True Detective: Carcosa sí es país para viejos
Por David Rodríguez, @davidjguru
-Marty Hart: Entonces, ¿Qué mierda te contó Ledoux?
-Charlie Lange: Dijo que había un lugar al sur donde todos esos tipos ricos iban a adorar al diablo o algo así. Dijo que sacrificaban niños y esas cosas. Asesinaban a mujeres y niños, y contó algo sobre un lugar llamado Carcosa.
–True Detective, capítulo cuatro (Who Goes There)
True Detective, capítulo cinco (The Secret Fate of All Life). En el tramo que va de 1995 a 2002. Martin Hart y Rust Cohle asaltan silenciosamente la zona donde reside Reggie Ledoux realmente sin hacer ruido ni despertar la atención de los ocupantes. La operación resulta técnicamente impecable. Hasta que alguien pierde los estribos. Justo en ese momento Ledoux le dice misteriosamente a Rust Cohle “I saw you in my dreams. You’re a priest, too. I know what happens next. You’re in Carcosa now” y se produce inmediatamente su fundido a negro. Se pierden en un instante todas las posibilidades para hacer que el traficante se explique y pueda darse a entender. ¿Carcosa?
Rust Cohle y Martin Hart participan sin saberlo (¿Sin saberlo?) en la construcción de una gran historia que entre otros fines constituye un relato sobre las historias que nos contamos a nosotros mismos, a los demás, al mundo. De la credibilidad y la falta de asunción de la verdad cruel y directa de las que nos libra la capacidad para articular nuestro propio relato, el que tendemos a creer a pies juntillas para no tener que sentir el vacío absoluto que nos dejó el asesinato de los dioses antiguos. Se supone que andan cerca de Carcosa, pero todavía no saben que quiere decir el enigmático nombre. De hecho no tendrán una visión aproximada hasta varios capítulos más tarde.
El nombre del extraño lugar va apareciendo poco a poco, como pequeñas semillas diseminadas a lo largo de la serie que van germinando a lo largo de la trama hasta alcanzar un clímax en el tramo final: Carcosa aparece en los diarios de Dora Lange. Carcosa, el rey amarillo y las estrellas negras.
Todo apunta paso a paso a ese desenlace final en el oscuro escenario de esa vieja ciudadela mostrada magistralmente por los creadores Pizzolatto y Fukunaga, aunque el auténtico reconocimiento a la inclusión de Carcosa en True Detective hay que entregárselo al creador de la historia, Nic Pizzolatto. Si amigas y amigos Carcosa es un viejo recurso, un signo utilizado a lo largo de una larga tradición de cuentos de ficción de la literatura universal que por arte y magia de la adoración que el creador de la serie tiene por los clásicos (antiguos y actuales) del cruce entre cuentos de terror con la llamada ‘Weird Fiction’ y algunos trozos del gótico sureño de los Estados Unidos. Carcosa es una herencia y un préstamo a la vez que recibe y administra Pizzolatto con el que homenajea a una larga tradición de creadores de ese terror estratégico, del miedo entendido como la superposición de grandes acciones y grandes visiones del cosmos sobre la insignificante figura del ser humano. El pánico inducido por antiguos dioses dormidos, la presencia oculta del horror que duerme bajo la alfombra sobre la que pisamos. Ese terror que no vemos, que no nos toca, pero que nos hace enloquecer progresivamente. Si trazásemos la línea historíca y literaria que sigue el concepto ‘Carcosa’ a partir de su último punto dentro de este magnífico artefacto cultural que resulta ser ‘True Detective’ y en dirección descendente, tendríamos a la fuerza que viajar a lo largo de las biografías de grandes contadores de historias: Pasaríamos por Thomas Ligotti, por Laird Barron, por Chambers, por Lovecraft hasta llegar a su creador, el arquitecto de la primera Carcosa, el hombre que concibió el primer mito difundido sobre el lugar: Ambrose Bierce.
Y a todos ellos rinde tributo Pizzolatto. Y a todos ellos ha leido, admirado e intentado integrar en la construcción de los mejores ocho capítulos del año 2014 y de parte de historia de la televisión. Como suele confirmar en las entrevistas, a todos los considera un parte fundamental de su inspiración y de sus referencias. Pizzolatto no inventó Carcosa, pero la ha actualizado.
Desde el extremo opuesto del camino de la ciudad extraña y alcanzado ya su origen es una parada obligatoria detenerse en su creador y escultor responsable de modelar en la cultura popular los términos de uso y características del angustioso lugar. Al fin y al cabo lo que mejor puede ayudarnos a comprender el concepto de Carcosa tal vez sea la propia singularidad de su creador. Ambrose Bierce.
Cruce de militar con periodista, hijo de una extraña familia de calvinistas, militar en la guerra de secesión estadounidense y cronista de cierta parte de la historia de la construcción de los Estados Unidos tal y como lo conocemos hoy día. Un experto rastreador de la frontera que se afanó en contruir para nosotros un concepto de frontera entre lo real e irreal, entre lo vivo y lo muerto, entre lo conocido y lo extraño. A fin de cuentas si su creador fue (entre mil cosas más) un atribulado explorador de los territorios indios, no resultaría descabellado asumir Carcosa como un sitio de paso entre dos mundos, pues al fin y al cabo es la principal utilidad que ha donado a la literatura.
Hombre de acción al que diversas heridas de guerra no le impidieron seguir viajando, renunciar a un matrimonio, sobrevivir a sus tres hijos, o en última instancia incorporarse a las filas del ejército de Pancho Villa como observador y cronista. Y ahí se pierde su rastro. Nada más. Ni una sola pista. Como apunte final apenas quedan algunas leyendas en los pueblos que hablan de un gringo viejo y su posible fusilamiento. Pero solo eso, leyendas.
