La gran belleza, la honesta superficialidad
Por JD Romero, @JD_Romero23
Jep Gambardella es el líder de la clase alta ociosa de Roma, un escritor que sólo escribió un libro y que vive su vida de noche junto a nobles, pseudo intelectuales, políticos y toda clase de snobs pagados de si mismos, los cuales raramente expresan emociones reales o profundas. Dirigida por un magnífico Paolo Sorrentino (Nápoles, 1970) de manera casi hipnótica y con un uso magnífico y fascinante de la música.
Durante toda la película seguimos a Gambardella (interpretado por un fantástico Toni Servillo) por su vida de ridículas fiestas milimetricamente coordinadas, visitas a multimillonarios vacíos o a obras de teatro y exposiciones de personas que ejercen de talentosas, todo ello con el eje central de su majestuoso ático frente al coliseo romano y siempre acompañado de un cigarro y una copa.
‘La gran belleza’, la última gran película italiana, es una especie de canto al deterioro anímico y espiritual de quien se supone lo tiene todo, una mirada a la tristeza de quienes siempre viven contentos y a los cuales solemos divisar con distancia y cierto morbo. Todos intentan demostrar lo que han hecho en la vida, precisamente porque todos los esperpenticos personajes de este teatro saben que pudieron dar más de sí pero la indulgencia, la falta de autocrítica y el entregarse plenamente al ocio mataron toda posibilidad de sentirse realizados. Ahora se deslizan por una catarata de compromisos sociales que no les hacen felices pero que tienen la obligación de seguir, para eso forman parte de la élite económica y cultural, y de todos ellos el único que lo reconoce abiertamente es Jep Gambardella; que acaba teniendo algo parecido a una relación con una stripper como protesta personal a lo que todos presuponen que debe ser una pareja de su nivel, una especie de rotura de grilletes dentro de su pasividad.
La película es a grandes rasgos la historia de un autor atrapado en un ‘loop’ de recuerdos, disfrazado de eterno dandy con americana y pañuelo de seda, una metáfora de dos horas y veinte sobre la riqueza mísera de la burguesía italiana (extrapolable a la de casi cualquier país) donde se reúnen tanto y se sienten tan solos. Pero la mejor frase sobre la película está en la propia película y sale de los labios del protagonista: “¡Roma es una constante fiesta falsa!, personajes rotos, mediocres, engañados, presuntuosos, bobos, de moral raquítica, de hueca incontinencia verbal… ¿sabes por qué no escribo?, esta es mi realidad, ¿qué podría escribir sobre esto?”.
Parece que esta película os ha gustado tanto como a mi. Un saludin