Rulfo y Cortázar: luces y sombras en la biografía ilustrada

Por David Rodríguez, @davidjguru

Si usted alguna vez forma parte de un gobierno y tiene la sensata idea de meter en cintura a la Iglesia Católica, tenga cuidado a la hora de planificarlo y llevarlo a la práctica: la historia dice que en menos de lo que canta un gallo se armará tal cisco que seguramente tenga que renunciar a hacerlo y como complemento, es muy probable que también tenga que abandonar sus sueños de llegar a viejo. En el mundo hay un poder ancestral que perdura durante milenios y no le suele gustar que le hagan cosquillas.

Pero no se preocupen que de cara al relato no estoy viajando al milnovecientostreintayseis de ese extraño estado-nación que usted ya sabe, sino más bien al milnovecientosveintiseis de otro país lejano y exótico, ese al que André Bretón definió con tanto acierto como “el surrealismo puesto en pié” tras su estancia de varios meses, suficientes como para que le entregaran una extraña mesa y mantener encuentros con Trotski para discutir sobre arte y revolución: todo es México y en aquella época todo era México. Un estado demasiado lejos de Dios y demasiado cerca de Estados Unidos, capaz de acoger a todos los refugiados del mundo, a todos los republicanos, a los perseguidos y otros marginados caídos al pie de la roca Tarpeya; licuadora del arte para darle al mundo los enormes trabajos muralísticos de un contradictorio y problemático Diego Rivera o de un psicópata como David Alfaro Siqueiros; todos reunidos con intenciones contrapuestas en México entre la casa azul de Coyoacán y la calle Viena, como centro de un Universo gobernado por Frida Kahlo donde concurrirán -sin que nosotros sepamos explicar muy bien los motivos- lo mejor y lo peor de un siglo que ya fue y que todo lo arrastró. Pero eso ocurre ya varios años después de lo que en principio nos interesa: las guerras Cristeras que se dieron en el país del surrealismo durante los años que van del 1926 al 1929 y una vez más, volvieron a teñir al país en un baño de sangre.

Juan Rulfo una vida grafica 3

¿El esquema? ya lo conocemos, porque es un lugar común que siempre terminamos revisitando cada vez que alguien tiene el sano juicio de poner orden a cierto nivel: en México en aquella época se habla de “persecución religiosa” – como en ese extraño estado-nación del que usted me habla- cuando el presidente Plutarco Elías intenta llevar a la práctica el control efectivo sobre el poder real de la Iglesia Católica sobre el territorio y la población: más de un cuarto de millón de víctimas (las fuentes varían) en una nueva vuelta de tuerca de la violencia en la última fase de la revolución mexicana donde la vida valía menos que una bala y los caminos estaban plagados de grupos armados que se disparaban entre sí: ahora había que sumar campesinos pobres que eran lanzados como carne de cañón contra el inestable gobierno para morir defendiendo los intereses de la Iglesia Católica bajo el grito de guerra de “Viva Cristo Rey”.
La pobreza, en su desesperación, siempre es cautiva de promesas y reinos que no pertenecen a este mundo.

Vive Dios (si viviese, claro) que hubiese preferido escoger otro maldito punto de partida para este artículo, pero ese es precisamente el inicio extrañamente justificado y con cierto regusto a reacción y falacia con el que arranca “Rulfo, una vida gráfica” (Rey Naranjo editores, 2017) penúltimo intento de la industria editorial por no rendirse ante los avances de un frente compuesto por el segmento del libro electrónico y por cada vez más generaciones que eligen “ver” en lugar de “leer”, una biografía ilustrada guionizada por Óscar Pantoja y dibujada por Felipe Camargo para traernos a los ojos los sucesivos vacíos poblados de muerte y ausencias que rodean el germen creativo de Juan Rulfo, madre de Pedro Páramo y de todos los fantasmas de ese llano en llamas que fue México durante tanto tiempo y que también fue su propio mundo interior. Durante las ciento noventa y tres páginas de la biografía ilustrada de Rulfo pasamos de manera lenta, apesadumbrada y desolada por una existencia gris -reforzada además por la total ausencia de color en la obra- solitaria y triste. Las sensaciones son extrañas y si la obra tenía por objetivo generarnos desasosiego podemos asumir que lo consigue. En el marco del centenario del nacimiento de Rulfo aparece este lanzamiento por parte de Rey Naranjo Editores y se agradece el intento de acercar la figura de este extraño, atormentado y excepcional creador de la recopilación de cuentos reunidos en “El llano en llamas” o de la novela “Pedro Páramo” tanto para nuevos lectores como para otros que habiéndolo leído ya, podemos recuperar las sensaciones que nos generaba en su momento aquella narrativa tan diferente, tan ausente de interacciones y tan cargada de soliloquios íntimos y personales que sus personajes iban generando acerca de la culpa, del dolor, de la muerte y la condición que reúne lo peor de cada una: la soledad.

