Cerdos, dejad a Alana y Marko en paz
Por David Rodríguez, @davidjguru
Elegí un mal día para empezar a leer “Saga”, como aquel controlador aéreo de infausto recuerdo había elegido un mal día para dejar de fumar, abandonar el café o terminar de esnifar pegamento. Y no encuentro trivial este ejemplo: arriesgadas decisiones en horas bajas pueden causar verdaderas heridas difíciles de sanar. A veces uno no no sabe cuando es el momento exacto para algo hasta que identifica que al menos sí que puede discernir cuando -no- lo es.
Y algo así me pasó con Saga. No era ella, era yo, que no elegí bien la oportunidad. Que no me había detenido a investigar anticipadamente. Yo, que dije que prefería enfrentarme directamente a la reputada obra sin profundizar y que no quería recibir ningún espoiler; que salí a pecho descubierto a ponerme frente al animal y resultó (como no podía ser de otra manera) que me abrió una hendidura tan grande en el pecho que se me empezó a salír todo el pasado por ella. Lo tenía merecido yo. Por narcisista, por ególatra, por imprudente, pero sobre todo por no haber intentado calibrar bien el peso, el valor y la carga de profundidad que supone esta inmensa obra cuyos cantos he aprendido a adorar mirando la estantería y que de vez en cuando escruto de soslayo para asegurarme de que sus tomos no se revuelven entre los otros cómics que atesoro y me vuelven a atacar. Por si acaso. Por no bajar la guardia. No vaya a ser que me muerdan de nuevo.
Solo ahora, con el paso del tiempo y justo tras terminar el cuarto tomo de la recopilación de números editada en nuestro país me siento capaz de sentarme a escribir estas torpes líneas acerca de esta incomensurable obra tan buena y tan, tan, tan…jodidamente completa. Siento el desbarre, pero les aseguro que todo lo que hayan podido leer sobre “Saga” no solo es cierto si no que además podría quedarse corto, muy corto. Pocos podríamos prever que el retorno de Brian K. Vaughan de sus aventuras televisivas y cinematográficas iba a traernos esta monumental construcción tan sensata, tan pulcra, tan atractiva y tan salvaje a la vez. Por este hijo pródigo vale la pena no solo sacrificar el mejor cordero, si no todo el rebaño. Bienvenido a casa Brian. Gracias por volver.
“Saga” expone, -como su propio nombre indica- el desarrollo de la gran historia de una familia, de una genealogía propia y de toda una constelación familiar. Así como usted y yo solo somos pequeños puntos a modo de breves nodos dentro de una gran estructura de ramificaciones familiares y pensamos ser el centro del universo conocido, Vaughan hace lo propio solapando dos de sus intereses más profundos: de un lado, su emancipación profesional de las grandes editoriales buscando una libertad creativa suficiente como para crear y mantener el control de personajes propios (conseguido, por fin con esta obra publicada por Image Comics). De otro lado, sus experiencias personales con respecto a la paternidad y a la articulación (compleja) de la experiencia familiar. Casi nada (no en vano, ambas motivaciones van entrecruzadas: Saga empieza a tejerse en torno al nacimiento de la segunda hija del escritor y guionista). A nivel elemental, podríamos resumir de manera muy injusta y muy cruel que la obra es la historia de Alana, Marko y su pequeña hija Hazel. Pero esto no sería nada exacto y además sería como intentar meter a este creación en un molde, lo que vendría a ser intentar matarla. Y no queremos que muerta, queremos que siga viviendo todo el tiempo posible. Al fin y al cabo, ya estamos enamorados del gran relato de Marko y Alana…porqué en realidad ¿Quién no ha deseado construir un equipo tan fuerte y vinculado como la pareja formada por ambos? en ellos está en cierta manera lo mejor que aspiramos a encontrar en el plano de las relaciones de pareja: amantes, amigos, compañeros, y supervivientes. ¿Cómo no ibamos a cogerles cariño? Vaughan lanza sus torpedos directos a la línea de flotación y eso se nota. Pero se lo agradecemos.
Son Alana y Marko las partes complementarias de una relación, a priori, imposible. Imposible porque cualquiera de nosotros puede saber lo que es tener una pareja de otra clase social, de otro país o de otros terrenos mentales. Esas imposibilidades ya las hemos vivido. Ya sabemos como suenan y como duelen. Pero hay algo más: Alana y Marko ni siquiera son de la misma especie. Ni del mismo planeta. Y además una enorme, terrible e interminable guerra los separa y los hace enemigos. Y a pesar de esto el milagro ocurre. Pero no se confundan, que esta no es una historia “el amor todo lo puede”. Estamos ante una obra independiente y eso se nota (y mucho): Saga es lo suficientemente libre, adulta y madura como para mostrarnos de una manera muy atractiva lo que viene a ser el día a día de una relación de pareja que intenta mantenerse unida por encima de todo el horror diario, y lo hace sin escatimar en sexo, insultos, violencia y casquería en general. Ellos andan en mitad de una guerra interplanetaria que de alguna manera u otra ha arrastrado ya a toda la galaxia e intentan construir por encima de eso. Tendrían que haberse asesinado el uno al otro en el frente pero en lugar de eso se enamoraron mientras Alana custodiaba al prisionero Marko y escaparon juntos. Y todo el mundo está muy cabreado. Para colmo de males han dado a luz a una niña híbrida de las dos especies. Y los dos gobiernos la quieren. El asunto pinta bastante complejo. Pero por suerte el cabronazo de Vaughan sabe sobradamente como afrontarlo, anudarlo y resolverlo. No en vano lleva cuatro tomos sabiendo ganar nuestra atención: él no necesita pararse a contarnos exhaustivamente la historia de amor de ambos, porque en realidad no es necesario. Se sirve del flashback desarrollado por Hazel desde ese futuro indeterminado donde ella como narradora nos cuenta el gran relato (incluyendo las miserias y problemas verdaderos de una relación de pareja) de sus padres y como consiguieron hacer que todo saliese adelante. Por el camino vienen cazarrecompensas sanguinarios y de buen corazón (ya estamos muy cansados del bien y el mal por separado), ex-novias preparadas para el asesinato, príncipes de dinastías robóticas y hasta un viejo gurú de novelas románticas.
