Mutantes Marvel en ‘La canción del verdugo’ (yo no disparé a Charles Xavier)
Por David Rodríguez, @davidjguru
“He matado al arquitecto del sueño inútil.
He humillado a los padres del dolor futuro.
¡Solo quedas tú, fracasado hermano mío!”
-Dyscordia a Cable
No puedo ser imparcial ni pretendidamente objetivo. Tampoco puedo ser rigurosamente técnico. Las emociones se me mezclan y dan lugar a una querencia especial a esta pequeña gran saga de los noventa. Además no estoy seguro de quererlo tampoco: a mi este crossover de mutantes me marcó la infancia y terminó de hacerme un seguidor de Marvel y un fan declarado de la dimensión X del macro-universo de la ‘casa de las ideas’. Y había coqueteado con varias cosas antes: Punisher, Vengadores, Hulk…pero nada me pegó tan fuerte como esta serie cruzada que me hacía ir corriendo a abrir el diccionario (aquel mundo pre-internet) y a leer y a releer tomando notas y haciendo mis propios dibujos.
‘La canción del verdugo’ (The X-Cutioner’s song) me dió muchas tardes de entretenimiento y alegría, y he aquí a mi edad que paseando un día por FNAC la volví a encontrar.
Y todo empezó con un concierto en Central Park.
Tiempos revueltos en Marvel. Al empezar la década de los noventa, la ‘casa de las ideas’ está en manos de un particular ejecutivo, millonario y filántropo a partes iguales, que provenía de otro entorno de negocio, la multinacional Revlon. Aquel señor llamado Ron Perelman no sabía nada de cómics, ni tampoco intención alguna de comprender bien el sector. Simplemente a las cifras se remitía y a las cifras apuntaba. Tras algunos delirios de grandeza (para aquella época, claro) en los que quiso construir una industria global del entretenimiento que pudiese rivalizar con la misma Disney, poco a poco se conformó con exigir que las cifras de venta aumentasen con creces año tras año. Y todos sabemos lo que ocurre en las empresas donde se impone el crecimiento de negocio por encima de todas las cosas: las tensiones empiezan a crecer y a transmitirse a lo largo y ancho de la ‘cadena de mando’.
El ambiente en la ‘división mutante’ de Marvel fue un claro ejemplo. Bob Harras, a la sazón editor de la casa, fue amplificando el control sobre los procesos creativos hasta llegar a decirle a Chris Claremont (el hombre que había sacado a La Patrulla X del atolladero y la había vuelto a hacer viable) lo que debía o no contar en sus historias.
El caso es que entre sus procesos de control, mobbing a algunos trabajadores y defensa a ultranza de otros recién fichados, consiguió en poco tiempo un resultado asombroso: Todos terminaron marchándose. Aquel fue realmente una desbandada general (que dio como resultado la creación de Image Cómics): el barco parecía camino del hundimiento.
La transición entre mil novecientos noventa y uno y mil novecientos noventa y dos resultó algo movida. Mover ficha era obligatorio y urgente, así que Fabian Nicieza que venía de trabajar parcialmente con Rob Liefeld en X-Force asumió por completo la guionización de la serie y además se quedó con X-Men. Así, a secas. De repente Nicieza era el director de una orquesta para la que no tenía experiencia, ni conocía las partituras, y ni siquiera sabía donde estaban los instrumentos. Y para colmo de males en el verano de mil novecientos noventa y dos Marvel quería un nuevo crossover.
*Los X-Force de Greg Capullo
La huida hacia adelante. El tema de los crossovers era una especie de tradición dentro del universo mutante de Marvel, en la que desde hacía años Claremont se encargaba de construir una historia desde Uncanny X-Men y las otras cabeceras conectaban de manera separada e independiente. Pero aquello se modificó a partir de la saga Inferno de mil novecientos ochenta y nueve, haciendo que los crossovers fuesen integrales, es decir, la ‘gran historia’ fuese episodio a episodio a través de las diferentes cabeceras y en una apuesta por potenciar el marketing se indujera al lector a tener que comprar varios números de diferentes cabeceras para seguir el relato completo. Así se reforzaban ventas en las líneas menores.
