cerveza y gestos de macho alfa. Eran unos tiempos en que Cristiano Ronaldo o tu vecino el que va al gimnasio y aspira a entrar en el ejército español no hubiera tenido ningún éxito en Hollywood (y si somos objetivos veremos como en realidad ahora tampoco). De Jason Statham a Vin Diesel o The Rock nuestros nuevos héroes de acción (o los de la última década) gastan calvas, movimientos toscos y maneras bastante alejadas de lo que vemos en esta nueva legión de analfabetos que pueblan nuestras calles y programas de televisión. Y aun así, son bastante más moderados en esa imágen de hombre entre hombres que la que tenían Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone, Dolph Lundgren o incluso Bruce Willis, porque se podía ser un héroe de acción si tenías esa seguridad en la mirada y si encima tenías unos biceps como un portaaviones, mejor. Digamos que se alejaban de ese amaneramiento que ahora tanto vemos y que parece estar de moda (repetimos, no en los héroes que triunfan en el cine con base en California) y eso no quiere decir que fuese mejor o peor, pero era lo que había.
La nostalgia es muy peligrosa, y eso lo sabemos bien en Can it be all so simple ya que el 50% de nuestro contenido es retro. El recuerdo que tenemos de muchas películas se desmorona cuando las volvemos a ver y aunque hay muchas de ellas que aprueban con el paso del tiempo (los grandes clásicos de los que hablamos y hablamos). Lo que tenemos claro es que esas figuras icónicas de hombres musculosos y casi gigantes que hacían el bien nos hacían sentirnos seguros y quizás era casi lo único que le pedíamos a ese cine. Esos tipos mezcla de actores y de luchadores de wrestling sabían hacer justicia con una mirada y nosotros sabíamos que tomarían la decisión correcta en cada situación y que saldrían victoriosos de cada encrucijada. También teníamos claro que a partir de la segunda mitad de la película nuestros héroes empezarían a repartir justicia a base de mamporros y que daría igual que fueran dos o dos mil los enemigos a batir, no serían obstáculo.
Hay películas que te evocan otros tiempos, quizá mejores o quizá peores, pero nos transmiten esa magia del heroísmo de carne y hueso y de nosotros en nuestra niñez frente a la televisión, soñando. Hay títulos que te evocan objetos de una vida pasada, títulos que aún no siendo merecedores de ningún galardón especial siempre tendrán un sitio en tus listas top-no-sé-cuántos que tanto amamos redactar. Películas que estarán siempre unidas al sentimiento VHS (o incluso BetaMax), a luces de neón rosa con clase, a chaquetas con hombreras exageradas, a cines de verano, a vídeos comunitarios y a héroes para nosotros, los niños que crecimos en un barrio como el tuyo. Toda esta parafernalia que hoy día se puede ver obsoleta e incluso ridícula pero los que vivimos esa otra época miramos con ojos melancólicos. Commando es una de estas película sin lugar a dudas y sólo hay que echar un vistazo a su portada, esa portada que te decía “alquílame“. Recuerdo haberla visto más de una docena de veces el mismo verano que salió en video y no la habia vuelto a ver casi desde entonces. Ha sido una maravilla poder revivir esta película con los ojos del niño que la ve por primera vez.
Fue precisamente en los años ochenta cuando Arnold Schwarzenegger se forjó una carrera como héroe de acción en el cine debido casi en su totalidad a su físico (si nos ponemos a recordar el palmarés de Arnold en el mundo del culturismo tendríamos que dividir este artículo en dos) y en parte a la dicción del idioma de Shakespeare (debido a su fuerte acento austriaco), muy lejos de ser perfecta; nadie se atrevería a darle un papel dramático con ese acento tan cómico (otra de las cosas que nos hemos perdido en muchos años con el doblaje de las películas). Desde 1980 encadenó varios éxitos de taquilla incluyendo las dos entregas clásicas de Conan, Red Sonja y el papel que le ha dado fama internacionalmente: The Terminator. Todo parecía apuntar que Commando iba a ser una bomba en taquilla. A partir de aquí vienen los SPOILERS (de una peli que se estrenó hace 30 años).
Y es que el argumento del filme es bien simple: al pobre coronel retirado de las fuerzas especiales John Matrix (genial el nombre del personaje interpretado por Arnold Schwarzenegger) le secuestran a su hija (Alyssa Milano, con un peto vaquero y solo doce años) para forzarlo a salir de su retiro en las montañas para hacerle el trabajo sucio a un ex-dictador de un país centroamericano. Al término de la misión le devolverían a su hija sana y salva. Como es de esperar, el bueno de Johnny se las sabe todas y acaba descubriendo con la ayuda de la chica de turno (Rae Dawn Chong) la guarida del malvado aspirante a presidente de república bananera y de su pequeño ejército. Un guión lleno de topicazos, escrito en dos tardes (suponemos) para gloria del fornido futuro gobernador de California. El desenlace, como os lo podéis imaginar, acaba en masacre y venganza por parte del padre del año que rescata a su hija antes de tener un trágico desenlace.
Esta película no pasará a la historia por sus diálogos. Parece que el guión está ideado para que Arnold solo suelte una frase en cada escena. Posiblemente a esta altura de artículo llevemos más palabras que en todo el guión ideado para Schwarzenegger. Lo mejor es que cada frase es lapidaria con el contenido más típico del cine de acción de la época.
En esta película el número de enemigos muertos es incontable y con un gasto de balas ínfimo por parte del héroe, no así por el ejército maligno vestido enteramente de negro. Los pobres no atinan a darle a Arnold que nunca ha sido un tío de complexión compacta. Lo podremos llamar síndrome del Equipo A. A nivel de efectos especiales no sobresale sobre la película de acción media de la época con un gasto importante en pirotecnia. Commando, una película resultona hecha a medida del icónico Arnold Schwarzenegger. Si después de ver la película no se te ocurre tomar una Mirinda o buscar una cabina de telefonos es que posiblemente no te tocaría vivir de cerca una época dorada del cine, donde incluso los títulos malos son tan malos que llegan a ser buenos. Llámalo nostalgia, llámalo el carisma de Arnie o llámalo que nos hacemos mayores.