Dios bendiga a los hermanos Blues
Por Toni García Ramón
Yo tendría 12 o 13 años y mi abuelo me había inoculado en vena la necesidad de ir al cine. Cerca de mi casa echaban una de esas sesiones dobles en las que casi siempre caía una peli de kung-fu y otra de artes marciales. Sin embargo esta vez la cosa era un doblete americano: El truhán y su prenda y Granujas a todo ritmo.
La primera no estaba mal: un corredor de apuestas a la que le tocaba cuidar a una niña pequeña y que acababa encariñándose con ella. El tipo era el mítico Walter Matthau y con un actor así compras lo que sea.
Ahora bien, la segunda, Granujas a todo ritmo, eso era un asunto serio. Iba de dos tíos de traje que decidían ayudar a una monja a salvar el orfanato donde habían crecido. Me enteré después de que esa era la película en la que habían destrozado más coches de la historia del cine (creo que a día de hoy sigue manteniendo ese record) y que la banda que salía en el filme era una banda de verdad, una que podía convertir ‘los meados de cabra en gasolina’ según decían en la película.
Intentar transmitir la impresión que para un niño tenían esos dos chalados vestidos de negro que viajaban por ahí en un antiguo coche de policía es bastante difícil, sino imposible. Tanto fue así que fue cinco veces seguidas a ver esa sesión doble, gastando todos mis ahorros. El último día (lo recuerdo como si fuera ayer) el taquillero me miró, me dijo ‘¿tú otra vez?’ y a continuación me dejó pasar sin cobrarme. No compraba palomitas (no había presupuesto) y me pasaba la primera película esperando a que llegara la segunda.
Los Blues brothers se llamaban (así es como se titulaba la película en su versión original). Me compré el vinilo con la banda sonora un par de años luego en un tienda de la Costa Brava y fue una de las primeras películas que alquilé en video… algo que repetí hasta gastar la cinta. Luego me compré el VHS, el laser-disc, el dvd y al final el blu-ray. Me convertí en un fan de John Belushi, vi Mis locos vecinos, 1941, Desmadre a la americana y todos sus especiales en el Saturday night live. Coleccioné posters, me aprendí las letras de memoria y fueron (él y su compadre, Dan Aykroyd) los culpables de que me volviera loco por el cine.
En la película, maravillosa, salían Carrie Fisher, Franz Oz, John Candy y hasta Steven Spielberg (en un cameo al final). También salían, tocando, Cab Calloway, John Lee Hooker, Ray Charles, James Brown, Aretha Franklin y –naturalmente- los Blues brothers. Su ritmo, su banda sonora, su delicioso sentido del humor (ese momento en que alguien vuela por los aires la cochambrosa pensión donde duermen y ellos se limitan a quitarse el polvo de la americana o el hecho de que nunca se quiten las gafas de sol –excepto en una ocasión) y su asombrosa dirección, de John Landis, el mismo tipo que dirigió el Thriller de Michael Jackson, la convirtieron en un maldito clásico.
Años después hicieron una secuela, tan absolutamente horrible que resulta hasta difícil de olvidar…
Si no has visto Granujas a todo ritmo no mereces llamarte cinéfilo, que lo sepas.