La supervivencia, la hostilidad del día a día, el deseo de lo familiar, los hijos, la maternidad, la comunicación…esos podrían ser bien los grandes asuntos que se manejan dentro de esta obra pero además hay una capa transversal que todo lo oscurece e intenta pudrirlo: la guerra. En “Saga”, como en el mundo real que habitamos, la guerra no deja de ser una absurda maquinaria industrial dedicada al exterminio. Ha pasado ya tanto tiempo que ni siquiera se conoce ya exactamente el origen de las hostilidades, pero en cualquier caso es este un monstruo terrible que todo lo permea y que requiere para subsistir su propia persistencia: Una guerra no debe terminar nunca. O mejor dicho: siempre es la misma guerra, siempre se está en guerra. No hay descanso porque no hay industria que desee descansar y ninguna sabe crear tan bien la propia necesidad de su producción como la militar. El conflicto que no cesa, que lo devora todo, que transforma las culturas y hace que los niños nazcan ya con ese deseo de aplastar al enemigo (el propio Marko evoca ese deseo infantil de su pasado), ¿Qué mayor horror se puede enfrentar al deseo de supervivencia? menos mal que nuestros protagonistas forman (o lo intentan) un verdadero equipo, con todo lo bueno y todo lo malo: celos, pasado que aparece en forma de ex-novia con deseos homicidas, suegros algo intrusivos…por la excelente combinación de todo esto, ya podríamos considerar a Saga como una obra maestra. Y sin caer en esa expresión comercial que han usado para promocionarla, aquello de que “Star Wars se cruza con Juego de Tronos”, esas son expresiones dedicadas a generar hype, y la obra no lo merece. No le debe nada o casi nada a Star Wars ni tampoco a Juego de Tronos. Saga tiene el absoluto derecho a tejer su propia leyenda por si misma. Podríamos apoyar todo esto diciendo también que el dibujo de Fiona Staples es sencillamente, espectacular. Y no por la cinética o por secuencias de acción (que nadie se espere aquí splash-pages al estilo Marvel/DC, esto es otra liga), si no por haber creado un universo gráfico tan reconocible y propio, unas imágenes tan poderosas construidas con elementos del mundo pop (¿Qué me dicen del príncipe Robot-IV?). Y no tarden en llegar al cuarto tomo para ver como los dos creadores (Vaughan y Staples) tratan al absurdo universo reiterativo de los cómics de superhéroes. ¿Qué más? la delicadeza a la hora de tratar los arcos argumentales sean de la magnitud que sean, la calidad de las sucesivas ediciones puestas a la venta en nuestro país o el hecho de que los cuatro tomos actuales están prologados por el maestro Torralba solo hace incrementar el valor añadido de una obra que a nadie dejará indiferente y que no ha parado de acumular premios desde su lanzamiento.
Dese prisa por leerlo, que Tempus Fugit y en el fondo es posible que “Saga” solo se trate en realidad de eso. Yo desde aquí recomiendo la lectura. Con algunas matizaciones.
¿Siente que ha perdido usted eso de “los grandes trenes” de la vida? tenga cuidado ¿Qué el instinto paternal o maternal se le empìeza a atrofiar por desuso? póngase a cubierto. ¿Qué preferiría la sacrificada sensación de construir una familia en lugar de andar reptando por eso del “amor en tiempos del Tinder”? Abríguese que en esta obra le va a llover.
Si anda usted por esa zona intermedia que es la treintena y arrastra algún gran fracaso amoroso, mejor no lo intente. O bueno, mejor que si lo haga. Pruébelo. No tenga miedo a herirse un poco. Tal vez, como dice la canción inolvidablemente versionada por Johnny Cash, debamos hacernos algo de daño solo para confirmar (o no) que todavía seguimos sintiendo.
Así podremos preguntarnos ¿Dónde está mi Alana? ¿Dónde está mi Marko? y empujarnos a hacer una fuerte introspección. Vamos, adéntrese en sus propios barrizales vietnamitas.
Que la guerra es la vida diaria y el infierno son los otros.