¿Dónde está el Zara, McFly?

Por Toni García Ramón, @tgarciaramon

 

El 21 de Octubre de 2015 el DeLorean conducido por el doctor Emmet Brown aterriza en Hill Valley. Marty McFly tiene que solucionar un problemilla con sus hijos ya que al mayor le esperan (si no lo evita) 15 años a la sombra. Ya se sabe que excepto Orwell, que clavó lo de 1984 y Bradbury, que vio claro en Farenheit 451 que en breve estaremos quemando libros (él no lo sabía pero estaba hablando –metafóricamente, de momento- de la dictadura digital, ésa en la que todo es gratis), lo de acertar el futuro no ha salido demasiado bien. Dicho de otro modo, estamos más cerca de J.G. Ballard que de Philip K. Dick: no hemos conquistado el espacio, no hemos creado replicantes (que sepamos, aunque tenemos a algunos políticos a los que podríamos hacerles el test Voight Kampff), aunque es cierto que aún faltan cuatro años para 2019, y –desde luego- no tenemos coches voladores. En la segunda entrega de las aventuras de Regreso al futuro hay monopatines aerodeslizantes (hay uno, lo vimos el otro día en pruebas), chaquetas autoajustables (no), zapatillas ultramodernas sin cordones (sí y no, Nike sacó un modelo homenaje pero te las tienes que atar tú), y un hotel-casino enorme y opulento, regentado por un mamarracho (sí, Donald Trump).

CIBASS Back to the Future

No hay aciertos en el vestuario, más allá de que algunos llevan gorra y ropa de colores. La parte urbanística también queda lejos de la realidad, con un uso abusivo del material reflectante, pero al menos tienen un político negro que manda mucho, algo es algo. Desde estas páginas voy a ser capaz de argumentar porque todas las películas futuristas (excepto 2001, que en 1967 fue capaz de anticipar la llegada el Ipad y de que los ordenadores disfrutarían puteándonos) fallan miserablemente a la hora de predecir el futuro: en realidad el futuro no existe.

Desde inicios del s.XXI vivimos en un eterno revival que nos impide avanzar, estamos atascados en un pasado inamovible y perpetuo que lo abarca todo. Hemos abusado tanto de la palabra retro que nuestros jóvenes se mueven por ahí con chalecos, pantalones de tallo alto, vaqueros recortados hasta la nalga, pitillos de heroinómano de los ’70, revistas pretendidamente modernas que basan su filosofía en hablar de temas irrelevantes que adquieren brillantez cuando uno enciende la palabra “hipster” y –sobre todo- una inquietud rallando la esquizofrenia por saber –como cantaba La polla records- “¿qué hacen ahora en Londres?”. Puedo adelantar (no es broma) el regreso de la mariconera y del speed, un combo que puede ser tendencia en breve. Con eso, la cerveza artesana, los food-trucks y los gintonics ya tenemos nuestra propia burbuja gastronómica, como en los ’80 con los cereales del desayuno.

Back to the Future one

Si McFly hubiera visto el auténtico 2015 no hubiera notado cambio alguno, a no ser que hubiera entrado en una tienda Apple, a disfrutar de ese imperio de la obsolencia programada cuyas partes son más caras que el todo. Lo demás le hubiera parecido un anacronismo jurásico, tanto que hubiera llevado el DeLorean al taller a ver si conseguían hacerlo funcionar de nuevo. Nadie que haya vivido los últimos 30 años puede creerse que estemos en 2015. Los aviones siguen cayéndose, el ave sigue sin tener wifi, el pan es congelado (no había de eso en 1985, llamadme aguafiestas) y en el cine dan Terminator, Los cazafantasmas, Robocop y Desafío total. En política todos tienen más de 60 años, y los que no hablan como si los tuvieran y en la televisión siguen dando ‘vídeos de primera’ aunque con unos gráficos muy modernos y alta definición, para que podamos ver al niño cayéndose de cara desde 16 metros de altura y percibamos al detalle la fractura craneal en maravillosos 4K mientras cenamos con la familia.

Desde un punto de vista puramente conceptual no ha habido cambios estructurales que puedan establecer que ha habido ‘progreso’ desde la década de los ’80 hasta ahora. No podemos llamar progreso a las redes sociales, ocupadas en un alto porcentaje por psicópatas, sociópatas, acosadores y personas con diversas patologías médicas; tampoco a los móviles, que permiten un control absoluto del ser humano y sus movimientos, vicios y manías, a través del GPS, las aplicaciones y el propio Smartphone; no hay vacuna contra el ébola, el sida o el cáncer, ni siquiera un crecepelo efectivo. TVE sigue produciendo a José Luís Moreno y Los morancos y Matías Prats y Pedro Piqueras continúan presentando sus respectivos informativos.
En realidad, y en términos absolutos, nada ha cambiado desde 1985. Bueno, sí,y ese es el gran problema de Regreso al futuro II y lo que merma totalmente su credibilidad: es del todo imposible que en Hill Valley no haya ningún Zara. ¿O no, McFly?

CIBASS Back to the future two


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