Emperador Muerte y el falso dilema de los Vengadores

Por David Rodríguez, @davidjguru

La historieta es un producto cultural, ordenado desde arriba, y funciona según toda mecánica de la persuasión oculta, presuponiendo en el receptor una postura de evasión que estimula de inmediato las veleidades paternalistas de los organizadores.

– Umberto Eco

Hay cómics que pasan sin pena ni gloria por nuestras manos y otros que de repente se instalan en nuestra cabeza y sin saber exactamente el motivo, empiezan a lanzar diversos disparadores mentales: uno no sabe que ocurre, pero está pasando algo. Algo así fue lo que me ocurrió al leer “Emperador Muerte” y este es mi desquiciado intento por encontrar los motivos a pensar más de la cuenta en una historia aparentemente “menor” dentro de la línea editorial de Marvel, conocida irónicamente por ser la casa de las ideas.

El cómic como producto sistémico y como rama de las artes navega siempre o casi siempre en la tensión entre las características propias de los medios de comunicación de masas -con todos los graves atributos de la mediología, por tanto- y la conceptualización artística, hecho que de alguna manera lo dota de la suficiente adjetivación creativa como para someterlo al escrutinio estructural de las relaciones con su contexto. Una obra artística es una obra y su contexto, que otorga las categorías específicas bajo las cuales es posible interpretarlo y juzgarlo en su debido tiempo, en su momento. Especialmente con el cómic elaborado desde las majors, las grandes compañías estadounidenses que al ejecutar fielmente la condición de haber creado un elemento reproducible industrialmente han generado un monstruo de cara amable por cuya piel supuran los valores del sistema. No es aleatorio el uso de esa descripción de Umberto Eco para encabezar el artículo, en el sentido de que bien pudiendo resultar transversal, en base a la orientación de esas veleidades paternalistas que enuncia el barbudo piamontés, podemos identificar una orientación observando detenidamente cualquier cómic, pero lo haremos sobre esta historia. ¿Por qué? supongo que de tener que elegir, preferiría darle la razón a los apocalípticos frente a los integrados (no, del todo, con muchos matices, pero si es cuestión de posicionarse rotundamente, elegiré a los primeros, por alarmistas): la cultura de masas ha degenerado en un verdadero horror alienante de atributos negativos que crecida al albor de “la rebelión de las masas” lista y optimizada para enriquecer a unos pocos y mantener cierto control mental -orientado a la baja- para la mayoría de los receptores/consumidores.

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Visto así, resultaría demasiado ineficiente separar una obra artística de su contexto, por aquello de las relaciones de interdepencias que se generan consciente e inconscientemente entre el constructo y su tiempo, pero además porque en realidad todo lo que consumimos es normalmente el resultado del trabajo de una serie de personas dentro de un marco definido de valores y contravalores, una cultura hegemónica y otras culturas que intentan desplazarla (con mayor o menor éxito) y unas circunstancias políticas, económicas y sociales que terminan definiendo las sucesivas dimensiones y capas interpretativas de una producción artística. De manera más explícita o más implícita en toda obra navega un sustrato histórico que la define y en según que casos, al poner la lupa sobre el contenido y arañar un poco la pátina de la idealización, empieza a aparecer en todo su verdadero potencial, descubriendo sus claves ocultas y generando el mapa de símbolos (el de los signos casi siempre es más evidente) para permitir una lectura avanzada de lo que en realidad tenemos entre manos. Por eso – por poner algún ejemplo cercano – la antigua trilogía de StarWars es un canto a la emancipación del individuo frente a la estructura bajo un formato puramente Pulp y la más actual es una colección de películas de claro corte reaccionario, machista y conservador dedicada a defender la cultura dominante y a culpabilizar al individuo por no seguir las reglas y decidir de manera autónoma.

CIBASS Emperador Muerte Marvel tresComo decía al inicio, hay algo en esta historia que me hace detenerme a pensar y organizar ideas: ¿Qué ocurre realmente en este relato? Esencialmente, esta construcción no es más que una propuesta de la línea “What If?” de Marvel llevaba algo más allá. Para los familiarizados con la editorial, aquella colección eran una sucesión de historias contrafactuales y normalmente autoconclusivas, apuestas creativas fuera de canón que número tras número jugaban a crear situaciones alternativas bajo la pregunta “Qué hubiera ocurrido sí…? y en torno a ello se ubica el nacimiento de esta historia, que se desarrolla para responder a la pregunta abierta de que ocurriría si el Doctor Victor Von Doom hubiera conquistado la tierra. El resto es un desarrollo inquietante, extraño y algo confuso, plagado de clichés y con propuesta desconcertantes. Entremos en materia.