«Adiós. Si oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mexicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que esa es una manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad, o a la caída por las escaleras de la bodega. Ser un gringo en México. ¡Ah, eso sí es eutanasia!»
-Ambrose Bierce, en una supuesta carta de despedida a sus familiares.
Su cuerpo nunca fue encontrado y un novelista llamado Carlos Fuentes se atrevió a imaginar los últimos días de Ambrose Bierce en México en un relato que fue luego adaptado al cine y titulado ‘Gringo viejo’. Pero seguro que Gregory Peck (el protagonista que interpretaba con muchas licencias a Bierce) nunca leyó “El diccionario del diablo”.
Este fue el hombre que nos legó un nuevo concepto de frontera y que a menudo viene a interpretarse como un espacio físico, una localización, un emplazamiento. Aunque en realidad el concepto ‘Carcosa’ tenga mucho más que ver con el no-espacio, con la ausencia por negación del tiempo en un vórtice que a modo de frontera transforma a la persona en necronauta.
Carcosa se invoca normalmente como una última estación para seres conscientes de su próxima desaparición, que en un acto final despiertan sus instintos más imaginativos lanzando una última pulsión creadora dentro de esa zona intermedia de transición.
Dicen que en los momentos finales, la ilusión se desata y dar lugar a excelentes ejercicios artísticos, en ese sentido el relato fundacional del autor “Un habitante de Carcosa” no es más que una historia que describe de manera relativamente metafórica la cercanía ineludible de la muerte. Bierce respiraba ese momento. En otro de sus cuentos (El incidente en el puente del buho) igual o más alucinógeno y angustiante, relata como un condenado a muerte en la horca experimenta una especie de huida del cadalso montado sobre un puente de Alabama. Y todo ocurre en el lapso de tiempo que va desde que recibe la soga al cuello hasta que su cuerpo se desploma en el aire: la posibilidad de ejecutar un acto creador justo antes de que la conciencia empiece a disolverse. Esta podría ser la gran apuesta de Bierce y así se podría haber introducido en la cultura universal. Carcosa está presente en mucho sitios y en muchos textos (además de en los autores mencionados en un párrafo anterior). Carcosa está en algunas de las historias de Borges e incluso en el mundo del cómic: se encuentra por supuesto en Alan Moore y extrañamente en el Superman Rojo de Mark Millar donde a pesar de la linealidad del relato el propio Millar nos propone a un Linterna Verde alternativo que apresado por comunistas en Malasia es torturado hasta la extenuación día tras día durante varios años y se dedica a construir paso a paso en su mente un campo de concentración virtual para encerrar a su torturadores, retomando así la idea del acto creativo como preludio al último estertor.
Hal Jordan también estuvo en Carcosa.
Rompen las olas neblinosas a lo largo de la costa,
los soles gemelos se hunden tras el lago,
se prolongan las sombras en Carcosa.
Extraña es la noche en que surgen estrellas negras,
y extrañas lunas giran por los cielos,
pero más extraña todavía es la perdida de Carcosa.
Los cantos que cantaran las Hiades
donde flamean los andrajos del Rey,
deben morir inaudibles en la penumbra de Carcosa.
Canto de mi alma, se me ha muerto la voz,
muere, sin ser cantada, como las lágrimas no derramadas
se secan y mueren en la perdida Carcosa.
-R.W. Chambers “El signo amarillo”
Desde luego, no resulta esperanzador cuando nuestros detectives favoritos persiguen a Errol Childress en esa dirección. Intuimos que nada bueno puede ocurrir si se encaminan a Carcosa y no ayuda especialmente a pensar bien el hecho de que los creadores de la serie la hayan ubicado en esas antiguas ruinas de Fort Macomb, un viejo fuerte militar abandonado y castigado por el huracán Katrina por el que se adentran.
Fort Macomb con ese ojo enorme con el que mira al cielo no presagia un final feliz para nadie, aunque sea el lugar elegido por el peligroso asesino para realizar su particular salida de esta realidad: “Mi ascensión me libera del disco y del bucle” (Errol Childress).
Algunos caímos en el error de minusvalorar a Errol como un simple Redneck de tendencias psicópatas y unos visionados de la serie más tarde, comprendimos que estábamos ante un pequeño sacerdote esquivo, inteligente (cambiando su dicción y acento) y por supuesto decidido. Decidido a acabar consigo mismo, a terminar con todo, a ultimar su venganza y lanzarse a otra nueva vida más allá de los horrores que otros hombres le enseñaron e infringieron.
Y para esa nueva transición elige el lugar adecuado. A pesar de todas las pistas, no me parece que las ruinas de Fort Comb sean el lugar específico para los sacrificios y la ritualística practicadas por ese clan enfermo. Se trataría más bien de una zona de paso, de una sala de espera para saltar fuera de esta realidad. Y Error Childress está esperando el viaje final.
“Errol cree que cuando le llegue la muerte los asesinatos rituales que ha ido practicando a lo largo del tiempo le permitirán alcanzar una ascensión que lo liberará del ciclo kármico de la reencarnación.”
-Nic Pizzolatto en una entrevista concedida a Jeff Jensen
Bajo ese prisma tal vez Carcosa sí sea país para viejos. Pero no quiero decir para ancianos, sino más bien para todas aquellas personas que ya han dado por terminados sus días en nuestra realidad y decidan cambiar de plano viajando hacia esas ‘estrellas negras’.
“Toda verdad es curva, y el tiempo mismo es circular.”
-Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra
Gran artículo, no conocía la mayoría de detalles. Enhorabuena porque no sabia de esta web