El footing ya no es lo que era o cómo aprendí inglés sudando mucho

Por Chema de Angel, @ChemaAR

 

Es bien sabido que la mayoría de los redactores /escritores/ guionistas/ alguna-profesión-igual tienen cierto sobrepeso, y como que pasa con los camareros gordos, si alguna de estos está delgado es que algo está haciendo mal.

Pero las miserias de una profesión que nadie cataloga como una profesión de verdad – al darte de alta en autónomo, estarás dentro de la misma familia que artesanos y alfareros- no serán el eje central de mi artículo. Estoy gordo y no pasa nada. la vida sigue y el yugo de la sociedad no cae sobre mí. Ni la talla 38 me aprieta el coño, ni se lo que es una dieta detox -en todo caso yo sigo la dieta ‘de tó’- pero preocupado por el suspirito infernal que hacía al levantarme y al sentarme, o al crujido que provenía de mis articulaciones, decidí ir al doctor a que diera veredicto a tal estado.

 

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El tipo lo tuvo claro: ‘un poco de deporte y controlar la comida. Toma, aquí una dieta. Un abrazo y hasta luego’. Mi médico de cabecera -que más que peinar canas las tiene domadas cual caballo salvaje- nunca ha sido muy específico con cómo hay que hacer las cosas, así que me decidí por salir a la aventura y enfrentarme al mundo del deporte bajo la guía de los que más saben: un señor que no conozco de un foro TOP de internet.

Allí, tras leer sobre el mejor calzado existente, las diferencias entre pronador y supinador, y diferentes técnicas sobre cómo perder peso empapelando mi torso en el típico plástico para envolver bocadillos.

También opté por empaparme en ‘gimnasios online’ para youtubers, esos donde hombres y mujeres con abdominales que haría llorar al mismísimo Dios, te animan y apoyan en largos #workouts para que cinceles tu cuerpo como ellos. Tras un visionado rápido de dos minutos, me dije que aquello no era para mí, ya que viviendo en un piso de 40 metros cuadrados, estar haciendo posturas por el suelo se antojaba más que difícil. Había llegado el momento de dejar de informarse y era hora de salir a la calle a poner en práctica lo aprendido.

Salir a la calle es toda una aventura para una persona que pasa 16 horas al día en casa, encerrado y creando multitud de chistes con los que entretener a las grandes masas. Pero tarde o temprano uno tiene que liberarse de tanta presión social y dejar de lado los miedos para entregarse a la vida saludable.

Lo complicado no es hacer deporte en una ciudad con tantas horas de sol. No. Lo complicado es salir a hacer deporte en una ciudad con muchas horas de sol sin tropezar con algún vecino, amigo o persona-que-conoces-pero-no-sabes-si-saludarla. Desconozco el motivo de tanto cuidarse, tanto #fit y tanta #HealthyLife. Tal vez sea que la falta de trabajo en este país haya echado a la gente al deporte, siendo los mayores beneficiados los grandes establecimientos que venden equipamiento deportivo. O no, o tal vez sea esa transformación que está sufriendo nuestras vidas en busca de la foto perfecta, que está destrozada por esa papada alimentada a bases de donuts rellenos de mayonesa.

 

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He visto cosas que no creeríais más allá de la puerta de casa.

Hay que comprender que no se puede hacer deporte de cualquier manera. Ir a la moda, elegante a la par que informal, siendo trendy y chic, se convierte en un dogma para todo amante de lo saludable. Los colores lo copan todo, atrás queda la época en que ir a hacer deporte consistía en ponerse las calzonas de tu comunión – esas que aprietan tus muslos hasta hacerte parecer indecente y ‘fácil’- una camiseta cien por cien Fruit and Loom, de publicidad de algún refresco y los calcetines azules de ejecutivos. Eso se perdió, no sabemos si en algún momento el movimiento hipster saltará al deporte y volveremos a ello, pero mientras eso llega, el tiempo nos ha descubierto que el campo cromático es muy variado, y que a los rojos, verdes y azules de toda la vida, le han salido una variante más señorial, con apellido y todo. Los colores flúor, esos que se distinguen por dejar una ceguera momentánea si un rayo de luz los toca, son los preferidos de los deportistas, creemos que se debe a, que si pierdes la noción del tiempo corriendo y llegando en un descampado de Montmartre.

Tras una exhausta experiencia, con un resultado nefasto y una lesión que me impide caminar, solo me queda añadir que el running – aunque de siempre se haya llamado footing- es la nueva religión a la que entregarse siempre que una tragedia acampe en tu vida, como que te deje tu pareja o que vuelvas con tu ex, de la que es más complicada salir de lo que parece.


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