CIBASS Juan Rulfo una vida grafica 1

 

En aquellos textos descubrimos que en cierta manera lo contrario de la soledad -justo al revés de lo que siempre habíamos creído- no era la compañía, era más bien la pertenencia.
Ser, formar parte, mantener una identidad común, sentir un vínculo específico que nos ayude a explicarnos a nosotros mismos quienes somos, aunque sea una pura ficción porque de esa identificación nace el anclaje al personaje que todos y todas intentamos construir para sobrellevar -lo mejor que podemos- una existencia que nunca está suficientemente justificada: si la mayoría no solemos saber porque nacemos, el huérfano en la búsqueda de su pertenencia arrastra un vacío todavía mayor de preguntas sin resolver.

Por eso tal vez el huérfano Rulfo se pasó sus textos buscando a un padre asesinado a través de diversas proyecciones y dado el contexto en el que se produce el fatídico hecho, es posible que por ello cobre tanta importancia la presencia de la revolución Mexicana o las guerras Cristeras como agentes y personajes abstractos dentro de sus relatos.
Por eso tal vez la existencia de Rulfo discurrió en un crónico grito sordo de agonía que no pudo expresar las preguntas que le corroían, que le llevaron a la depresión, al silencio, al alcohol y al horrible tratamiento con electroshocks.

A lo largo de las páginas de Rulfo, una vida gráfica, comprendemos bien la evolución del creador que renunció a escribir porque para él, crear era recordar y rememorar era sufrir, y entendemos, de alguna manera imprecisa, que solo supo responder al desgarro interno acallando las mil voces de su interior y pasando a realizar otros trabajos menores en guiones y otros pequeños trabajos por encargo.
En cada oficinista de tonos grises habita un poeta o un narrador.

CIBASS Juan Rulfo una vida grafica

Tal vez esos sean los mejores méritos de un lanzamiento que desde su propia portada nos instala en el desasosiego del niño muerto que toma la mano de su padre también finado sobre un campo que arde, culto a la muerte y a las calaveras en las que terminaremos convirtiéndonos al final de tantas búsquedas. Respetar y jugar con la propia narrativa de Rulfo, emulando su propio estilo basado en saltos temporales fijados a través de recuerdos dolorosos y emociones hirientes en una construcción gráfica de clara influencia indigenista (noten sus proporciones físicas, sus ángulos, sus planos, sus formas) Sí México es el surrealismo hecho país, la biografía ilustrada de Juan Rulfo es la angustia hecha viñeta. Compruebenlo si tienen la ocasión.

En contraposición, Córtazar (Nórdica cómics, 2017) de Jesús Marchamalo y Marc Torices es una explosión constante de luz, color, ritmo cambiante, formas variadas y vivencias para traer al mismo formato al padre creador de la poesía encantatoria, al fanático del Jazz y los viajes, creador de cronopios y personajes inolvidables como la Maga y Horacio en un juego de saltos y lecturas posibles, en una estructura que es puro Bebop a costa de segmentos musicales diferentes y entremezclados, ensamblados en una armonía global donde aparecen -para quien sepa ver- incluso ciertas contradicciones entre guionista y dibujante: a cada crítica a la revolución cubana (que las hay, desde el caso Padilla hasta una crítica implícita al Che Guevara) hay que oponer la constante presencia de ese tren rojo -el color nunca es casual- que avanza por la narración metaforizando los caminos del Julio. Humo de cigarrillo francés y discos de vinilo, la bohemia de París y el llanto por el asesinato de Ernesto Guevara.

Para intentar no repetirme, aquí tienen la revisión de la biografía ilustrada de Julio Cortázar que se publicó en Canino. Profundicen si quieren.

Rulfo y Cortázar explicados en viñetas. Ambos hijos de la ausencia y la soledad discurriendo por caminos diferentes y a la vez por un sendero único: el del campo de la narrativa experimental y diferente que ha sido llamada el Boom Latinoamericano, del que sin duda Juan Rulfo puede considerarse un precursor del realismo mágico.


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