Una apuesta que dio sus frutos y que marcó el desarrollo sucesivo de historias cruzadas: así pasó con ‘Proyecto Exterminio’ de 1990. Pero en esta ocasión no había muchos recursos para responder a la petición de la casa: los autores aún no tenían el mapa completo de todas las series y personajes. ¿Cómo se sale de algo así? supongo que con mucha paciencia y creatividad.
Descubrieron que meses antes de marcharse de Marvel, Claremont y Jim Lee habían diseñado una historia en el que Nathan, el hijo de Cíclope y el clon de Jean Grey, había sido infectado por un virus tecno-orgánico y la única salvación era enviarlo al futuro en las manos de una sacerdotisa que apareció en su búsqueda. Y poco más. Un personaje que había desaparecido para siempre en el futuro. Por ahí podrían tener un punto de partida.
¿Y el otro punto de conexión? Liefeld desde X-Force se había convertido en el creador y padre del mutante Cable, un súper soldado que lideraba el equipo y al que prácticamente nadie era capaz de dotar de unos orígenes. Empezaban a verse los puntos de partida: de un lado un niño sin futuro. Del otro un hombre sin pasado. ¡Se podía ensamblar!
Había que ponerse a trabajar en la historia. En una buena historia que cruzase cuatro series (Uncanny X-Men, X-Men, X-Factor y X-Force), durase doce números y reuniese a los jóvenes talentos recién llegados al mundo mutante con los experimentados: Greg Capullo, Peter David, Jae Lee, Andy Kubert, Scott Lobdell, Brandon Peterson…
Días y días de reuniones maratonianas para debatir en equipo hasta conseguir un mapa claro y conciso, bajo la dirección de Fabian Nicieza y con la aspiración de crear un crossover que estuviese a la altura del importante legado recibido. Y bien que lo consiguieron.
¿Quién disparó a Charles Xavier?
El relato (y debo avisar de espóilers): Durante una aparición en público en mitad de un concierto en Central Park (Nueva York) para pedir la paz entre humanos y mutantes Charles Xavier es disparado. Chuck (el profesor X) cae desplomado en el suelo mientras todos ven a Cable realizando el disparo. Mientras entra en coma todos los mutantes se reúnen para velarlo y deciden localizar a Cable para que pague por el atentado.
Lo que en principio parecía una operación relativamente sencilla (cazar a Cable) se convierte en un laberinto de pesadillas a través de una sucesión de eventos que van dinamitando la visión inicial que los mutantes habían tenido. Un inicio sencillo de repente se empieza a ramificar en diversos frentes al que solo una única situación final consigue cohesionar firmemente.
¿Qué ocurrió? los mutantes fueron engañados por una estrategia diseñada desde un nivel superior que no alcanzaban a vislumbrar: de escenario en escenario fueron comprendiendo que las cosas no eran tal y como se imaginaban: Scott y Jean Grey raptados y usados como moneda de cambio, Míster Siniestro como agente de compra y venta, Apocalipsis como una víctima más y un obligado compañero de viaje, sus jinetes engañados y manipulados para trabajar en su nombre pero desde otra voluntad. Así van resolviendo las sucesivas piezas de este enigma que se transforma en una macabra gymkhana controlada por el tiempo de vida que le resta a Chuck (Charles Xavier) mientras el virus lo consume, hasta llegar a una jugada final en la luna (escenario que siempre altera la vida de los mutantes), con las piezas colocadas todas en su sitio, listas para presenciar el acto final de la obra controlada por su creador y director: el mutante terrorista Dyscordia (Stryfe).
¿Pero que le ocurre a Dyscordia? ¿Por qué tanto daño? a lo largo del relato descubrimos como en realidad Dyscordia es en realidad un clon sano que Askani, la hechicera del futuro, realizó del niño Nathan. Un clon sano sin rastro del virus tecno-orgánico por si el original no sobrevivía a la infección, que fue secuestrado y torturado por Apocalipsis en un futuro del que escapó para venir a nuestro tiempo con necesidad de crear caos y terror, pero sobre todo venganza. Venganza contra los mutantes, contra unos padres que nunca tuvo y que ni siquiera supieron de su existencia, contra apocalipsis por infrigirle tanto daño y por último, una gran venganza contra Cable (el niño Nathan), al que considera culpable de haberle robado la infancia y la identidad. El desenlace final alcanca proporciones épicas con los dos ‘hermanos’ frente a frente.