“Emperador Muerte” es una vieja historia que data del año 1987, en plena era del control editorial de Jim Shooter en la editorial Marvel y esto, en principio no es trivial. Shooter era la apuesta temporal para poner orden, estabilizar la editorial tras años de entradas y salidas en el puesto de editor jefe de la casa y en cierta manera, el enésimo peón colocado por un malévolo Stan Lee que ponía y quitaba de manera indirecta sucesivos editores con la idea de irlos quemando progresivamente y mantener cierta influencia sobre Marvel mientras intentaba destacar en otros campos. La apuesta era más breve pero algo salió bien y eso le aseguró a Shooter un tiempo extra en el cargo: con aquella idea-basura de Secret Wars había conseguido buenas cifras de venta y a pesar de que el guión era realmente simple, estúpido y carecía de interés alguno, el hecho de reunir en una pequeña serie a todos (o casi todos) los héroes y heroína de la casa editorial había supuesto un relativo éxito editorial suficiente como para generar la buena tracción necesario en el motor de venta y negocio. Las cifras mandaban (como han gobernado siempre) y este caso la jugada salió bien, con lo que este editor jefe consiguió estabilizar su posición algo más que los anteriores antes del próximo descabezamiento inmisericorde. La etapa de Shooter en Marvel como editor jefe suele interpretarse de manera controvertida: instauró un relativo orden, un mínimo nivel de exigencia en entregas y plazos y de alguna manera, reinó con puño de hierro imponiendo disciplina sobre una redacción que sencillamente lo odiaba e incluso no dudaba en quemar muñecos con su nombre puesto. Pero a los ejecutivos les gustan las cifras y durante su reinado un Shooter temporalmente blindado por las métricas aportó alguna ideas de trabajo para nuevos lanzamientos y guiones.

De aquella época viene esta vieja historia de la Marvel, de la idea original de un Shooter realmente reaccionario, simple y poco profundo. Un tipo capaz de declarar que “nunca habría ningún personaje homosexual en los cómics de Marvel” (por ejemplo) y mil lindezas así. La idea de lanzar la línea “Marvel Graphic Novel” en el 82 para aprovechar la nueva tendencia de las librerías especializadas había creado ya el canal adecuado para lanzar guiones diferentes y con un enfoque más original que el de las series regulares. En ese contexto Shooter convoca a Mark Gruenwald para desarrollar la idea de articular una historia en torno a una de esas grandes amenazas que tanto le interesaban en un formato extendido y convocan a Bob Hall para trabajar en la línea gráfica de la obra. CIBASS Emperador muerte Marvel cuatroEn cuanto a la parte visual, no hay mucho que reivindicar en la obra (o al menos yo no lo encuentro), un dibujo clásico de la época y una estructura con el dinamismo habitual, reseñar si acaso el extraño dibujo de la escena en el comedor de la base de los Vengadores, que realmente es terrible en cuanto a proporciones y proyección: ¿Son hobbits sentados a una mesa? ¿Es Tigra tan diferencialmente alta del resto? la perspectiva de esta escena es algo confusa…El tratamiento de las viñetas, la gestión de las clausuras y el modelo de transiciones responden fielmente a la marca de la casa, ese estilo que desarrolló Kirby y que salvo excepciones consiste en transiciones acción-a-acción como articulación narrativa predominante. Nada nuevo bajo el sol, mención aparte al expresivo entintado que Bob Hall se realizó a si mismo.

¿Saben? no dejar de resultarme interesante que el lanzamiento coincida en el tiempo con una interesante película del momento “Wall Street” de Oliver Stone, que en pleno crack bursátil de la bolsa estadounidense de 1987 se dedicara a exponer las obscenidades de la realidad del capitalismo financiero. Hay ciertas similitudes con este comic y no dejo de ver una relación clara entre Charlie Sheen / Bud Fox / Príncipe Namor y Michael Douglas / Gordon Gekko / Doctor Muerte en sus dependencias mutuas. Pero no me hagan mucho caso. Ya habrá tiempo para exponer mis ideas chifladas más adelante.

 

Zebediah Kilgrave (antiguo enemigo de Daredevil y habitual ahora en la serie Jessica Jones de Netflix) es un hombre con una capacidad principal, un poder o algo que podríamos considerar un capital inicial, un recurso valioso solamente explotado por él: su capacidad para liberar una serie de feromonas para manipular la conducta de cualquier persona a su alrededor. Recuerda claramente a la especie Falleen del universo expandido de Star Wars, pero el tipo violeta llegó unas décadas antes – se siente -. Este personaje comienza la historia descansando plácidamente en una isla de la polinesia francesa haciendo un uso exclusivamente hedonista de su poder, cuando entra en escena alguien que ha decidido que ese talento puede usarse para mayores magnitudes mayores, en otra escala y con más ambición. Alguien que cree saber usar ese capital inicial para construir algo más poderoso, haciendo escalar esas capacidades hasta llegar a una escala global para alcanzar sus sueños de grandeza y dominación: El Doctor Muerte.

