Carreteras, amor y lumpen: aquí llegan Los Chichos

Por David Rodríguez, @davidjguru

“Orden fue del rey, lo ordenó bien claro: de lo hondo del templo sacad al gitano”

-Félix Grande

En los márgenes de la radio-fórmula

La música de este país, en especial la del sector “Mainstream” puede establecerse como prácticamente deleznable.  Más aún si juegas a segmentar, porque entonces siempre te saldrán reflejos de grupos parecidos o de desafortunados cantantes similares. Más aún desde la creación de operaciones triunfos y demás, que ya solo buscan replicar formatos e incluso estilos y personalidades. Nada nuevo bajo el sol desde hace años, todo lo más puedes jugar a ser el nuevo Melendi como Jason Statham juega a ser el nuevo Bruce Willis, pero poco más.

Sin embargo, hay nichos que parecen vacíos: se vacían y no se rellenan. Tal vez por ausencia de demanda, o simplemente porque se espera el próximo movimiento que aúpe de nuevo un cierto estilo, como aquel revival que sufrió la rumba  hace unos años cuando grupos jóvenes empezaron a reivindicar a Peret y hacerle tributos y homenajes. El caso es que a veces “el-que-mas-sale-en-la-tele” no es el que más vende, o lo contrario “el-que-menos-sale-en-la-tele” es todo un  superventas. ¿Qué ocurre entonces? de esto va el caso de hoy, de un grupo que maneja unas cifras apabullantes y sin embargo hasta hace unos años no nos atrevimos a reivindicar mirando de frente a nuestros interlocutores: Los Chichos.

 

*Doce casetes de platino. Ojo cuidao.

*Doce casetes de platino. Ojo cuidao.

 

Y eso que las cifras resultan impactantes: en más de cuarenta años de carrera “oficial”, han conseguido vender más de 22 millones de copias, con lo que han venido alcanzando unos 16 discos de oro, otros 15 discos de platino. Y más premios en otros formatos (que los confirman como los dioses de la gasolinera): unos doce casetes de platino, formato especialmente dedicado a las ventas realizadas en el soporte de cachitos de hierro y cromo. Estos son datos que llaman poderosamente la atención, aquí ha venido ocurriendo algo grande que convendría explicar o al menos homenajear debidamente.

 

Sin contexto no hay nada (o de aquellos polvos, estos lodos)

Resulta que a los antiguos reyes de Castilla, y Aragón, y Navarra  y todo ese enjambre que luego se llamaría España ya les traían de cabeza esas migraciones entrantes formadas por gente llamada “egipciana”. A los nobles, obispos y militares no parecían gustarle esas tribus nómadas que no se asentaban en la ciudades y empezaban a resultar demasiado autónomas, demasiado libres. Así que en cuanto se produjo alguna de esas crisis del tesoro público tan endeudado en guerras y se notó que empezaba a escasear tanto mano de obra para labores militares como dinero para pagarla, a alguien se le ocurrió unir todas las cosas: reunir a todos los gitanos de las poblaciones, secuestrarlos y castigarlos a cadena perpetua como remeros en los barcos del reino. Y solo por el hecho de ser gitanos. Así de sencillo, así de simple. Como los buenos genocidios.

Pero como los muy resistentes seguían viviendo y reproduciéndose, pues a mitad del siglo dieciocho al marqués de la Ensenada se le ocurrió, previa autorización del rey Fernando VI, trazar un gran plan, una especie de orden-66 anti-gitanos que permitiese lo que hasta el momento no se había podido conseguir: el exterminio absoluto del grupo étnico. Con una minuciosidad y una sincronización sin parangón en la administración pública del reino (ni antes ni después) se prepararon las fechas, las acciones, las responsabilidades y las rutas: había que reunir a toda la población gitana, separar a hombres de mujeres y niños y enviar a cada grupo a las zonas de trabajo consensuadas. Así el miércoles treinta de julio de 1749 daba comienzo “La gran redada” una de las acciones más desastrosas y homicidas de la real política española.