A destacar por mi parte (o que me hizo alucinar): a nivel estructural, el gran relato articulado en una gran arco argumental como este e integrado por pequeños arcos que en paralelo van dotando de equilibrio a la estructura. La recreación de una cinética veloz, potente y descriptiva que hace que la saga tenga un increíble potencial cinematográfico: el ritmo de persecución, descubrimientos sucesivos, combates y peleas a cada paso: Patrulla-X y Factor-X vs. X-Force; Mutantes vs. Apocalipsis; Dyscordia vs. Apocalipsis; Logan, Lobezno y Bishop unidos vs todo-lo-que-se-les-ponga-por-delante y en última instancia Cable vs. Dyscordia. Alucinante final: Dyscordia, al no estar contaminado por el tecnovirus tiene sus poderes completos y resulta ser la mejor versión del niño Nathan. Pero Cable tiene guardadas varias cartas para el combate.
En cuanto a dibujo, de todos los participantes me quedo con el trabajo a los lápices de Jae Lee, un dibujante capaz de convertir a los apuestos y atléticos mutantes en una especie de figuras tenebrosas dominadas por los tonos oscuros, sin pupilas, como unos muertos vivientes, volcando en lo físico lo dramático de la situación y cada conflicto interno. En el lado opuesto a las voluptuosas mutantes de Marc Silvestri, las figuras tétricas de Jae Lee: de lo mejor de la serie.
*Lobezno, Bishop y Cable en acción dibujados por Jae Lee
Otro punto fuertísimo bajo mi punto de vista es el enfoque, a medio camino entre una excelente historia de venganzas y un puro Western: un personaje principal en busca de sus propios padres desconocidos, intentando dejar atrás una vida de sufrimiento y por el camino ajustando cuentas y cerrando sus propios episodios de dolor con más dolor inflingido a los demás. Genial.
Mención especial a los guionistas por haber mantenido esa épica de tragedia Wagneriana y haber construido un malo lingüisticamente espectacular. Y a los traductores que han conseguido pasarlo al castellano sin perder un ápice de espectacularidad (aunque en la edición original en castellano y esta edición de Panini varia la traducción y cambian algunas frases, pero el resultado se aproxima bastante a la original).
¿Qué mas puede darnos ‘La Canción del verdugo’? Todo. En serio, todo. ¿Quieres una ‘Buddy Movie’? la tienes: ahí andan Bishop y Cable a lo ‘Arma Letal’ rompiéndolo todo junto a un Lobezno como tercera pieza a lo Joe Pesci. ¿Quieres una ‘Space-Opera’? También la tienes: naves en colisión, ataques frontales, bases lunares, trajes espaciales, campos de fuerza, tecnología avanzada del futuro, salas de tortura y viajes en el tiempo. ¿Quieres un drama médico? Lo tienes: ahí está Hank McCoy (la bestia) luchando capítulo a capítulo por salvar a Chuck, intentando descifrar el tecnovirus y aplicando tratamientos de manera desesperada.
¿Algo íntimo y personal? Lo tienes: ahí está Warren, Arcángel, acomplejado por las transformaciones a las que lo sometió Apocalipsis y deseoso de vengarse en una tensión homicida constante entre él y su ‘padre’, que desea ser exterminado por el oscuro ángel de la muerte que diseñó a la medida de sus propios sueños.
A manera de epílogo…podríamos decir que el crossover cumplió (con creces) con las expectativas puestas en el inexperto equipo. Que Bob Harras incrementó su cuota de poder y prestigio hasta llegar a ser el director editorial de Marvel. Que las ventas se incrementaron. Y que nunca volvimos a ver a tantos mutantes juntos sufrir por lo mismo.
En serio, os la recomiendo.
La canción del verdugo.
Colección ‘Marvel Héroes’.
Editada en un solo tomo por Panini Cómics.