Hecho en Andalucía. Cine con mayúsculas.
Por Alberto Pérez, @NoUso
Ya se ha celebrado la gala de los Goya, los oscars patrios, que tienen ese puntito de caspa y de inmovilismo de todo aquello que pasa a ser más institucional que otra cosa en este país, y yo, que casi nunca me trago este tipo de galas porque me parecen insufribles, ayer tenía un regusto de felicidad mientras todo pasaba.
Y es que sí, todos tenemos una patria chica, y la nuestra (la mía), siempre tan denostada e infravalorada, ha dado un golpe de mano a base de talento y cosas bien realizadas. Y es que ha habido tres ganadoras (así, generalizando) en los premios que se repartieron ayer, La Isla Mínima; El niño y Ocho Apellidos Vascos, además del Goya honorífico a Antonio Banderas.
Y empezamos de menos a más, al menos desde mi punto de vista. Ocho apellidos vascos no me gustó, ni siquiera entiendo muy bien los goyas a Dani Rovira ni a Carmen Machi (el de Karra Elejalde no me chirrió tanto, aunque mi elección hubiera sido otra). La película, que ha fulminado todos los registros posibles de taquilla, me pareció plana, sin gracia, cargada de tópicos y chistes fáciles, y un intento (malo) de hacer un humor del tipo “vaya semanita” pero con un toque andaluz.
Probablemente esos tópicos, esa habilidad para convertir en broma lo propio es quizá la clave del éxito. Éxito que se reparte un equipo mitad andaluz mitad vasco, que comenzó a demostrar que a lo mejor la periferia no es algo tan malo para hacer películas.
Y de producción superventas, a superproducción desde arriba. La segunda ganadora de la gala fue la película “El niño”. El filme sufrió por mi parte un rechazo de inicio, cine de acción, español, con actores seleccionados más por su físico que por su carrera, superproducción y muchísima publicidad previa, sin embargo, al final transigí y la vi, y ni tan mal. Grabada en el estrecho de Gibraltar y con una trama espectacular, el largometraje es una buena película de acción. Eliminando lo planísimo que es el protagonista, que llega “a dar mucho coraje”, la actuación de Luis Tosar y la de Barbara Lennie son espectaculares, los efectos especiales, los planos sobre el mar, la fotografía en Marruecos, impresionante.
De nuevo un equipo mixto de gente local que han realizado una producción impresionante, y sí, en el Sur.
Y sin duda alguna, la vencedora de los premios, diez premios, entre los que destacan mejor película, mejor director para Alberto Rodríguez, mejor actor protagonista para Javier Gutiérrez (aunque Raúl Arévalo no lo merecía menos), mejor actriz revelación con una Nerea Barros que es capaz de ponerte el corazón en un puñito cada vez que interviene en la historia. Los demás premios fueron repartiéndose entre diferentes partes del equipo de producción, premios que hablaban con un acento muy del sur, muy de Sevilla.
Y su principal culpable es Alberto Rodríguez. Ese director que siempre supo que no debería salir de su tierra para poder fabricar historias espectaculares, y que desde el año 2000 ha sido incansable. El que con 7 Vírgenes dejó muy claro que se puede hacer, el que con Grupo 7 nos amarró a la butaca. El que nos ha demostrado que la sordidez de la transición no sólo son heroinómanos atados a descampados de Madrid.
La Isla Mínima es la campeona, por méritos propios. La actuación brillante de un Javier Gutiérrez siempre atado a secundarios graciosos, que ha aprovechado la oportunidad de demostrar su talento, y, espero sinceramente, de pasar a la primera línea del cine que está por venir, porque lo merece, y si no me creeis, pasad por cualquier obra de teatro en la que participe el gallego. La no menos destacable presencia de un Raúl Arévalo que como dijo alguien ayer, es presente y futuro del cine de este país. Como olvidarnos de Nerea Barros, de Antonio de la Torre, y de todo el equipo de la película.
Un Thriller psicológico, un paisaje desconocido para muchos, una fotografía espectacular, un entorno opresor como el campo en Andalucía, una etapa difícil de nuestra Historia, referencias a turbios asuntos aún por resolver, una obra perfecta, y, sobre el papel, demasiado difícil de hacer.
Gracias Alberto, por demostrar, de nuevo, que el talento no sólo se rige desde las capitales, gracias por animar a tantos y tantos que comienzan a caminar por el sendero que abriste y que sin duda, hará que el talento del sur no tenga que emigrar ni transigir con idioteces.
Gracias, gracias, y mil veces gracias.