Como epílogo, basta decir que aquello se convirtió en un enorme y descontrolado crimen de estado. Penados a galeras, a trabajar en minas y en arsenales militares, los gitanos iban cayendo uno detrás de otro. Además como los criterios “de selección” no estaban demasiado concretos, el plan se llevó por delante también a los colectivos asentados, sedentarios, integrados e incluso asimilados, dando un severo golpe a las economías locales mientras se torturaba y se secuestraba a empresarios, artesanos y agricultores. Escenarios de grandes delaciones, de vecinos robando las propiedades de las víctimas, de vengazas, de asesinatos. Las madres castellanas llevaban siglos asustando a sus hijos con la figura del gitano. ¿Qué un niño desaparecía de un pueblo? había sido un gitano.

El sedimento que todo este horror dejó en la sociedad fue terrible. Incluso lo más asimilados reconocían que sus esfuerzos no habían tenido ningún sentido. De ahora en adelante, se generarán dos sistemas que intentarán en lo posible no volver a coincidir, realizando un desarrollo apartado y desconfiado cada parte de la otra. O sea que básicamente, lo de vivir en modo “outsider” viene de antiguo.

Y como bien saben algunos expertos (aunque a la mayoría del pueblo les quede negado el acceso a esta zona del sentido común) la integración de dos sistemas pasa por ejercicios mutuos y equilibrados de adaptación. Poner toda la carga en uno de los lados no suele ser una política de sistemas muy eficaz.

 

Street Fighting man

Y ahora volvamos al siglo XX. Como cantaba Mick Jagger “But what can a poor boy do, except to sing for a rock ‘n’ roll band”. Y en eso hemos cambiado muy poco.  Siempre estaremos satisfechos de acoger al gitano mientras sepa cantar y/o bailar bien, los fantasmas de ayer sigue estando igual de presentes entre nosotros hoy día.

¿Qué podrían hacer dos hermanos de un barrio de la periferia de Madrid? pues la mejor salida posible era ponerse a cantar y por ahí que fueron. Carreteras y pequeñas actuaciones, hasta que en uno de sus primeros contratos en Vigo, el dueño de la sala les dice que el escenario queda algo vacío y que busquen a alguien más. Y ahí aparece el Jeros, y quedan configurados ya como el trío que se hará famoso.  Para completar el cuadro en una “discoteca” de Madrid conocen a Eduardo Guervós, mítico representante de artistas de la época que se convertirá en su manager durante todo el resto de su vida.

En 1973 el padre de Paco de Lucía los presenta en Phillips y aparece su primer sencillo “Quiero ser libre”. El producto funciona y vende, así que la compañía apuesta por ellos y pone a trabajar al maestro José Torregrosa, que se encargará de dotar a esas letras de una estructura musical sólida, madura y consistente hasta encontrar las claves que harán de esa dinámica de rumba marginal de ecos rockeros y arreglos orquestales aquello que terminó llamándose el género Gypsy-exploitation, como la variante gitana del cine y música afroamericana de los años setenta, pero en versión íbera. No lo sabían pero estaban creando un pequeño monstruo que alimentado con las progresivas cifras de venta iba a crecer y crecer hasta tocar muchas más ramas.

Cuando el cine quinqui hizo su aparición, ellos ya estaban ahí. Habían llegado diez años antes que “El Pico” de Eloy de la Iglesia, y unos doce años antes que el biopic de el Vaquilla ¿quienes mejores que ellos para construir su banda sonora? al fin y al cabo, ellos le habían puesto banda sonora a toda esa cara oculta de la sociedad.

yoelvaquilla

 

Y llegaron sus competidores (Los Chunguitos), sus admiradores (Los Calis) e incluso sus hijos e hijas espirituales. Además devorados por las ventas imparables, las compañías empezaban a apostar todo lo posible por el desarrollo de productos parecidos. En aquella competición se contrataba a los mejores músicos disponibles y a los mejores arreglistas disponibles para dotar de madurez y de la mayor calidad posible a las letras y actitud de ese lado del gueto.  No  importaba si aquello hacía que la forma superase por completo al fondo, creando impagables obras surrealistas y psicodélicas como aquel disco de Los Chorbos por los que apostó la compañía rival CBS, que resultó casi una obra conceptual de aquello que llamaron “Achili-funk”. En esta ocasión Shaft no vuelve a Harlem, vuelve a Caño Roto (Madrid). Increíble.

