El terror llama a su puerta, ese tesoro ochentero que te recomendaron tarde

Por José Viruete, @joseviruete

En los 80, lo de ser fan del terror era, más que una afición, una militancia. Tus películas de culto no salían en la tele, ni el Fotogramas: como mucho en el Zona 84. Los americanos tenían la Fangoria, pero la afición por ver todas las pelis del videoclub no dejaba de ser una cosa del chico rarito de la esquina. Y no era raro que cualquier director se moviera rápidamente hacia pastos más verdes. En ese panorama, los fans se crecían, se organizaban y se reafirmaban en su diferencia. Y El Terror Llama a su Puerta conectaba con ellos de la manera más sencilla: diciéndoles que no estaban solos. Que en Hollywood había un fan de Cronemberg, Romero y Hooper al que no daba vergüenza reconocer que su paso por la serie B no sólo era por las circunstancias: era justo lo que le apetecía hacer.

CIBASS Night-of-the-CreepsFred Dekker, efectivamente, era el rarito de su universidad. Creció admirando el cine de Corman, las películas de terror atómico, los programas dobles y los presentadores de pelis de terror. Un chico muy tímido, apenas tuvo amigos en su facultad de cine, haciendo grupito con Shane Black, entre otros. Por su carácter apacible y reservado, muchos no creían que pudiera valer para director. Recién licenciado tuvo un golpe de suerte al vender la historia de House, una casa alucinante (1985, Steve Miner), que tuvo un gran éxito de taquilla: parecía que el apocado Dekker podía tener un futuro como guionista, lejos del bullicio de un set de rodaje. Su siguiente guión era un batiburrillo de todas las cosas que le molaban como fan. No tardó en llamar la atención de los mismos productores que le compraron el anterior.

Pero esta vez había una condición para vender el guión: el mismo se encargaría de la dirección. Este iba a ser su pequeño proyecto personal: si sólo iba a rodar una película en la vida, tenía que ser ésta, una que le saliera del corazón, repleto de alienígenas, los meteoritos, psicópatas, laboratorios secretos, zombis, fraternidades, tías en tetas y policías duros atormentados por el pasado. encajando todo de manera natural, lejos de los forzadísimos aluviones de referencias autocomplacientes que venimos soportando desde que los frikis mandan. Con apenas 25 años, el chico tímido de UCLA se veía al frente de docenas de trabajadores que esperaban sus instrucciones.

La primera escena del film deja claro el tono: en el espacio exterior comienza con una persecución… en el espacios exterior. Dos alienígenas persiguen a un tercero. Pero no son hombrecillos verdes, ni de la variedad cabezona y gris. Ni siquiera son bichos repugnantes a lo Alien. Son pequeños, de color carne, y van en pelotas. Se les ve el culo. Pero a la vez tienen una expresión agresiva y los ojos en blanco. Hacen gracia, pero a la tienen un punto inquietante. Dekker comentaba que, para su sorpresa, el público se reía en esta primera escena, lo que le parecía genial: “no pasa nada si te ríes, aquí estamos para pasarlo bien“. Efectivamente, el film es una película de terror, de ciencia ficción, pero que no busca sino entretener a través de la mezcla de géneros, como le ocurría a su siguiente película, Una Pandilla Alucinante.

Uno de los alienígenas expulsa al espacio un extraño cilindro, con la mala suerte de ser atraído por la gravedad de… La Tierra. La siguiente escena es un nuevo prólogo. De repente pasamos a nuestro planeta, en el año 1957, y al blanco y negro. Dekker, que creció en los 60, experimentó la cultura 50s que tanto le gusta de esta manera: a través de la pantalla del cine, o más bien, de la televisión, que se encargó de emitir estos films baratos hasta quemarlos. Más que un flashback, es un fragmento de una película que nunca existió, con composiciones típicas de la época y los actores sobreactuando como en los peores films de terror atómico.

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Allí, unos jóvenes novios dan una vuelta en coche buscando donde arrullarse, y ven caer “algo” desde el cielo estrellado, mientras escuchan en la radio que… un psicópata anda suelto. Es cuando aparece este asesino en escena cuando termina el prologo. El asesino nos recuerda a golpe de hacha que estamos en los 80. Una escena semejante sería imposible en las películas que tanto amaba su director, así que cuando el hacha desciende sobre el cráneo de la jovencita, el siguiente cartel nos indica que estamos… en 1986. La idea original era filmar toda la película en blanco y negro, como sus clásicos 50s favoritos, pero los productores le pararon los pies. Estamos en los 80: adios Elvis, hola Van Halen.

En el campus de una universidad conocemos a Chris Romero (Jason Lively) y J.C. (Steve Marshall), sus protagonistas. Un par de chavales que se sienten ahí tan fuera de lugar como él. Desde luego están bastante lejos de los chavales que solían poblar las secuelas de Halloween o Viernes 13: lo primero que dicen es que no follan ni a la de tres, mientras que en estas era bastante común que tuvieran algún objetivo en mente. Los dos protagonistas están más cerca de La Venganza de los Novatos que de Prom Night II.

Es natural por tanto, que los villanos de la universidad sean los tipos populares y agresivos, encabezados por el insoportable Brad y su pelo teñido de rubio. En los 80, los malos teen eran rubios. Brad desafía a nuestros protagonistas a entrar en un laboratorio secreto, donde JC, mucho más impulsivo que su amigo, no duda en trastear con el cuerpo en animación suspendida. Un cuerpo que alberga el contenido de aquel cilindro extraterrestre que cayó en la ciudad en los 50: está repleto de un montón de gusanos capaces de tomar el control de tu cuerpo, estés vivo… o muerto.