Victor Von Doom tiene un plan: dotarse de la necesaria infraestructura como para tratar de una manera masiva e industrial la habilidad inicial del hombre púrpura y transformar ese capital inicial en una fuente absoluta de poder y control. Es significativo que el objetivo esencial de Doom no sea específicamente la riqueza material – que ya la tiene – si no más bien la influencia global y absoluta. Se muestra algo frustrado al tener que usar la Casa Blanca como residencia bajo la propuesta de un Reagan complaciente (cosa inaudita), pero traza la línea que décadas más tarde hemos visto ejecutar con cierta tristeza: hombres muy ricos dando el salto a una gobernanza materialmente más limitada en cuanto a retribuciones pero mucho más aprovechables desde el punto de vista del control del poder. Triste metáfora.

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El sueño de Doom, aspiración normal en cierta categorías de supervillanos comunes en los cómics (no todos, otros se conforman con ser agentes del caos, simples asesinos a sueldo o grandes señores de la droga), es dominar el mundo. Y hemos pasado muchos años viéndolos ir y venir, trazar planes y ser desbaratados sucesivamente, así que el sueño de Doom suena típico y reproducido una y mil veces. Solo que en este caso, el plan tiene éxito; en vez de tanto subir y ver bajar la inmensa piedra de sus objetivos, Sísifo vence y de repente todo se vuelve novedoso. Se detiene el antiguo ciclo eterno de ganar y perder, de arriesgarse y fracasar para volver a intentarlo. Doctor Muerte gana la partida. Pero es algo más que eso.

El verdadero protagonista de la historia, especie de Sísifo – Tántalo preparado más para fracasar por inercia que para vencer, consigue mediante la infraestructura construir y expandir su propia hegemonía a través de los canales implementados a tal fin, hacer escalar ese capital inicial conseguido por la esclavitud y explotación del propietario inicial -huelga decir que el hombre púrpura no ha accedido voluntariamente a esa perversa asociación- y por fin, extender su red de persuasión para crear un estado de opinión manipulado favorable a todos sus intereses: con los poderes de Kilgrave amplificados por su tecnología, Muerte consigue llegar a todos y a todas, convirtiendo el mundo en un inmenso campo de sirvientes que se pliegan a su autoridad. Nunca la vieja aspiración oligarquica de eso que llaman “gobernanza mundial” se vio tan definida. Y por si acaso, para dominar la disidencia y meter en cintura a aquellas personas, se sirve de la ayuda de un agente para atrapar a los elementos que quedan fuera de su alcance y son susceptibles de rebelarse contra el nuevo status quo impuesto por el emperador. Namor el príncipe de Atlantis hará las veces de correa de agente sobre el terreno para conseguir manipular a las personas cuyo poder les hace invulnerables a las técnica del Doctor Doom (aquellas personas de origen artificial que inicialmente, al no ser humanos, están fuera del radio de acción de su nueva maquinaria: el hombre máquina, Ultrón y La Visión), representando una especie de corpus policíaco enviado a detener a los futuros insurgentes. Como Gust Avrakotos, el personaje interpretado por Philip Seymour Hoffman en la película “La Guerra de Charlie Wilson”, también Namor podría decir “I’ve neutralized champions of communism”, pues la similitud entre el agente de campo de la CIA y las funciones de neutralización que Muerte le asigna a Namor corren en cierta manera dentro del mismo plano de intereses dominatorios y Emperador Muerte está plagada de referencias a la guerra fría y al sempiterno enemigo soviético.