 

 

O esta otra producción de Las Grecas, un trabajo musical impecable para esta especie de escabeche galáctico que suena a “Gypsy Funk from Outer Space”. Alucinante.

 

El tiempo pasa para todos

De la influencia musical y cultural de Los Chichos podríamos hablar largo y tendido, pues más de cuarenta años de carrera han convertido al trío en parte de la banda sonora de nuestra vida y nuestros viajes en coche con nuestros padres. Banda sonora del barrio, de mercadillos de vendedores ambulantes, de una España en la que todavía no andaba presente el hecho de la importancia de saber inglés y toda la música que consumíamos se manejaba en castellano, incluyendo además que lo único que le pedíamos era que fuese cantable, que pudiesemos cantar canciones con una simple guitarra rodeados de nuestros amigos. En eso fueron los reyes.

Ahora viven de las rentas, dando conciertos de diferentes facturas y en distintos formatos. Agasajados por multitud de seguidores de lo más variopintos: en sus actuaciones se mezclan los hipsters, los viejos matrimonios y lumpen, mucho lumpen. Y siguen coreando a pies juntillas todas sus canciones en una comunión extraña y muy particular. Desde el público se les sigue validando: siempre seréis parte de nosotros parecen decir. Y sin tener en cuenta sus problemas de salud, su debilidad, la escasa calidad del show o las condiciones terribles de las pequeñas salas de mala muerte donde a veces hacen sus apariciones. Da igual que sea con formato banda en directo o con música enlatada, se les sigue, se les corea, se les disculpa y se les quiere. Ellos también han aprendido mucho por el camino: algunas canciones ya no las tocan en directo por ser demasiado “hardcore” para los tiempos actuales y es raro que inicien una canción sin disculparse por anticipado y poniéndola en el contexto de aquellos años. A veces, incluso aseguran que ellos hubieran preferido hacer otro tipo de canciones, pero las discográficas solo les pedían marginalidad, violencia y drogas.

 

Los Chichos y davidjguru

*Con Los Chichos en Sevilla. “-Don Julio, ¿usted que bebe? +Yo ya dejé de tomar alcohol hace tiempo. Anda tráeme una cerveza.” (verídico).

Son los propietarios de una experiencia y de una producción musical que alteró la faz de la música en este país, y eso ya nadie puede negarlo.

Y de propina como cierta prueba de lo dicho, el mónologo de la gran Clara Grima sobre conjuntos y elementos neutros basándose en el de enmedio de Los Chichos:

 

 

Bola extra: cancionero seleccionado en un tracklist enriquecido con otras conexiones. En nuestro perfil de Spotify: cibass_blog

 


6 thoughts on “Carreteras, amor y lumpen: aquí llegan Los Chichos

  1. Eva De Miguel says:

    Por fin un artículo extenso y tratando con respeto a las verdaderas super estrellas nacionales: LOS CHICHOS.

  2. María Rey says:

    Jajajajajajajajaja

    ¡que grande!nunca me hubiera imaginado que algo como Los Chichos tuviese tanto contexto y tanta trayectoria. A pesar de no ser un grupo que me guste (la verdad) me ha encantado el post.

  3. Daniel M. says:

    Doy fe que la foto de compadreo con el amigo Julio es verídica, al igual que la conversación aunque creo recordar que fue, textualmente: “Don Julio, ¿usted qué toma?”.

  4. forojerista says:

    Visita la web de los chichos mas autentica y original

  5. forojerista says:

    Si de verdad te gusta los chichos, visita la web mas importante que existe sobre el grupo.
    Con una extensa y variedad infomación ademas de fotografias inéditas, Pósters, todas sus canciones (incluidas de Jeros) es la más visitada, la más original,, no como otras que se hacen pasar por oficiales engañando a los usuarios. Sin más preámbulos os dejo la web para que la identifiquéis por vuestros ojos mismos. busca forojerista en google o dale click en forojerista de arriba

  6. […] perdura y permanece a lo largo de los años. Y en estas nos encontramos a Christian homenajeando a Los Chichos, que han celebrado su última gira, que parece que definitvamente se despiden, y que  él tuvo la […]

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