Scream, la secuela tecnologizada.

Por Alberto Pérez, @NoUso

 

Hace dos décadas ya – sí, somos mayores, es inevitable – que Wes Craven estrenó una de las películas de terror de mayor éxito de los últimos años – que 20 años no es nada, que es febril la mirada, como decía Carlos Gardel-, y que se quedó en el imaginario del que les escribe, pero a través de la saga que la parodiaba, Scary Movie.

El caso es que paseando por las estanterias – virtuales, claro – de Netflix, me encontré con la serie que hace de secuela, 20 años después, de la película de Craven. Y bueno, que es verano, que está en activo – aún no ha terminado la temporada dos – y qué leches, que aquí hemos venido a jugar.

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Empezar a ver una serie sin una mísera expectativa decente y, para qué engañarnos, algún que otro prejuicio sobre lo mala que va a ser puede llegar a ser algo agradable, en caso de que el producto medio funcione. Y ese el caso de la serie, al menos a mi me ha medio funcionado, A ver, que no estamos ante The Wire, Los Soprano, Dexter, o cualquiera de esos grandes productos televisivos de la HBO o Showtime, pero tampoco está tan sumamente mal.

Y es que uno tiene una trayectoria, en su haber, y siempre por amor, se ha tragado cosas como Summer Camp – con Andrés Velencoso como estrella – o Anaconda 1, 2, 3 y 4 – creo que hasta ahí-. Así que no ha sido tan increíblemente duro, de hecho, tengo buena opinión de la serie, y, para qué engañarnos, estoy deseando de que llegue la noche para ver el capítulo nuevo de esta semana.

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Wes Craven dirigió Scream (y sus tres secuelas), Las Colinas Tienen Ojos, o Pesadilla en Elm Street, entre otras muchas. ¿qué tienen en común? Todas son un ejemplo de terror psicológico. Historias de personas (o grupos) que se saben observadas, vigiladas, acosadas, arrinconadas, y que poco pueden hacer para solventar la papeleta que les ha tocado. En el caso de Scream, este acoso llegaba a través de llamadas telefónicas tras las que aparecía un señor con máscara a perpetrar sus crímenes. En su momento fue muy original, pero los consumidores de terror más abyectos, los adolescentes y jóvenes, en muchos casos, ni siquiera saben cómo se utiliza un teléfono fijo, por lo que la película ha perdido mucho en ese aspecto. Al contrario que Pesadilla en Elm Street, por ejemplo, en la que uno puede seguir teniendo pesadillas después de verla, y es que, en este caso, todos dormimos.

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En la nueva serie, sus creadores: Jay Beattie (Mentes Criminales, Caso Abierto,etc) Jill E. Blotevogel (Crossing Jordan, La Zona Muerta,etc) y Dan Dworkin (Desaparecida, Mercy, Revenge, etc) ; han tenido el acierto de actualizar ese teléfono fijo. La serie sigue el mismo esquema que la película, pero con mucha más capacidad para hacer introspección en los personajes, conocerlos más a fondo, y, en definitiva, sentirnos más identificados o cogerles más cariño. Los adolescentes guapos han sido sustituidos, Drew Barrimore y Neve Campbell por Willa Fitzgerald y Bex Taylor-Klaus, Skeet Ulrich por Amadeus Serafini. Y así sucesivamente. El asesino vuelve a actuar, de la misma manera, en el mismo pueblo, contra los mismos personajes, pero 20 años después. El grupo de adolescentes donde todos son guapísimos y guapísimas, la periodista entrometida – Courtney Cox en la película, Amelia Rose en la serie -. Todo es lo mismo, pero diferente.

El cambio de una a otra son las motivaciones de los asesinatos, que cambian de protagonista y de modus operandi de una temporada a otra, pero sobre todo, el cambio de eje principal. Sigue siendo el teléfono, pero ahora hablamos de móviles. Móviles que envían vídeos, redes sociales activas, bullying escolar mucho más tecnologizado, y acoso por diferentes medios. Esta actualización funciona muy bien, porque cuando crees que no puede haber algo más, se utiliza otra función del Smartphone de turno.

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Pueblo pequeño, asesinatos en serie, acoso, policías que parecen asesinos, periodistas que manipulan a esos adolescentes, un joven freak que tiene un podcast. La vida misma de lo que nos venden como los USA de la clase media. Además la serie no está grabada con una cámara de videoaficionado ni hay defectos demasiado llamativos – salvo por alguna pirueta de guión -. ¿qué más queréis para una serie veraniega, de esas que gustan de verse abrazado al aire acondicionado y con una tarrina de helado de “huevo kinder” del Mercadona. Si tenéis Netflix, no dudéis en echarle un vistazo en estos días en los que a unos les sobra el tiempo y no tienen la playa cerca.

P.D.: si os animáis a verla cuidado con buscar imágenes de la serie por internet que os podéis comer unos spoilers la mar de interesantes.

CIBASS Puntuación CIBASS Tres puntos


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