No te vayas aún, Bud.

Por Redacción CIBASS, @CIBASS_Blog

 

Normalmente cuando alguien fallece tendemos a amplificar su figura. Es algo común ver como de momento todos a nuestro alrededor reivindican una carrera que habían olvidado y como quieren formar parte del duelo, quedarse con un poco de la sombra alargada del que pasa de estar entre los vivos a irse al cielo de las leyendas. Curiosamente, desde Can It Be All So Simple siempre quisimos potenciar y dar su sitio al bueno de Bud; en nuestras dos imágenes de fondo en facebook siempre le tuvimos presente (incluída la que subimos este mismo lunes por la mañana y en la que lo incluíamos junto a Michael Jordan, Michael Jackson, Franco Batiatto o Spider-Man – puedes verla pinchando aquí -, así como en diferentes artículos. Desde sesiones triples donde echábamos una tarde junto a él; o en el que rescatábamos fotos raras y curiosas de su baúl de los recuerdos.

La cosa es que Bud Spencer es inseparable de nuestra infancia. Como los cómics de Marvel, el wrestling, los cazafantasmas, los dibujos de He-Man o los bocadillos con Nocilla. Él significaba la esperanza frente a las injusticias en aquellas tardes de verano frente al televisor. La diversión estaba asegurada cuando en ese magnífico invento llamado vídeo comunitario alguien decidía alquilar a tito Bud: concursos de salchichas, carreras de buggies, mafiosos con sombrero y puro, westerns desenfadados, muchos muchos puñetazos y su inseparable Terence Hill ¿se podía pedir más?

Y es que su filmografía, al contrario de mucho de lo que encontramos hoy al ir al cine, no engañaba a nadie. Spencer (normalmente dirigido por realizadores curtidos en el mundo del spaghetti western como Bruno y Sergio Corbucci, Enzo Barboni o Michele Lupo) daba lo que todos pedíamos y cualquier excusa era buena para repartir justicia en bares, muelles o en el desierto y desde el lejano oeste de Almería a Miami o en el Madrid de “Y si no nos enfadamos”. Quedaba claro que su imponente presencia nos aseguraba un entretenimiento tan sincero como sencillo y en aquella época (en la que no leíamos Cahiers du cinema ni queríamos hacerlo) tampoco necesitábamos mucho más. Su figura acabó calando tanto que acabó con más de cincuenta películas a sus espaldas, la prueba de que a pesar de ser consciente de realizar cine única y exclusivamente como entretenimiento -y sin ninguna pretensión más allá- sus filmes eran el escapismo perfecto para millones de personas en todo el mundo. Sentíamos de verdad que sus películas traían una dulce sensación reparadora…¿Quién de nosotros no soñó con ir directo al abusón del patio, el jefe faltón o al chulito de la discoteca y hostiarlo, así, a secas? Ese esquema elemental, esa articulación esencial del cine que compartieron Carlo y Mario (Bud y Terence) siempre nos trajo eso, la dulce sensación de reparación y justicia a golpe de hostia directa que todos y todas hemos reclamado desde la infancia mirando al cielo en forma de justicia divina o ajuste de cuentas del karma. Ellos siempre andaban haciendo cosas, unos abusones aparecían y hacían algo chungo, y ellos replicaban hostiando a todo el mundo a golpe de slapstick; todo rápido para acelerar el sentido cómico pero además para ahorrar más tiempo y que quepan más hostias. Podías volar espiritualmente soñando con un futuro mejor o podías disfrutar con la inmediatez de hacer justicia a puñetazos poniéndote del lado de los débiles. Suponemos que tal vez por eso nos dolió especialmente cuando uno de nuestros barbudos favoritos cortejó políticamente a aquel que vino a hacer el mal, el señor Berlusconi. El napolitano se dejó cortejar y le hizo la corte al ignominioso ser que dominó la política italiana y la psique de todo un país durante demasiados años. De los escombros que dejó el caso Tangentópolis en Italia surgió el enfermo mesías político con promesas de regeneración que consiguió engañar a millones de italianos, y nuestro hombre se alineó. Es lo peor que tenemos que comprenderle, lo más duro. Se lo perdonamos pero no lo validamos. Maldita Forza Italia.

 

Forza Italia

 

Nacido como Carlo Pedersoli en Nápoles en 1929, fue campeón de natación con Italia e incluso participó en unos juegos olímpicos. Por si fuese poco, también hizo las labores de cantante, compositor, guionista y productor, además de actor. Su primera aparición en el cine fue como extra en nada más y nada menos que “Quo Vadis” pero fue un poco después y para la película “Dios perdona… yo no” cuando se cambió el nombre a Bud Spencer, una mezcla entre su cerveza favorita (la norteamericana Budweiser) y su actor favoríto: Spencer Tracy. Fue entonces cuando empezó la leyenda del cine europeo de explotación, Bud hacía de tranquilo y sereno pero con una fuerza descomunal y su alter ego (Terence Hill) de astuto y manipulador, patrón que repetirían en infinidad de películas durante casi tres décadas. De su filmografía destacamos “Y si no, nos enfadamos”, “Un ejército de cinco hombres”, “Le llamaban Trinidad”, “Le seguían llamando Trinidad”, “Par, impar”, “Quien tiene un amigo, tiene un tesoro”, “Dos super esbirros”, “Dos Super dos” y “Dos super policias en Miami” y es que en una carrera tan larga (y longeva) y desde el punto de vista fan se antoja bastante complicado seleccionar menos de cinco películas.

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Cuenta su hijo como sus últimas palabras antes de irse fueron “gracias”, aunque el agradecimiento se lo tenemos que dar nosotros a él. Gracias por hacer un poco mejor la infancia de la clase media, gracias por recordarnos esas horas de diversión frente a la suerte de snobs en las que nos hemos convertido y gracias por tu repertorio de puñetazos, bofetadas y empujones aunque te hayas ido justo cuando más falta hacen.


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