Será el detective Ray Cameron (Tom Atkins) el encargado de investigar la situación, un duro detective traumatizado por lo que vio allá por 1957. Cameron aún tiene pesadillas cuando vio al asesino del hacha, pero sigue siendo el mejor, y va a llegar al fondo de una situación que cada vez se complica más: un allanamiento que da paso a… ¿su famoso psicópata resucitado? ¿Qué está pasando? Con los gusanos sueltos, en breve tenemos varios zombis sueltos por la ciudad, buscando reproducirse y contagiar al resto. Tom tendrá oportunidad de descubrir qué diantres sucedió exactamente y ayudar a los jóvenes a detener la invasión zombie-gusanil.

Desde el momento de su estreno todo el mundo coincidió en que Atkins está magnífico en su papel y es lo mejor de la peli: él se lleva las mejores frases y se merienda a cualquiera que tenga la suerte (sí, suerte), de compartir escena con él. Es un tipo duro de pelar, un detective hard-boiled capaz de pasar toda la película bebiendo alcohol, escupiendo one-liners y, en general, molando un montón. Además, su personaje tiene el arco argumental más sencillo de seguir y más satisfactorio.

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Atkins compensa con su memorable personaje el empanamiento del protagonista Jason Lively, prácticamente una “Mary Sue“, el personaje en el que el director se proyecta y le hace llevarse a la chica y salvar el día. Tiene una importante cara de empanado, es tímido e inocente y encima viste como su padre: el propio Dekker confesó en algún momento que “Chris soy yo“, pero tampoco había que ser un genio para intuirlo. Es el principal lastre del film: por el contrario, su amigo JC, está lastrado por sus muletas, pero es mucho más cool, valiente y divertido, gracias al carisma de Steve Marshall A pesar de la minusvalía de JC, Chris depende mucho más de su amigo que al contrario: tanto es así que Lively pierde muchísimo cuando su amigo no esta en pantalla.

Siempre me ha dado muchísima pena cuando los gusanos acababan con el simpático JC, en la escena más angustiosa de la película: atrapado en unos baños, el chico, sin sus muletas, es incapaz de levantarse y es presa fácil de los alienígenas. ¡Que rabia me daba! Dekker le está castigando por su irresponsabilidad: el liberó la plaga y no se va a ir de rositas. Le sucede como a la Fénix Oscura en opinión de Jim Shooter: alguien que ha acabado con todo un planeta no puede irse de rositas. Su muerte nos importa y le da un puntito de seriedad a la película que hace que funcione mejor: sí, es un homenaje simpático, pero no nos va a escatimar sustos, gore y un poquito de tragedia. Es uno de los motivos por los que nos gustó tanto en su momento. ¡Y aún hoy!

La muerte del malvado Brad no dolía tanto: es un personaje tan asqueroso que todos estamos esperando que le den su merecido, y que así que nuestro protagonista tenga vía libre para ligar con Jill, su chica. Tanto la muerte de JC como la de Brad tienen otro propósito: ni Chris ni Jill pueden ya apoyarse en la fuerza de su compañero, y tienen que madurar y hacerse fuertes por si mismos. Es así como encararán el clímax de la película, con un autobús repleto de zombis teenagers que se dirigen a contagiar a sus víctimas. Los espabilan a base de bien: él, matando zombis con un cortacésped, y ella, achicharrando zombies con un lanzallamas… ¡y en traje de noche! Puede que el final de la película no fuera todo lo espectacular que hubieran querido (hay poca sangre y apenas aparecen cuatro zombis a la vez), pero Dekker, en general, tiene bastante claro que quiere obtener de cada escena, y por ello se las apaña para que el film luzca con ideas como estas, frases divertidísimas y sustos eficaces.

Finalmente, tanto el personaje más simpático como el más antipático acaben pereciendo: los mansos como Dekker o tú, fan, heredarán la tierra. El mismo se dio cuenta rápidamente de que eso no sucede: los productores, envalentonados por la inexperiencia del realizador, le obligaron a cambiar el final, quitando el evocador (y mucho más terrorífico) epílogo con las babosas dirigiéndose a un cementerio con la nave espacial del principio sobrevolando la zona, por un susto bastante más convencional y que terminó por odiar.

En más de un aspecto, El terror llama a su puerta es como un “reverso luminoso” de lo que hizo Dan O’Bannon en El Regreso de los muertos vivientes, igualmente postmoderna, con muchísimas ideas y conceptos en común, pero mucho más amable. El mismo Dekker, en el audiocomentario del DVD, reconoce que no le gusta mucho esa película, que se estrenó mientras trabajaba en su guión. Mientras que una atacaba al espectador con todo lo que tenía a mano y despreciaba muchos de los estándares 80s del genero, esta prefiere sentarse con él a disfrutar de todas las cosas que le gustaban, y le gustan, del terror que se estaba produciendo.

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A pesar del escaso rendimiento en taquilla, el director insistió en forma y fondo con la divertida y aún más referencial Una pandilla alucinante, para terminar inmolándose con aquel desastre que terminó por ser Robocop 3 y que le apartó para siempre de la dirección cinematográfica.

A pesar de eso, Dekker ha seguido trabajando en la industria, aunque no es precisamente un tipo muy ruidoso. No le imaginamos empleando horas autopromocionándose en twitter para destacar entre la competencia, y tratando de convencer a todo el mundo es un autor con algo que decir o una víctima del sistema. Él, simplemente, quería hacer películas como las que tanto le gustaban creciendo. Puede decir que, al menos, consiguió hacer una película que seguro ha inspirado a hacer lo mismo a más de uno, como me consta que sucedió: de tener una deuda con el fantástico, se la ha devuelto con creces.

 

CIBASS Puntuación CIBASS Cuatro puntos


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