Los Cuatro Fantásticos: When we were kings
Si por algo será recordado el año 1961 dentro de la industria del cómic es por la publicación de una colección que estaría llamada a cambiar cuanto se había visto hasta ese momento. Los 4 Fantásticos nacía para convertirse en un tebeo esencial protagonizado por los miembros de una familia que al sufrir un accidente en una nave espacial adquirían extraordinarios poderes. Este sencillo planteamiento supondría un antes y un después en Marvel y en la carrera profesional de sus autores, Stan Lee y Jack Kirby, quienes estarían al frente de la cabecera durante 102 números y algún que otro especial dirigiendo el destino de Míster Fantástico, La Chica Invisible, La Antorcha Humana y La Cosa.
Dejando bien claro desde sus primeros números que en las páginas de la serie todo vale, Lee rebusca entre sus notas y recicla historias olvidadas en las que locos científicos maquinan planes más o menos ridículos para hacerse con el control de la Tierra o monstruos venidos del espacio exterior que se convierten en una amenaza de épicas proporciones, que muchas veces resulta ser más terrenal que espacial (la raza alienígena de los Skrull bien podrían ser considerados como los comunistas de la Guerra fría).
Los números se suceden uno tras otro y tras cinco años de publicación, la serie dará un salto de calidad coincidiendo con la llegada de Joe Sinnot como entintador de Kirby, un artista que hace que los dibujos del “Rey” fueran aún más grandiosos. Nunca más lucirían con la fuerza y la espectacularidad con la que brillaron tras su incorporación y eso hablando del dibujante que es Kirby, es decir mucho.
Poco a poco las aventuras familiares de los Richards y Ben Grimm se van convirtiendo en un auténtico tour de force de Ciencia-Ficción con mayúsculas por el que desfilarán personajes tan clásicos como la raza de Los Inhumanos capitaneada por Rayo Negro; la Zona Negativa, un universo paralelo al nuestro compuesto de antimateria y por el que deambulan seres tan peligrosos como Annihilus o la aparición del primer hombre de color con súper-poderes, Pantera Negra, señor de Wakanda, una nación africana cuyos avances tecnológicos están a años luz de los nuestros.
Pero si hay un enemigo que será recordado para siempre ese es Galactus y la llegada de esta entidad cósmica al título supuso que el tema de la religión, algo bastante espinoso en esos años, también terminará formando parte de sus páginas. Si en algo se diferencia este nuevo personaje de los anteriores invasores es en que no muestra una maldad explicita, Galactus necesita engullir planetas para poder sobrevivir y es su brillante heraldo, Silver Surfer, es el que le señala y proporciona los mundos a consumir. Curioso dilema el planteado y que se soluciona en una imperecedera y clásica escena a la que estará invitado todo el grupo de héroes al completo e incluso otra deidad como es El Vigilante.
El peso de la serie cada vez recaía más en Kirby, no solo en su labor gráfica sino también aportando ideas a los guiones, ya que Lee se encuentra demasiado ocupado intentando coordinar todo un universo plagado de personajes. Y debido a las desavenencias por cómo debía finalizar una historia, se terminó por quebrar la relación entre los dos autores algo que provocaría que el título perdiera la frescura que había mantenido desde el principio. Aun así, quedan para el recuerdo unos números inolvidables que a día de hoy siguen siendo la Biblia del comic de súper héroes, la cúspide de un periodo editorial que durante varios años fue, sin lugar a dudas, el mejor cómic del mundo.
Mario de Olivera