The Wolfpack ¿podrías vivir sin salir jamás de casa?
Por Redacción CIBASS, @CIBASS_blog
Imagínense a un hombre que viaja con su esposa desde una tranquila aldea de Perú hasta un imprevisible y peligroso ghetto de Nueva York para hacer algo de dinero y con ello mudarse a vivir cómodamente de modo hippie en Escandinavia. Pero pasan los meses y los años y ya con una familia numerosa el dinero no acaba de llegar tal como lo esperaba. Por el contrario, la frustración del padre de familia por cumplir su sueño y su tremendo miedo a lo que las calles de la gran manzana puede enseñar a sus hijos acaba en una obsesión enfermiza que se traduce en que sus vástagos no salgan de casa; primero muy pocas veces al año, luego nunca. Esta historia que podría sonar a guión de película de terror psicológico es básicamente la de “The Wolfpack”, uno de los documentales más extraños e interesantes que hemos podido ver en los últimos meses y que desde Can it be all so simple sentíamos la necesidad de narrar.
Desde una zona deprimida del Lower Eastiside de Nueva York, los hermanos Angulo observan la vida a través de las ventanas de su humilde apartamento y por medio del cine. Encerrados en casa desde niños, han crecido oyendo las barbaridades que hacen los seres humanos que le rodean fuera de su fortaleza de boca de su padre, que les ha provisto de miles (literalmente) de VHS y DVD’S desde que eran niños hasta convertirlos en obsesos del séptimo arte. También les ha provisto de instrumentos musicales y cámaras de vídeo para que puedan desarrollarse en esos campos y la madre de la familia es la que hace las veces de profesora desde que tienen uso de razón. Y así es como viven los Angulo; siete hijos, una hija, el padre y la madre en una cárcel del ocio en la que sólo el patriarca de la familia tiene las llaves de la calle.
En “The Wolfpack”, la directora Crystal Moselle nos adentra en una de las familias más disfuncionales que hayamos podido ver en primera persona en este formato y vemos los entretenimientos, pasiones, frustraciones y tristezas de siete hermanos que han aprendido a vivir encerrados con el cine como medio de escape y como modo de entender una realidad que no conocen de otro modo. La madre, ejerce también de enlace con el sentido común situándose en un término medio. Durante años ha intentado sobrellevar esa vida que el padre ha impuesto, pero el tiempo pasa y duda de que sus hijos estén preparados para algo a lo que tendrán que enfrentarse antes o después; salir a la calle a buscarse la vida. Los hermanos se disfrazan, recrean las escenas de sus películas favoritas en casa (Pulp Fiction, Reservoir dogs, El caballero oscuro, Halloween…) las montan y editan, pero llega un momento en que la libertad les llama y uno de los chicos se escapa a experimentar eso que llaman vida.
Dsfrazado para Halloween (para según él no ser reconocido por su padre y sentirse más seguro) sale a la calle sólo unas horas. Acaba detenido debido su vestuario pero abre la veda; ahora todos los hermanos quieren salir a probar lo que el mundo les puede dar ahí fuera y ataviados como en Reservoir dogs (al fin y al cabo y hasta este momento sus referencias de la vida eran únicamente a través de la ficción) salen a la calle. Al principio es sólo un poco, para posteriormente coger un metro, ir a la playa o asistir por primera vez a una sesión de cine con el nerviosismo de un niño de cuatro años que lo experimenta por primera vez. Asistimos al descubrimiento del mundo real por parte de los Angulo, que se toman su encierro de años y sus nuevas experiencias vitales con una sonrisa y una felicidad digna del mejor gurú de la autoayuda.
“The Wolfpack” es uno de los documentales más curiosos de los últimos tiempos pero ciertamente incompleto. El valor de la obra fílmica reside en el modo de vida de los hermanos y en su carisma y amabilidad pero no en la película en sí. Notamos una serie de vacíos informativos -más allá de la fantástica idea de adentrarse a vivir con ellos y mostrárselo al mundo- en el filme; no sabemos de qué vive el padre (la madre recibe una ayuda por educar a los hijos en casa) ni como consiguen los trajes para sus rodajes caseros ya que reconocen que no son hábiles con internet. La realizadora tampoco parece querer adentrarse mucho en las heridas emocionales de los chicos, más interesada en la parte de la pasión de los hermanos por el séptimo arte y su posterior descubrimiento de la existencia más allá de la cárcel del domicilio. Pero a pesar de sus huecos y carencias (nos hacemos también un poco de lío con la línea temporal) estamos ante una obra interesante, apasionada y original que no juzga sino muestra y que intenta que seamos nosotros mismos los que tomemos nuestras conclusiones sobre este particular modo de vida de los Angulo (hoy estrellas con vídeos en Vice y similares) en el que han vivido en una cárcel para huir de otra pero siempre con una sonrisa en la cara.