Todo marcha a la perfección para los planes de Muerte, salvo por dos puntos importantes: Primero, que el monarca de Latveria no tiene previsto realmente como gobernar y la consecución del poder le causa un innegable hastío y segundo, que un miembro de los Vengadores Costa Oeste – Simon Williams, el Hombre Maravilla – queda fuera de su operación y al descubrirlo, prepara la desestabilización de los planes del maléfico gobernante.
Así, lo que podría ser una simple aventura más de un equipo de héroes y heroínas frente a un nuevo plan de conquista mundial por un supervillano deviene en una concatenación de ideas de difícil asunción para algún lector inquieto dispuesto a rascar la pared para ver el color que trae debajo: la propuesta de la inmediata bondad de una gobernanza global bajo el liderazgo del doctor Muerte que consigue poner el orden todos los problemas del mundo en aquella época (la guerra de Afganistán incluida, por supuesto), resolver el desempleo y crear una especie de sociedad global muy armónica. La cuestión subyacente, mostrada por las reflexiones en voz alta que el equipo de los Vengadores comparte y el guionista -conveniente dirigido por Jim Shooter- pone en la historia, consiste en una suerte de falacias de falso dilema en tanto se ven abocados a la elección, nada razonada, de si es preferible un mundo en paz pero dominado artificialmente o un libre albedrío de la humanidad asumiendo como consecuencias de ello las guerras, el hambre, la violencia o el desempleo. Obviamente los héroes radicados en California optan por la segunda opción, ya que desean evitar a toda costa la expansión del modelo de gobernanza que Muerte intenta exportar desde su país original a todo el planeta, como Iron Man recuerda en pleno combate, Latveria (un trasunto de país de la Europa del Este) no es una democracia y sus ciudadanos hacen lo que Muerte ordene, sin hacer preguntas. La falacia es evidente en cuanto Los Vengadores se debaten entre un mundo en paz mediante una dictadura o bien permitir (en sus propias palabras) que existan niños que pasen hambre en un mundo libre. Escogen lo primero, a pesar que en la práctica, los dos casos tiene naturaleza similares. Como en aquel viejo chiste donde el oligarca pregunta al pueblo y este responde: “-¿El caos o nosotros? +El caos, el caos -Nos da igual, también somos nosotros”, Los Vengadores ofrecen un escenario perversamente simplificado donde no se le otorga responsabilidad alguna a las clases dominantes en el devenir violento del mundo, asumiéndolo como consecuencia directa de un inexistente libre albedrio fruto de las decisiones humanas, sin considerar que en realidad, bajo los dos modelos existe un origen común, igual de válido en lo identificatorio y en lo peligroso, pero su posición se detiene ahí. Para ellos el problema no es específicamente que la superestructura tienda a generar monstruos y les conceda estatus de líderes. No, el problema es esencialmente, que una especie combinada de Trump – Gordon Gekko – Doctor Muerte se ha lanzado a la conquista del poder absoluto y la gobernanza global. Una anomalía sistémica ha desbordado al sistema y deben reajustarlo, porque de hecho la anulación de los planes de Gobernanza Global devuelven los problemas “clásicos” del planeta a la palestra (guerra, terrorismo, violencia, desempleo y racismo) a la palestra -tal y como se muestra en sus páginas- y entonces, solo entonces, puede medirse que las cosas han vuelto a la normalidad.
¿Arañar la estructura hegemónica? impensable para una obra de estas características. ¿Qué los graves problemas entre naciones respondan a estrategias de control y poder? Queda fuera del guión. Los héroes no se hacen estas preguntas porque en materia de cultura dominante, ellos son los iconos más sofisticados para apuntalarla.
El mundo del cómic y especialmente el segmento de las grandes compañías estadounidenses funcionando como una pieza amable y aparentemente neutra dentro de un sistema de engranajes que a modo de correa de transmisión hace el trabajo propio a su categoría dentro de la dimensión de la mediología, con la herencia (como objeto hijo) de los mismos fines transmisores de modelos y metamodelos, pequeña y amigable máquina de fango para confundir los sentidos.

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Algunas lecturas de esta historia apuntan a una interpretación “emancipadora” de la humanidad, bajo el prisma de la liberación por parte del grupo de héroes de la alienación impuesta por el Doctor Muerte, pero no estoy de acuerdo con esta visión. Los Vengadores solo se encargan realmente de permutar la manipulación de Doom (exógena, propia, fuera de lo sistémico) por otra alienación habitual, constante, endógena y que desde el punto de vista orgánico es dado por válido en su falaz elección de orden o caos. Porque el caos está diseñado también por tipos peores que el Doctor Muerte y sin embargo queda fuera de plano. Resulta “lo natural”, el status quo. Gordon Gekko debe ir a prisión por incumplir las reglas del juego, pero no se cuestionarán nunca las mismas reglas ni el propio juego, e ir más allá suele hacer que a los dueños verdaderos del sistema les entre la risa nerviosa. No se encumbró a Jim Shooter para llegar tan lejos.

El mundo no es perfecto, Ojo de Halcón. Pero la gente es libre para tomar sus propias decisiones…y así es como debería ser.

Habría entonces que imaginar a Sísifo feliz.

CIBASS Puntuación CIBASS Cuatro puntos


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